El libro está redactado, no cabe duda, con humor, como imagino que debe ser el día a día de estos profesionales, conjugando a la perfección dosis de compasión y comprensión con otras de ironía que ayuden a sobrellevar tanta miseria.La prosa de Alicia Giménez atrae, hay algo de magia en su forma de exponer los hechos y situaciones, da la impresión de que las palabras se unen solas, tal es la naturalidad con la que se cohesionan. No es extraño, sino todo lo contrario, que haya recibido este año el Premio Pepe Carvalho de novela negra. A esta doctora en literatura le gusta jugar con el idioma, bien con ironías que encierran verdades absolutas “se equivocan los que piensan que las miserias del mundo le importan a alguien realmente”, bien con comparaciones de obras artísticas “Bajo, fornido como el contrafuerte de una iglesia románica”, o expresiones multiculturales “Se va a armar la de Dios…Y la de Mahoma también”.
Las duras expresiones “ni puta idea” se suavizan a veces con exageraciones “el auténtico rey de la bronca era el monitor”. Y, rizando el rizo, la cosificación acude a través de personificaciones “aquel músculo vivo no se andaba con ambages ni medias tintas”.En definitiva, las palabras se suceden coloquiales, duras, vulgares, exquisitas y cultas, literarias y de jerga, de forma que todas, en un mismo párrafo, dan como resultado una delicia de lectura: “Los protagonistas no eran precisamente Romeo y Julieta, Dante y Beatriz. Dos tipos zurrados por la vida, tronados, puteados, olvidados, sin cualidades, sin belleza, sin suerte. Pero nadie podía dudar de que su historia fuera a fin de cuentas, una historia de amor. Quizá se tratase de un amor astroso, de una pasión sin dimensiones épicas o poéticas, sin gracia, sin aliento divino, sin espíritu transgresor”.
Después de leer esto, no me explico los deslices sintácticos que aparecen en el libro. Creo que tres. Es cierto que no son muchos, aun así lo encuentro raro: “Estoy tranquila, y muy segura de que la decisión que he tomado: contar la verdad”. “Va a dirigida fomentar la convivencia”. “Y sin ni pizca de dignidad”.
Estoy convencida de que son deslices del ordenador. Imagino que a Giménez Bartlett no le habrá gustado verlos, por eso diré para su tranquilidad, que hasta los más grandes se han visto en situaciones parecidas:“Hay erratas y erratones… En mi nombrado libro me atacó un erratón bastante sanguinario. Donde digo «el agua verde del idioma» la máquina se descompuso y apareció «el agua verde del idiota». Sentí el mordisco en el alma… ese idiota que sustituye al idioma es como un zapato desarmado en medio de las aguas del río”.
Para nacer he nacido. Pablo Neruda