Si nos molestamos en examinar los ciclos económicos del siglo XX o tenemos un poco de memoria histórica (esa que trasciende las generaciones y suele volver en forma de cine o televisión), podemos observar una recurrencia en cuanto al fenómeno de las crisis económicas en el sistema capitalista: Crac del 29, depresión de los años 30, Crisis del petróleo de los 70, depresión asiática de los 90, crisis financiera del 2008. Es en este momento en el que surgen algunas cuestiones: ¿las crisis son algo inherente al capitalismo? ¿van en aumento? ¿se pueden controlar? ¿cuál es su origen? ¿tienen una función sistemática?.
En este breve artículo utlizaremos el enfoque marxista, que explica muchas de las incoherencias que saltan a la vista en la teoría económica neoliberal de las crisis (la tautología oficialista del “hay crisis porque hay depresión, hay depresión porque hay crisis”). Es útil recordar que es un enfoque que trata a la economía no como lo que se considera hoy día, es decir, una ciencia aséptica y desideologizada que trata las relaciones entre los bienes y el ser humano, sino como lo que en el fondo es: una ciencia que trata las relaciones entre los seres humanos dentro de la producción, distribución y consumo. Cuando hablamos de economía, olvidar al productor, al consumidor, las relaciones entre los humanos en la esfera de la producción y el consumo (y sobre todo, sus relaciones de poder), significa olvidar gran parte del fenómeno económico, cosa que sigue unos intereses muy definidos: hacer de la economía un instrumento técnico que no refleje las desigualdades inherentes en el sistema.
Conceptos básicos sobre la crisis capitalista. Ciclos de Kondratieff.
Antes de nada, conviene recordar ciertos apuntes teóricos sobre las crisis, para entender cómo otras personas respondieron a las cuestiones que ahora nos preguntamos. En primer lugar, el economista ruso del siglo XIX Kondratieff, analizando los estados de auge y caída de los precios en un capitalismo prematuro, elaboró una teoría cíclica de las crisis capitalistas. Las crisis formarían parte indisoluble del sistema capitalista, dibujando una curva sinusoidal recurrente con unos ciclos de 45-65 años de duración. El siguiente gráfico, que ilustra perfectamente esta forma sinusoidal que comentamos, se hace midiendo los diferentes precios teniendo en cuenta la inflación a lo largo del tiempo.
Podemos distinguir 6 ciclos Kondratieff desde el principio del capitalismo, caracterizados cada no por una histórica crisis capitalista que pondría fin a un período de auge económico. El primer ciclo es anterior a la crisis de 1837, el segundo ciclo estudiado comienza en la crisis de 1837 y dura hasta la siguiente crisis, la “Gran Depresión de 1873”, el tercer ciclo, que nos sonará, va desde esta crisis hasta el “Krack de 1929” que dio comienzo al fordismo y al keynesianismo, el cuarto ciclo que comienza con la Segunda Guerra Mundial y dura hasta la Crisis del Petróleo de 1974, y el último ciclo va desde 1974 hasta la actual crisis Financiera de 2008.
Se puede observar no sin cierta sorpresa que se trata de una realidad comprobable el hecho de que las crisis se repiten y que parecen no solucionarse. Sorprende también la exactitud en la duración de estos ciclos, que se mueve entre los 40 y los 55 años. La pregunta que nos llega a la mente no puede ser sino la siguiente: si las crisis cíclicas se cumplen con tremenda puntualidad y son tan observables, ¿es porque juegan algún tipo de papel en el sistema?
Crisis de subproducción del modelo medieval.
Comenzamos el análisis viajando hacia la sociedad feudal, donde las crisis que se daban eran de subproducción, esto es, que se producía menos de lo que se necesitaba. Nos es familiar la manera en la que los fenómenos de hambruna, malas cosechas y miseria, condicionados por el ciclo del cultivo de la tierra y sus resultados (ya que era el único sector productivo), aparecían en el día a día feudal. El intercambio presente en las sociedades feudales correspondía al esquema M-D-M (Mercancía-Dinero-Mercancía) primando en este caso el valor de uso (el valor que tiene una mercancía según el uso que le damos) sobre el valor de cambio (valor de una mercancía como mercancía de intercambio). Un ejemplo típico es el campesino que vende su cosecha (mercancía) a cambio de unas monedas o algo de sal (dinero) para que él pueda comprar madera para su hogar (mercancía). Esta producción simple es una producción para el consumo típica de la producción precapitalista.
No obstante, cuando llega la mercantilización en los inicios del capitalismo, algunos campesinos cuentan, tras varias décadas de comercio, con una suma de capital acumulado (dinero) que les permite comprar una mercancía y luego volver a venderla por una suma de capital mayor. El campesino deja de ser productor para convertirse en lo que Engels llama la clase comerciante, una clase parásita porque ejerce de intermediario entre dos productores, no produce y sin embargo es indispensable. Se sitúa entre estos dos productores a la vez que se lleva el beneficio del intercambio. Este esquema sigue el conocido ciclo D-M-D’ (también llamado circulación del capital): compra de mercancía a cambio de dinero (D) para venderla a un precio mayor, en el mercado (D’). Este diferencial, D’-D, es el origen de la acumulación capitalista, que se convertirá en el objetivo último de los comerciantes, la acumulación por la acumulación, ya que de esta manera crece su capital.
Cuando la abundancia genera miseria. Plusvalor y sobreproducción.
Pero, ¿de donde viene el diferencial D’-D? Los economistas clásicos explicaban que este sobrevalor o plusvalor, se producía en el intercambio: mágicamente se añadía un valor cuando una mercancía se intercambiaba. Marx demostró que este plusvalor se lo da el factor trabajo, es decir, el productor o trabajador cuando produce la mercancía. Podemos tener un campo de trigo, los utensilios y el capital para poner todo en marcha pero todo esto no tienen ningún valor: hacen falta trabajadores que conviertan todos estos elementos en un producto final que se puede vender y que tiene valor. A la hora de pagar al trabajador por su mano de obra, se le paga menos de lo que produce sino la producción para la venta no tendría ningún sentido, no generaría beneficio para el capitalista. Es lo que la economía marxista llama plusvalía, es decir, D’-D. Además, si vamos hasta el final del razonamiento, si los trabajadores no reciben el total del valor de lo que producen, la demanda es necesariamente menor que la oferta, por lo que el consumo es inferior a la producción simplificando mucho. Aquí se ve patente el fenómeno de la sobreproducción.
En este esquema capitalista, la crisis no se produce por subproducción sino al contrario: algunos productos no se venden, la abundancia provoca la crisis: se trata de las crisis de sobreproducción (o subconsumo). Se produce cuando el diferencial D’-D se hace menor. Esto ocurre en todos los mercados cuando la competencia aumenta: a más competencia, más bajos los precios y a menos que se le pague menos al trabajador, D’-D disminuye. Es en esta disminución donde reside la naturaleza de las crisis en el capitalismo. Esta disminución de la tasa de ganancia ((D’-D)/D) en un mercado o sector implica su estancamiento, ya que no aceptará nuevas inversiones, lo que llevará a que los capitalistas lleven su capital a otro sector provocando una sobreinversión en ese nuevo sector. Esta sobreinversión satura la tasa de ganancia (mayor competencia, menores precios: volvemos al principio), lo que provoca un cese de inversión en esos sectores, es decir, un capital que deja de circular, que se guarda y se inutiliza. A esto se le llama interrupción en el proceso de circulación (retención del poder de compra), el cual puede provocar el fenómeno de la sobreproducción. El ciclo del capital D-M-D’ se interrumpe y el beneficio comienza a caer, haciendo un efecto multiplicador sobre la ya descendiente tasa de ganancia.
Cuando la tasa de ganancia (D’-D)/D disminuye en prácticamente todos los sectores, la recolocación de capital no tiene ningún tipo de beneficio para el capitalista. En palabras de Paul Sweezy en “Teoría del Desarrollo Capitalista”:
“Cuando esto sucede, los capitalistas no están obligados a reinvertir bajo condiciones que deben considerar como desfavorables: pueden posponer la reinversión hasta que las condiciones les sean favorables otra vez (D’-D sea normal otra vez) o bien se hayan resignado a una nueva y más baja tasa media de ganancia.”
Entretanto el aplazamiento de la reinversión ha interrumpido el proceso de circulación y provocado la crisis y la sobreproducción.
“La crisis y la depresión subsecuente forman parte del mecanismo por el cual la tasa de ganancia es restituida completa o parcialmente a su nivel previo. No es verdad por consiguiente que la tasa de ganancia deba desaparecer o volverse negativa para producir una crisis.”
En otras palabras, las crisis forman parte del ciclo económico del capitalismo y juegan un papel esencial: restablecer el equilibrio de la tasa media de ganancia (tasa de ganancia no de una empresa o sector en particular sino del conjunto de las empresas de una sociedad) mediante la destrucción de capital (cierre de empresas, trabajadores despedidos, amortizaciones que no se cumplen). La crisis y sus consecuencias sobre la población son una fase ordinaria de la economía. Este es uno de los mayores aportes de la economía marxista a la teoría de la crisis, que retrata el carácter inhumano del sistema capitalista y nos anuncia una afirmación cruel y verdadera: el capitalismo necesita a la crisis para sobrevivir.
Crisis del Petróleo de 1973 y el proyecto Neoliberal.
El fin del modelo keynesianista, célebremente ilustrado por los acuerdos de Bretton Woods (fin del Patrón Oro) se tradujo en una apuesta por el mercado financiero y una desregulación de mercados con su consecuente especulación en un marco mundial donde un tercio de la humanidad vivía bajo un mercado planificado, rumbo al socialismo. En ese momento, y como bien avisa David Harvey, el proyecto neoliberal nace más como un intento de supervivencia y renovación del capital más que como una estrategia de conquista geopolítica del mundo. Esto no quiere decir en ningún momento que este proyecto no tuviera unos actores muy definidos geográficamente en los EEUU y aliados ni un “programa económico-político”. De hecho, en cuanto se comenzó a poner en práctica de la mano de las dictaduras latinoamericanas (efectivamente, libremercado y dictadura se llevan bastante bien, tal y como trató de esconder Hayek en “Camino de servidumbre”), se potenció un bagaje ideológico que comenzó a calar desde entonces: individualismo, enriquecimiento personal, meritocracia y la desigualdad como algo natural, la ecléctica amalgama conservadora y liberal característica de Reagan y Thatcher. Dos frases de la Dama de Hierro ilustran estupendamente sus objetivos: “No hay sociedad, sólo hombres y mujeres individuales” y sobre todo “La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma”, haciendo gala de un conocimiento materialista económico profundo.
De lo que se trataba era básicamente de arrebatar a las clases trabajadoras lo que habían ganado a lo largo del keynesianismo, ese colchón social que los convertía en “algo más que proletarios”. El escenario internacional neocolonial con unos mercados internacionales rígidos (mapa neocolonial completo, mercados rusos y chinos volcados hacia su interior) sumado a una excesiva competencia mundial a causa del desarrollo tecnológico obligaron a que el expolio no mirara hacia fuera, sino hacia dentro: el desarme del Estado y sus prestaciones. J.R. Moreno utiliza la acertada expresión “Acumulación por desposesión”. Siguiendo su artículo (disponible en: http://laberinto.uma.es/) los cambios principales con respecto al modelo anterior son:
1-La compresión espacio-temporal: aceleración del tiempo de rotación del capital mediante la aceleración del consumo, la obsolescencia programada, las modas estúpidas y las nuevas tecnologías.
2-La deslocalización de la industria hacia la “periferia” para conseguir una mayor tasa de ganancia (salarios infinitamente inferiores), así como la terciarización de la economía, como consecuencia de la partida de la industria y como proyecto de división de la clase trabajadora.
3-La dependencia del sistema financiero con su hiperacumulación que no corresponde con una acumulación de la economía real (tiempos de rotación muy diferentes) y el establecimiento del mercado de futuros, que no es más que un paliativo cortoplacista de esta hiperacumulación.
4-Producción toyotista, que sustituye al fordismo, basado en la eliminación del stock (no hace falta abastecerse del almacén, se hace todo por encargo y en el momento) y su estrategia anti-sindical (véase el artículo de la Asociación Jaime Lago). Al tratarse de una producción flexible, se necesita un ejército de reserva estructural rotatorio, esto es, el fin del pleno empleo y la necesidad de tener un ejército de parados que por un lado, empujen los salarios a la baja y por otro lado, justifiquen los recortes laborales.
En el siguiente gráfico, que compara la parte del trabajo (salarios) y la parte del capital (rentas empresariales) en la renta total de España, se puede apreciar en tan solo doce años una convergencia y sorpasso de la parte del capital sobre la parte del trabajo. En otras palabras, el capital y las clases capitalistas están expoliando a la clase trabajadora.
El gráfico siguiente analiza los mismos parámetros centrándose en el período de la crisis, donde el sorpasso, que es espectacular, demuestra la intención real de las crisis: volver a repartir el pastel beneficiando a las clases adineradas en detrimento de las clases trabajadoras.
Acumulación por desposesión. La lucha del capital contra el trabajo.
Ahora bien, ¿donde está la desposesión? ¿en qué consiste? Se trata de sistema de acumulación de capital algo diferente a la típica explicación fordista de la plusvalía (que sigue existiendo en el neoliberalismo, claro está): entendiendo el “pastel” económico, esto es, el reparto de la renta entre el capital y el trabajo (algo así como un medidor de la fuerza de ambos contendientes en una nación) como un juego de suma cero, de lo que se trata es de expropiar a las clases trabajadoras de lo poco que tienen. Moreno nos explica los cuatro puntos clave de esta desposesión:
1-Privatización y mercantilización, es decir, convertir en mercancías todos los bienes y servicios públicos.
2-Financiarizacion: centrarse en el ámbito y la economía financiera, desarrollándola hasta esclerotizarla.
3-Gestión y manipulación de las crisis, esto es, toda una cínica maquinaria de “utilizar la crisis en el beneficio del capital”. Naomi Klein en “La doctrina del Shock” lo explica de manera veraz y profundizada: un ejemplo es la trampa de la deuda, en la que la deuda privada de los bancos se socializa mediante el Estado y la acabamos pagando todo el pueblo o bien la creación deliberada de desempleo para conseguir un excedente de mano de obra y abaratar de esta manera los salarios (el salario medio en 2008 rondaba los 1900€ mientras que en 2012 era de 1350€). En resumen, en tiempos de crisis lo impensable se convierte en probable.
4-Redistribución de la riqueza con el Estado como agente de distribución. Esto último hay que entenderlo muy bien ya que queda probado que el neoliberalismo no está en contra del Estado, sino que lo utiliza para su beneficio (o más bien el beneficio de la clase que lo controla): reformas laborales, ley de evasión de impuestos, recortes del gasto público, socialización de la deuda privada etc son propuestas del ejecutivo.
El ejemplo de la vivienda en la acumulación por desposesión.
El triste pero ilustrativo ejemplo español es el de los desahucios de viviendas: ¿qué son 400.000 viviendas perdidas por el conjunto de la clase obrera si no una expropiación por parte del capital financiero? El mecanismo es muy simple: concesión de créditos a familias y personas que no tienen la seguridad de devolverlo por parte de un banco al que le comprarán una vivienda a un precio desorbitado seguido de los consecuentes problemas de pago con la desaceleración económica que lleva a un embargo de la casa y a la obligación del reembolso del crédito. Resultado: la banca vuelve a ganar la vivienda, junto con una cantidad desorbitada e inflada del préstamo. Y así con más de 400.000 viviendas.
En el momento del desahucio podemos observar dos últimos elementos característicos de este mecanismo de expropiación: por un lado el refuerzo del aparato coactivo, en este caso la policía nacional, que muy cruelmente juega el papel de protector de los intereses bancarios y capitalistas y por otro lado la respuesta organizada del pueblo, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, compuesta por activistas que poco tienen que ver con el activista medio anterior a la crisis. Son las dos monedas de la realidad social durante esta crisis económica caracterizada por la acumulación por desposesión, son las dos caras de una sociedad dividida y polarizada entre los que sacan tajada de la crisis y los que la sufren.
Sin embargo, el expolio no se para en el ámbito de las viviendas, sino que, como hemos podido observar en los países del sur de Europa y en especial en España, el ataque se ha dirigido hacia la Sanidad y la Educación (además de otras prestaciones como la ayuda a discapacitados o las pensiones).
Comprender, analizar y estudiar las crisis es fundamental en el día a día del que las sufre en su propia piel de la misma manera que es necesario actuar para cambiar un sistema que precisa de estas crisis para sobrevivir y redistribuir la riqueza en favor de las clases dominantes.
No obstante, tras las elecciones al Parlamento Europeo y el auge de la extrema derecha en el continente, tenemos que recordar la célebre frase de Antonio Gramsci sobre la crisis y uno de sus productos que no hemos podido tratar en este artículo, pero que no hay que dejar de lado:
“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.”
Artículo del colaborador del Blog Ssociólogos Fidel Oliván Navarro.
Fuente Fotos: eitb.com - d-bits.com - pcoesevilla.blogspot.com.es - idealista.com – manuelmoralesg.blogspot.com.es