La Palabra de Dios nos provee con dos razones por las cuales los hijos de Dios continúan enfrentando el sufrimiento después de la salvación.
Primero, aunque somos liberados del dominio del pecado, cristianos aun sufren las consecuencias del pecado. La realidad del sufrimiento perdura en un mundo teñido por el pecado. Aun creyentes experimentan dolor, enfermedad, envejecimiento, y muerte, y a menudo son víctimas de los accidentes o hechos pecaminosos de otros. Esas cosas le suceden a todos, y todas tienen una conexión al pecado.
Pero hay una segunda razón por la cual los creyentes sufren – cada creyente es uno con Cristo. En esa unión, Dios nos dio el privilegio de participar en el mismo sufrimiento que toleró Jesús – sufrió por hacer lo bueno. Considere lo que dijo Pedro:En la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, por ellos Él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado (1 Pedro 4:13-14; cp. Romanos 8:18).
Sufrir por la causa de justicia es parte de una vida normal de un cristiano. Lejos de remover el sufrimiento, nuestra salvación lo garantiza. De hecho, la Escritura dice que debemos esperar tener problemas: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4:12).
Afortunadamente, con la promesa del sufrimiento, Dios nos promete Su presencia y una recompensa duradera. Y por esas bellas verdades, usted puede responder con esperanza – esa es un completo contraste a la perspectiva desesperante de un incrédulo.
Salmo 34:18 dice: “Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”. Hebreos 13:5 le recuerda que Dios nunca lo dejará – “No te desampararé, ni te dejaré” (cp. Mateo 28:20). Puede estar seguro que Dios siempre está cerca de usted en el sufrimiento más oscuro así como en los días de mucha bendición.
El profeta Jeremías escribió, “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (Lamentaciones 3:22-23). La compasión de Dios nunca se agota o se envejece; es incesante y se renueva continuamente. No importa qué sufrimiento estés experimentando, esa verdad nunca cambia.
Primera Corintios 10:13 nos promete que “no os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. Usted puede continuar porque Dios le ha prometido no darle más de lo que puede soportar. Él quiere que usted supere y no permitirá que usted enfrente cualquier tentación que lo aplastará bajo su peso.
Todos los creyentes son imperfectos y necesitan disciplina y entrenamiento de su Padre celestial. Dios fielmente provee a cada uno de sus hijos verdaderos la clase de castigo que produce santidad. Hebreos 12:6 dice, “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”. Esa verdad no es única al Nuevo Testamento – Deuteronomio 8:5 dice, “Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga”.
¿Cómo debes responder al castigo de Dios? Con agradecimiento y sumisión, reconociendo que tu amoroso Padre celestial está obrando en ti. Resuelve a no despreciar o ser desanimado por esa obra (Hebreos 12:5). Dios está podando tu vida para hacerte más efectivo y fructífero. Jesús dijo, “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:2).
Dios conoce lo que necesitas y lo que puedes aguantar, y Él trae pruebas para probar tu fe y demostrarlo a todos los que están alrededor tuyo. Él por su gracia te ha escogido a ti para ser un ejemplo del poder de Su gracia: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). En un mundo sin esperanza, sin paz, que teme la muerte, y vive en completo vacío, tu perseverancia en medio de las pruebas es un testimonio que Dios esta activamente y gloriosamente haciendo una obra en ti.
Perseverando en medio del sufrimiento intenso provee un testimonio de una esperanza verdadera a un mundo sin esperanza. No importa la intensidad de la prueba que estés enfrentando, siempre tienes la esperanza del cielo animándote. Como uno que cree en Dios y confía en Su Palabra, estima la verdad que el sufrimiento y la muerte no son dignos de ser comparados a la maravillosa gloria de conocer a Cristo. Pablo afirma esto cuando él escribió: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
Entonces, si estás en medio de una prueba, ora que tu condición espiritual sea gloriosamente evidente a todos a tu alrededor al mostrar verdadero gozo en ella (Santiago 1:2-4, 12).
Por John MacArthur
Fuentes: Palabras de Vida