Revista Coaching

Crisis económica es crisis de identidad: atrévete con tu vida

Por Solelkartea @asociacionsol

La crisis económica es un reflejo de la crisis de identidad

Cierto es que vivimos tiempos de penuria económica y social, que la llamada “sociedad del bienestar” sobrevive acrecentando las diferencias entre ricos y pobres… Hay razones más que suficientes para el “salvese quien pueda” y pensar en el prójimo se hace complicado cuando cuesta llegar a fin de mes pero ¿No es acaso un fiel reflejo de nuestra crisis de identidad? Quizás no podamos cambiar el mundo si no atendemos a nuestras necesidades primarias: Debemos escoger entre autorealizarnos para ser libres o seguir gestionando la miseria, en todos los sentidos. Nuestras ideas, por muy buenas o loables que sean, siempre van un paso adelante de nuestras necesidades: vivimos en una realidad mental/virtual interpretando la vida a cada momento, en lugar de vivirla tal y como viene, porque segun nuestra mente, “así son las cosas y así se las hemos contado”.

En estas circunstancias apostar por conocerse a uno mismo, saber quien se es y en que situación se está es una cuestión apremiante de  supervivencia. Hoy más que nunca podemos afirmar que para salir de la crisis debemos ser creativos, buscar formas de emprendizaje social y laboral y cooperar para encontrar soluciones. Pero para ello debemos empezar por uno mismo, por nuestro desarrollo personal. No podemos pretender cambiar al vecino, aunque creamos que lo haga mal, es necesario entender como uno mismo “echa leña al fuego”.  Vivir acorde a nuestras verdaderas necesidades y a través de nuestras facultades individuales es un imperitavo para poder disfrutar de una calidad de vida óptima. Una adecuada gestión emocional nos capacita para vivenciar nuestra vida de una forma completa, es decir, posibilitando el uso de nuestras facultades innatas y vivir explotando nuestras posibilidades sin más ánimo que cooperar como individuos en equilibrio.

Los miedos adquiridos, el estrés, la angustia, la ansiedad, la vergüenza, la rabia, el orgullo o la soledad son emociones construidas sobre patrones de personalidad estancados. A menudo no somos conscientes de como repetimos estos patrones en nuestras vivencias cotidianas, a la par que tensamos la musculatura e inhibimos nuesta expresión natural emocional porque hemos aprendido a negar el dolor; en cambio, seguimos apegados a una forma sutil de sufrimiento: el no puedo, el no quiero, sentimientos de culpa o mantener la imagen por el que diran o el miedo al rechazo o a la humillación no son más que reacciones que imposibilitan que gocemos plenamente de nuestra vida.


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