Crisis actuales y pasadas

Por Enlahistorioteca

Desde que estalló la crisis financiera, los comentaristas, politólogos y economistas que han aparecido en los medios de comunicación han acudido (con mayor o menor asiduidad) al 'Crack del 29' para tratar de entender la debacle de los mercados.

Muchos han sido los que han visto similitudes entre la recesión que se inició un Jueves Negro de hace ochenta años y la actual. La especulación bursátil, la quiebra de entidades bancarias, la falta de control interno de las empresas son, por citar tres ejemplos, algunas de las coincidencias.

Otros analistas han centrado sus discursos en las diferencias. En el 29 no hubo una burbuja inmobiliaria, los medios de comunicación no eran tan 'inmediatos' como son ahora, la rumorología y los miedos eran más lentos y eso que llamamos 'globalización' no tenía la magnitud ni el peso que tiene actualmente.

Vivo en un país que sufre una profunda crisis y que se ha visto obligado a solicitar ayuda económica a la Unión Europea el Banco Central Europeo y al Fondo Monetario Internacional. En estos días las conversaciones a pie de calle sobre el tema son habituales y hoy, yo mismo, reflexionaba sobre 'lo que nos espera' con un amigo historiador.

Después de discutir un rato sobre el presente, nuestros discursos se dirigieron irremediablemente hacia el pasado. Al 29, a la Crisis del Petróleo del 73 e incluso a la bancarrota de la Monarquía hispánica en el siglo XVI. Las campañas militares que debía soportar el gobierno español para mantener en alza el Imperio y la política exterior en Europa y, sobre todo, el necesario recurso al crédito para agilizar movimientos que no podían esperar la llegada de los galeones cargados de oro y plata de América, hicieron que los ingresos (en vez de pasar a las arcas de la Hacienda) fuesen directamente a manos de los prestamistas. La quiebra más importante en el XVI fue la de 1576 y, finalmente, acabó por afectar a una de las familias de banqueros más afamadas de la época: los Fugger. Tal fue el golpe que, tras sufrir enormes pérdidas, se retiraron del mundo de las finanzas y pasaron a vivir de sus latifundios. 

En el 29, la suerte de los banqueros y los especuladores fue mucho peor. Hubo muchos que no pudieron retirarse a tiempo y que acabaron quitándose la vida. La tasa de suicidios se multiplicó por 4 en Estados Unidos. 'Hoy -me dijo mi amigo- los banqueros no se suicidan y tampoco se retiran humillados como los Fugger. Hoy se retiran con 100 millones en sus bolsillos como si no pasase nada. Ésa es la diferencia'. Y, ciertamente, es así porque desde 2009 no han sido los grandes magnates quienes, presionados por las deudas, han optado por la solución fatal. Han sido los pequeños campesinos de países subdesarrollados quienes han retomado la senda del 29. Habrá incluso quien, sin vergüenza, quiera ver en esto un avance, una forma de democratización... Ya se sabe, lo pagamos entre todos.