A pesar de la evidencia científica que existe sobre los desafíos de la sostenibilidad, detectamos discusiones sobre la necesidad de perseguir este objetivo y sobre las formas en las que es preciso abordar ciertas cuestiones alrededor de él.
Las creencias de las personas sobre lo que supone la sostenibilidad, sobre cómo afecta a sus hábitos de consumo, son cuestiones que entran de lleno en lo que es su estilo de vida.
Si los ciudadanos creen que su ayuntamiento en realidad no procesa de la manera adecuada la recogida selectiva para el reciclaje, es poco probable que estén dispuestos a invertir tiempo y esfuerzo en separarlos en los distintos contenedores.
La noción de implicación personal tiene que ver con el grado con el que percibimos la relación entre nuestra vida y el concepto de sostenibilidad en particular. En las cuestiones de sostenibilidad es un reto tratar de informar y educar a los individuos sobre cómo los problemas sobre la sostenibilidad (que son problemas de tipo económico, ecológico y social) se corresponden con factores del entorno de su vida personal.
El sentido de responsabilidad social describe como las personas sienten que tienen una responsabilidad compartida en relación a determinados problemas económicos, sociales y ambientales, y su disposición a participar en respuestas colectivas a los mismos.
En 1974, Fisk propuso la idea de consumo responsable, que suponía limitar el propio consumo por razones de tipo medioambiental. Esta idea fue desarrollada en las décadas de los 80 y 90 con el surgimiento de las preocupaciones emergentes sobre los recursos ambientales, y la viabilidad y la estabilidad de los sistemas ambientales. Precisamente tendencias ecointeligentes como el carsharing, el coworking, o la adquisición de material en buen uso, como puede ser la compra de camaras usadas en OLX, alimentan este auge del consumo responsable.
Actualmente existen nuevos datos procedentes de investigaciones que muestran que los consumidores están cada vez más dispuestos a aceptar una parte de la responsabilidad (pero no toda) que conlleva hacer frente a los retos clave de la sostenibilidad, como por ejemplo lo que afecta al cambio climático.
Una nueva tendencia emergente en nuestra faceta como consumidores es que empezamos a mostrar cierta disposición a hablar en términos de responsabilidades, lo que podría representar una oportunidad para las empresas que tienen integrada la sostenibilidad en el núcleo de sus actividades.
Investigaciones recientes también han revelado que nuestro sentido de identidad personal también es importante para determinar como respondemos a lo que se entiende por sostenibilidad y cómo cambiamos nuestros comportamientos. El hecho de que pensemos en nosotros mismos como recicladores, conservadores, amantes de los animales, preocupados por los grupos en riesgo de exclusión social, altruistas o poco derrochadores influirá en nuestra voluntad de participar en una serie de comportamientos a favor de la sostenibilidad.
Para complicar esto un poco más, además de nuestro sentido de identidad personal, nuestra voluntad de participar en actividades sostenibles puede verse influida por la identidad social que construimos para nosotros mismos, lo que determina la forma en la que los demás nos perciben. Pero la discusión de esto último la dejamos para un próximo artículo.
Y tu, ¿crees en la sostenibilidad?
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