Estamos en un pueblo de Mississippi en los años 60, por lo que el racismo se encuentra a la orden del día y los negros o "gente de color" no tienen derechos ni libertades. Las mujeres blancas jóvenes aspiran a encontrar un marido con un buen trabajo y dinero que le de muchos hijos y acudir a reuniones con los vecinos y vecinas. Mientras tanto las criadas negras de estas señoras cuidan a sus niños, o más bien les crían y se encargan de sacar la casa de sus señoras adelante. En medio de este panorama una joven e inquieta licenciada en periodismo, Skeeter, decidirá escribir un libro sobre las relaciones entre las criadas y sus señoras en el pueblo donde vive su familia y amigos. Todo ello desencadenará la previsible tensión entre ambas partes.
Criadas y señoras es una de esas películas que va destinada a colarse en los Óscar como sorpresa del año, ya que resulta amable y comprometida con un tema importante. Es decir, que aborda un problema interesante, pero sin resultar muy escabrosa o impactante, lo que gusta mucho en Hollywood, donde no son de mancharse las manos a la hora de tratar ciertos temas aún candentes en la sociedad norteamericana (ya lo sufrió Spielberg con su excelente El color púrpura). Este film es eso, un relato muy simpático sobre el racismo, con algunos momentos memorables y con una historia entretenida y ágil que hace que el espectador pase un buen rato mientras recapacita sobre algunas cosas serias. Pero Criadas y señoras, ya desde el principio es muy predecible y conforme va avanzando va cayendo en los clichés de las comedias hollywoodienses y va dulcificando en extremo el tema central: el racismo. Llegando a una conclusión demasiado... demasiado cursi.