Creer en ti cuando los demás no lo hacen

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

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Este es un post muy especial, escrito por un blogger al que tuve el placer de conocer en persona hace unos días: Carlos Arbós. Un chico con una discapacidad visual que a priori podría impedirle vivir la vida que sueña. Sin embargo, con su historia, su pasión y su determinación nos enseña a todos que las verdaderas barreras no son en realidad físicas, sino mentales. Él es un claro ejemplo del "si quieres, puedes", pues en lugar de quejarse o quedarse en casa, ha salido de su zona de confort y ha decidido apostar por su proyecto profesional, persiguiendo sus sueños. Te dejo con su mensaje lleno de positividad y motivación.

Cómo mi discapacidad me ha ayudado a amar mi perfecta imperfección

¿Sabes qué palabra he escuchado más veces al pasar junto a alguien con mi bastón? Si te digo que ese bastón es mi herramienta fundamental de movilidad y que lo llevo debido a mi discapacidad visual severa quizá lo tengas más claro…

Así es, igual que estudios científicos han demostrado que muchos niños deben escuchar “NO” en más ocasiones que cualquier otra palabra, en mi caso lo mismo se produce con “¡Pobrecito!” o su hermano gemelo “¡Qué lástima!”.

En ambos casos el mensaje está claro: no lo dudes, estás limitado. ¿Quién no se ha sentido alguna vez temeroso, incluso paralizado, ante la idea de hacer algo y no poder? Bien sea por miedo a un juicio externo o por un veredicto interior de falta de confianza en uno mismo, muchos nos hemos quedado con las ganas de actuar o decir alguna cosa precisamente por no acabar de creer en nosotros mismos.

Pues bien, quiero compartir contigo este post para caminar en la dirección diametralmente opuesta. Te quiero hablar sobre estrategias que me han ayudado a mí a apostar mucho más por mis posibilidades, por mis capacidades, que por mis limitaciones.

Gracias a los siguientes ejercicios de reflexión y puesta en práctica he aprendido a valorar mi potencial y mi esencia como tú también te mereces.

Es cierto que nuestra sociedad puede ser tremendamente dura y exigente, condenando defectos y fomentando una competición absurda con ideales inalcanzables que no provocan sino frustración y baja autoestima. Sin embargo, no es menos cierto que somos nosotros mismos, con nuestra manera de pensar y con el lenguaje y las formas que empleamos, quienes acabamos enterrando nuestros tesoros interiores bajo capas de dudas, miedos y desconfianzas.

Transformando limitación en oportunidad de crecimiento

Todavía puedo reavivar en mis mejillas la sensación fría y salada de las lágrimas que brotaron en varias ocasiones a lo largo de mi vida ante la enorme tristeza de sentir mi discapacidad como una condena tan injusta como implacable.

La verdad que es duro sentirse diferente y ver que necesitas un esfuerzo enorme para realizar hasta la más pequeña tarea que otros realizan sin la más mínima dificultad. Se vive así sobre todo cuando te enfrentas a cantidades indecentes de personas que piensan, o incluso te dicen: “no vas a poder”.

Profesores, compañeros de clase, técnicos en recursos humanos que cambian la sonrisa que tenían al leer tu currículum por el asombro y el rechazo al ver tu bastón entrar por la puerta…todos parecían señalarme con un dedo lleno de prejuicios.

El foco estaba siempre puesto en una pequeña zona de mi cuerpo, mis ojos, y en lo que éstos NO podían hacer al nivel de otras personas. La linterna, con lupa incorporada, apuntaba a mis limitaciones visuales.

Afortunadamente, con mis estudios de psicología y tras años de inmersión en el maravilloso mundo del desarrollo personal, logré darme cuenta de que, efectivamente, se trataba de una simple linterna que, igual que apuntaba allí, podía enfocar las zonas de las virtudes y potencialidades que, como todos los demás, yo también tenía.

Es cierto que podía tener dificultades para ver una pizarra, leer documentos impresos con letra pequeña o moverme por calles llenas de letreros y zanjas peligrosamente situadas…pero también es cierto que gracias a mi día a día con la discapacidad había tenido la preciosa oportunidad de aprender a mirar más hacia el interior de las personas que hacia su capa exterior, a perseverar y buscar soluciones alternativas, a gestionar miedos e incertidumbres, a pedir ayuda cuando era necesario y así poder cooperar con otras personas…

En realidad, convivir con mi discapacidad había supuesto para mí una gran oportunidad de crecimiento personal. Lo que antes percibía como diferente, para mal, podía verlo ahora como diferencia en forma de fortaleza interior.

Agradecer cada detalle y degustar cada instante

Si hay algo que no se repetirá jamás, es la oportunidad de vivir el instante que estás experimentando justo ahora. Lo mismo sucede con cada uno de los fragmentos de vida que tenemos ante nosotros cada día.

Muchas veces dedicamos nuestro tiempo y nuestra energía a lamentar lo que sucedió en el pasado o a sentir ansiedad ante lo que pueda depararnos el futuro. Así podemos caer en el error de no aprovechar al máximo los regalos y oportunidades que tenemos en nuestro presente.

¿Alguna vez te has ido a dormir repleto de inquietudes y sinsabores? ¿Te has visto en alguna ocasión completamente decaído y carente de ilusión a media jornada o incluso nada más levantarte por la mañana? ¿Quién no ha estado allí en varias ocasiones? Yo, el primero.

Por eso quiero compartir contigo dos actitudes que me ayudan de un modo sorprendente a dormir en paz y vivir despierto y lleno de ilusiones. No quiero que los veas como una fórmula mágica que aleja cualquier atisbo de padecimiento.

Cierta dosis de malestar es totalmente inevitable en nuestras vidas pero agradecer y degustar pueden, como lo hacen conmigo, serenar tus noches y avivar el color y la alegría de tus días.

Así es, desde que empecé a dedicar unos minutos cada día, normalmente antes de irme a dormir, a agradecer todo lo bueno que había vivido durante las últimas horas, mi vida cambió por completo.

Puedes empezar por pensar en 5 cosas por las que sentirte agradecido y, en cuanto te sientas cómodo/a, ir aumentando hasta 10 o 15 por ejemplo. Cuando no estamos acostumbrados a mirar la vida llenos de agradecimiento puede costarnos un poco pero el bienestar y la paz interiores son tan grandes que pronto integramos en nuestra forma de entender la vida esta maravillosa actitud.

Valorar hasta los pequeños detalles (una sonrisa, una conversación agradable, una bonita puesta de sol…) nos llenan de ilusión por seguir viviendo. Por supuesto, no olvides agradecerte a ti mismo/a todos tus esfuerzos, todos tus pequeños y grandes logros, todo lo bueno que aportas a los demás y a nuestro mundo.

Quizá muchas veces te criticaron, quizá muchas veces te criticaste tú igual o incluso más duramente. Ahora puedes cambiar y poner el foco en agradecer los buenos detalles y las buenas palabras que tuvieron contigo y los méritos y virtudes que has tenido la suerte de poder disfrutar y compartir.

Háblate bien, háblate con mimo. Recuérdate todo lo hermoso que albergas y todo tu potencial de aprendizaje y crecimiento. Cambia los “no hice” o “no soy” por los “pude, puedo y podré hacer y ser”.

Incluso cuando en ocasiones la vida no ha sido fácil, incluso cuando las cosas no nos han salido bien, es posible incorporar algo positivo para nuestro presente y nuestro futuro. En este sentido hay una frase que me encanta y quiero compartir contigo:

Si lloras por haber perdido al sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellasEnvía Tweet

Seguro que has pasado por muchas dificultades a lo largo de tu vida y seguro que no tienes o dejaste de tener algunas cosas que en realidad desearías que estuvieran contigo. La oscuridad de la noche puede hacernos echar de menos el sol pero, si nos limpiamos con suavidad esos ojos tristes, podremos gozar con el espectáculo de luz e ilusión que brilla ante nosotros. El sol, de todas formas, volverá a salir.

Las pequeñas acciones que nos ayudan a amar nuestra perfecta imperfección

Además de enfocarte en tus posibilidades, darle valor a tus virtudes y agradecer todo lo bueno que te han dado y que has dado tú, hay un secreto para aprender a creer en nosotros mismos que no puedo guardarme ni un segundo más.

Como muchas cosas en la vida, en su sencillez radica su grandeza. Consiste en adoptar un rol de guionista de tu propia vida y cambiar quejas y deseos por pequeñas acciones que te acerquen a la vida plena que realmente anhelas.

Así es, es muy habitual quedarnos anclados en los deseos frustrados. También es una peligrosa tendencia humana instalarnos en una imagen negativa sobre nosotros que los demás o nuestra propia forma de juzgarnos han ido construyendo.

“Soy torpe”, “no soy inteligente” o “nunca lograré nada meritorio” son condenas que nos imponemos inmerecidamente y que nos invitan a no intentar absolutamente nada, a quedarnos paralizados y como meros espectadores de lo que nos haya tocado vivir.

Una de las claves de que hoy por hoy me sienta libre, feliz y confiado en mí mismo es haber empezado a experimentar la fabulosa sensación de auto-determinación que conlleva adoptar un rol de actor del propio cambio en lugar de quedarme con el papel de espectador quejumbroso.

Para llegar a esa poderosa sensación de ser el capitán de tu propio barco no hay teorías que valgan. El secreto está en empezar a realizar pequeñas acciones que te aporten pequeños éxitos desde ya mismo.

Es lo que me gusta llamar adoptar una actitud emprendedora ante la vida. No consiste únicamente en crear proyectos o negocios, ni mucho menos, sino en aprender a transformar nuestras ideas y deseos en acciones. Para ello hay que atreverse y empezar a caminar pese a los miedos.

Hay pocas cosas en la vida que nos ayuden tanto a creer en nosotros mismos como poder experimentar que al actuar hemos logrado generar algo positivo para nosotros o para otras personas.

Prueba a decir algo hermoso a alguien a quien aprecias. Prueba a buscar información y formarte en un tema en el que te interesa. Prueba a ayudar con tiempo, esfuerzo o dinero a una causa en la que crees. En seguida te encontrarás alegrando días, aprendiendo y creciendo profesionalmente o sintiéndote valioso y útil como nunca.

Está claro que todo no te saldrá a la perfección ni a la primera. En ese sentido te recomiendo centrarte en disfrutar tu proceso de actuar sin obsesionarte en los resultados inmediatos y, muy importante, adoptar una actitud de aprendizaje que cambia el “¿y si fracaso?” por el “¿a ver qué puedo aprender de esta experiencia?”.

Cambia «¿y si fracaso?» por «a ver qué puedo aprender de esta experiencia»Envía Tweet

También he descubierto que los pequeños pasos son los que producen los más grandes avances, así que no intentes cambiar el mundo en dos días ni te exijas una perfección que nunca se dará y que tanta frustración te causará.

Valora mucho cada uno de tus pasos y mejoras. Contempla tus granitos de arena como parte imprescindible de la hermosa playa que podemos construir entre todos.

Ama tus esfuerzos.

Ama tus éxitos igual que tus fracasos porque ambos te permiten aprender y crecer.

Ama lo que eres hoy y lo que puedes llegar a ser mañana.

Ama tus virtudes pero también tus debilidades porque sin ellas no serías tú.

Ama tu perfecta imperfección.

Quiero regalarte algo…

Y ahora, en gratitud por haber leído parte de mi historia, por mostrar interés en conocerme y por ser una de esas maravillosas personas que buscan mejorarse y mejorar el mundo a su alrededor, ¡tengo un regalo para ti!

Se trata de un curso (3 videos y un PDF) en el que te descubriré las claves que me han ayudado a transformar mis sueños en proyectos que me están llenando de experiencias maravillosas.

¿Quieres que te inspire y te dé acceso al curso de modo gratuito?

Aquí tienes el primero de los tres vídeos para ir abriendo boca.

Para acceder de inmediato a los otros videos y al PDF: haz clic aquí.

Carlos Arbós es creador de You Can Do It, una plataforma online para inspirar y facilitar superación personal y actitud de vida emprendedora. Es psicólogo, formador y divulgador, un genuino apasionado del desarrollo personal. Su día a día con la discapacidad le ha enseñado a perseverar, vencer los miedos y ser consciente del inmenso potencial que atesoramos en nuestro interior.