Antonio Blanco Sequera
La Asamblea Nacional, convertida hoy en el bastión de la burguesía y los intereses imperialistas para el derrocamiento del gobierno bolivariano, se ha planteado allanar el camino para que desde los organismos multilaterales (ONU, OEA) se dé una intervención directa, y ya sabemos de qué forma se dan las intervenciones “humanitarias” por parte de las potencias.
Las consecuencias de un acuerdo como ese lo que logra es complicar el escenario político en el marco de una grave crisis económica y social que requiere de un gran consenso nacional.
Una emergencia humanitaria no es otra cosa que, una de las crisis más importantes en el marco de las relaciones internacionales se da en casos en los que la gente muere por enfermedades, violencia y desplazamientos por guerra, lo que significa que el Estado ha dejado de garantizar los mecanismos normales y las instituciones democráticas y la sociedad civil son fragmentadas.
Una crisis humanitaria como la describe Väyrynen 1996:19 en su libro Los retos de la globalización, “es una profunda crisis social donde gran cantidad de personas mueren y sufren la guerra, la enfermedad, el hambre y el desplazamiento debido a desastres naturales y los provocados por el hombre”.
Esto significa que tiene que darse una situación excepcional de muertes generalizadas por pandemia o guerra civil, (caso que no es el nuestro) para declarar un estado de crisis humanitaria.
A medida que las potencias avanzan en su confrontación por la hegemonía global y el control de los recursos estratégicos, las periferias son víctimas de toda esta pugna, determinando situaciones que afectan a sus ciudadanos. En la actualidad los EEUU y la UE han devenido en un binomio que a través de la utilización de las llamadas “fuerzas de paz”, e intervenciones “humanitarias” han sembrado de muerte y desolación a regiones enteras.
Venezuela es un objetivo estratégico de los EEUU en su afán de mantenerse como la única potencia hegemónica, enmarcada en su “Proyecto para un Nuevo Siglo Americano”, por lo que la ofensiva se desarrolla en tratar de argumentar (mediáticamente) que somos un Estado fallido y así lograr intervenir y fragmentarnos como nación.
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