Alejandro Cuevas
Vladimir Putin, presidente de Rusia, ha firmado el borrador del acuerdo de incorporación de la Península de Crimea tras el referéndum por la unión, celebrado el domingo pasado. Esta misma mañana, el Kremlin lanzaba un comunicado, donde reconocía al territorio ucraniano como un estado soberano e independiente con un rango de favor. De esta forma, a ojos de Moscú, la antigua república de Crimea se separaba de Ucrania para dar pasos hacia la transformación en la entidad número 84 de la Federación Rusa.
Sin embargo, a ojos del resto del mundo, este tratado no es legal. Tanto el derecho internacional, como la Constitución ucraniana no reconocen dicho texto. Lo mismo sucede con el referéndum que lo soporta, considerado ilegal desde el primer momento. No obstante, en este participo prácticamente la totalidad de la población crimea en edad de votar, dando la victoria a la anexión con un 96% de los votos a favor. Esta situación irrita a Estados Unidos, a la Unión Europea y al nuevo gobierno de Ucrania, los cuales impondrán sanciones sobre Rusia, tales como la expulsión del G8 o el bloqueo comercial.
Para muchos expertos, hoy por hoy, la península de Crimea es un polvorín y las relaciones Ucrania-Rusia son más que tensas, ya que como es lógico, Ucrania no quiere perder ni un ápice de tierra. Sin embargo, ¿no deberían dejar a los crimeos y las crimeas elegir su futuro con total libertad? ¿Por qué una zona rusófila no debe pertenecer a Rusia? Es cierto que no pueden dejar que el caos nacionalista se apodere del mundo, pero, ni Estados Unidos, ni ninguno de los países europeos se opusieron al referéndum celebrado en las Malvinas para decidir si pertenecían al Reino Unido o a Argentina, saliendo ganando los primeros. Tal vez ,cuando los intereses caen a un lado que no es el propio, llega la ilegalidad.