El sistema actual, es el causante de los múltiples problemas que aquejan a nuestra sociedad, y viendo lo que se está haciendo –causa, solución y efecto-, pienso que se producirán las mismas consecuencias. El capitalismo sangrante que impera en Europa, apoyado y fomentado por la gestión política, está lejos de ser un “capitalismo social” que fue quien hizo desarrollarse al viejo continente después de la segunda gran guerra. Es lo que está produciendo un sistema financiero, que no hace otra cosa que destruir las bases de convivencia del sistema de bienestar utilizando como arma de destrucción masiva, la crisis del euro. Esta crisis, es la que está ocasionando la desunión europea. Durante los últimos 20 años -¿Se acuerdan del “España va bien”?-, se fue gestando un tipo de capitalismo “neo-liberal”, dominado por las instituciones financieras que viven y se nutren de la creación de deuda pública. Para maximizar sus beneficios, con el mínimo capital inversor, utilizan los llamados derivados. (Pinche para saber que son) Aquí entra de lleno la llamada “burbuja inmobiliaria”. Para la mayor parte de los mortales, la mayor inversión de su vida es la adquisición de su propia casa, de su propia vivienda. El mercado hipotecario percibió un gran negocio, y se lanzó a esa industria con las fauces afiladas. A través de instrumentos legales como la Ley de Liberalización del Suelo, se empezó a construir hasta en una maceta, basando el beneficio en una mano de obra importada y barata, y con una inversión nutrida en créditos de bajo interés en su gran mayoría. Se dejaron de lado las inversiones productivas y se tiraron a la basura todo tipo de innovaciones. La especulación en papel bursátil era la reina del fundo. Pero como las burbujas no son eternas, y los precios empezaron a ser desmesurados, el consumo empezó a flojear, con las conocidas consecuencias de impagos de créditos, y las subsiguientes quiebras de empresas y personas. En ese momento, los estados empezaron a salvar a los bancos y las financieras. Los bancos no daban créditos –a ningún sector, sin excepción-, y como el sistema se basa en el circulante, la crisis financiera se convirtió en industrial y productiva, con el consiguiente aumento del desempleo. Es el comienzo de la debacle. Si analizamos los países con problemas (Irlanda, Portugal, España, Italia y Grecia), las bases del crecimiento de su economía eran especulativas, no productivas, con lo que las bases de solución eran seguir pidiendo dinero, seguir aumentando su deuda, sin caer en la realidad particular de que hay que devolver ese dinero con su interés correspondiente. Esta realidad, unida a la baja recaudación motivada por el frenazo en la producción y el consumo, hizo que los países afectados no tuvieran el suficiente respaldo económico para poder hacer frente a sus compromisos. De ahí las soluciones leoninas de recortes sociales. En estos momentos, el capital financiero sale reforzado, ya que después de obtener unas ganancias cuantiosas en el pasado, las pérdidas –neo-liberalismo puro y duro-, son sufragadas por los estados. Al los ciudadanos, que les den morcilla. La llamada “casta política”, se enfrenta a la mayor crisis de credibilidad conocida en los últimos años. Es mayoritaria la percepción que los políticos no representan a los ciudadanos. Todos hemos oído lo de que “son todos iguales”. Incluso es normal leer en foros de debate PPOE. Los partidos políticos, viven en una endogamia preocupante. Hoy soy yo, mañana será tú, con lo que no articulan mecanismos que sirvan para solucionar los verdaderos problemas cotidianos. La corrupción campa libre y risueña, mientras que los responsables miran con regocijo a las clases financieras y con cautela y desconfianza a la clase trabajadora. El embudo vuelve a aparecer, con su extremo ancho para unos pocos, y el estrecho para la gran mayoría. Los recortes –ajustes, según el nuevo lenguaje del PP-, no hacen más que sangran al ciudadano, y los datos no son todo lo optimistas que quisieran ser -el desempleo no desciende, la sanidad empeora, el consumo se retrae, la educación se vuelve insostenible, etc, etc, etc-, con lo que debemos de cuestionarnos las medidas adoptadas y a adoptar. ¿Ha mejorado Grecia con las vueltas de tuerca aplicadas? ¿Y Portugal? La respuesta es: no. Pues bien señores gobernantes de España y Europa, cambien su forma de hacer las cosas, porque si siguen por este camino, nos llevan al despeñadero a casi todos. ¿No será eso lo que quieren conseguir?
El sistema actual, es el causante de los múltiples problemas que aquejan a nuestra sociedad, y viendo lo que se está haciendo –causa, solución y efecto-, pienso que se producirán las mismas consecuencias. El capitalismo sangrante que impera en Europa, apoyado y fomentado por la gestión política, está lejos de ser un “capitalismo social” que fue quien hizo desarrollarse al viejo continente después de la segunda gran guerra. Es lo que está produciendo un sistema financiero, que no hace otra cosa que destruir las bases de convivencia del sistema de bienestar utilizando como arma de destrucción masiva, la crisis del euro. Esta crisis, es la que está ocasionando la desunión europea. Durante los últimos 20 años -¿Se acuerdan del “España va bien”?-, se fue gestando un tipo de capitalismo “neo-liberal”, dominado por las instituciones financieras que viven y se nutren de la creación de deuda pública. Para maximizar sus beneficios, con el mínimo capital inversor, utilizan los llamados derivados. (Pinche para saber que son) Aquí entra de lleno la llamada “burbuja inmobiliaria”. Para la mayor parte de los mortales, la mayor inversión de su vida es la adquisición de su propia casa, de su propia vivienda. El mercado hipotecario percibió un gran negocio, y se lanzó a esa industria con las fauces afiladas. A través de instrumentos legales como la Ley de Liberalización del Suelo, se empezó a construir hasta en una maceta, basando el beneficio en una mano de obra importada y barata, y con una inversión nutrida en créditos de bajo interés en su gran mayoría. Se dejaron de lado las inversiones productivas y se tiraron a la basura todo tipo de innovaciones. La especulación en papel bursátil era la reina del fundo. Pero como las burbujas no son eternas, y los precios empezaron a ser desmesurados, el consumo empezó a flojear, con las conocidas consecuencias de impagos de créditos, y las subsiguientes quiebras de empresas y personas. En ese momento, los estados empezaron a salvar a los bancos y las financieras. Los bancos no daban créditos –a ningún sector, sin excepción-, y como el sistema se basa en el circulante, la crisis financiera se convirtió en industrial y productiva, con el consiguiente aumento del desempleo. Es el comienzo de la debacle. Si analizamos los países con problemas (Irlanda, Portugal, España, Italia y Grecia), las bases del crecimiento de su economía eran especulativas, no productivas, con lo que las bases de solución eran seguir pidiendo dinero, seguir aumentando su deuda, sin caer en la realidad particular de que hay que devolver ese dinero con su interés correspondiente. Esta realidad, unida a la baja recaudación motivada por el frenazo en la producción y el consumo, hizo que los países afectados no tuvieran el suficiente respaldo económico para poder hacer frente a sus compromisos. De ahí las soluciones leoninas de recortes sociales. En estos momentos, el capital financiero sale reforzado, ya que después de obtener unas ganancias cuantiosas en el pasado, las pérdidas –neo-liberalismo puro y duro-, son sufragadas por los estados. Al los ciudadanos, que les den morcilla. La llamada “casta política”, se enfrenta a la mayor crisis de credibilidad conocida en los últimos años. Es mayoritaria la percepción que los políticos no representan a los ciudadanos. Todos hemos oído lo de que “son todos iguales”. Incluso es normal leer en foros de debate PPOE. Los partidos políticos, viven en una endogamia preocupante. Hoy soy yo, mañana será tú, con lo que no articulan mecanismos que sirvan para solucionar los verdaderos problemas cotidianos. La corrupción campa libre y risueña, mientras que los responsables miran con regocijo a las clases financieras y con cautela y desconfianza a la clase trabajadora. El embudo vuelve a aparecer, con su extremo ancho para unos pocos, y el estrecho para la gran mayoría. Los recortes –ajustes, según el nuevo lenguaje del PP-, no hacen más que sangran al ciudadano, y los datos no son todo lo optimistas que quisieran ser -el desempleo no desciende, la sanidad empeora, el consumo se retrae, la educación se vuelve insostenible, etc, etc, etc-, con lo que debemos de cuestionarnos las medidas adoptadas y a adoptar. ¿Ha mejorado Grecia con las vueltas de tuerca aplicadas? ¿Y Portugal? La respuesta es: no. Pues bien señores gobernantes de España y Europa, cambien su forma de hacer las cosas, porque si siguen por este camino, nos llevan al despeñadero a casi todos. ¿No será eso lo que quieren conseguir?