Crímenes judiciales

Publicado el 26 diciembre 2012 por Cronicasbarbaras

Sentencia ejemplarizante: un tribunal francés acaba de declarar culpable de homicidio involuntario a la psiquiatra Danièle Canarelli por no detectar el peligro que representaba su paciente Joël Gaillard al no ponerlo bajo custodia, lo que le permitió huir y matar a un anciano en un bosque de los Alpes.

La psiquiatra, de 58 años y 30 de experiencia, fue condenada a un año de prisión condicional, con la pena en suspenso, por haber cometido el “grave error” de no reconocer el peligro público que representaba su paciente.

La discusión sobre la sentencia ha comenzado a platearse en todos los medios afectados, incluidos los judiciales, porque ahora muchos psiquiatras afirman que debería exigírsele igual profesionalidad a los jueces que liberan a asesinos que luego vuelven a matar.

En España han ocurrido varios casos, sobre todo de pederastas, como ocurrió con el juez Rafael Tirado, que supuestamente por exceso de trabajo traspapeló la detención de un pederasta condenado por abusos a su propia hija, y que por no estar en prisión asesinó en 2008 a la niña Mari Luz Cortés.

Otro caso terrible, producto de la justicia politizada española, fue el de la niña Olga Sangrador, asesinada por el pederasta condenado por un asesinato previo, Juan Manuel Valentín Tejero, al que el magistrado Ignacio Sánchez Yllera, de Jueces para la Democracia y juez de Vigilancia Penitenciaria de Valladolid, ordenó concederle el tercer grado en contra de todos los informes psiquiátricos y penitenciarios.

El juez liberó a Valentín por razones político-ideológicas, para reinsertar a todo precio al asesino, y este, inmediatamente, salió de caza para matar con crueldad infinita a Olga, de nueve años.

No castigaron al juez. Lo premiaron, y en 2004 lo nombraron Director del Gabinete de la entonces vicepresidenta Fernández de la Vega.

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SALAS

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PEDERASTIA

Desafortunadamene en Galicia algunos nacionalistas siguen promocionando la figura navideña del Apalpador, un grosero y desarrapado carbonero que baja de los bosques a tocarle en secreto la barriga a los niños, supuestamente, para comprobar si han comido bien durante el año que acaba.

Ponen al tipo con un aspecto miserable, un ejemplo de patán que se desprecia a sí mismo, todo lo contrario que los Reyes Magos o Santa Claus-Papá Noel, a los que quiere suplantar.

Los niños reciben sus regalos a cambio de los toqueteos secretos, lo que señala lo que debe deducir usted sobre las inenciones de este indivíduo al que se quiere convertrir en héroe infantil.

El gran Salas vio así hace unos años a este odioso Apalpador, dibujo que utilizo desde entonces todas las Navidades para recordar que tras algunos personajes de reciente invención, como este, se oculta la maldad disfrazada de castañas y caramelillos.