Ahora mismo me debato entre dos posturas. La primera, mas profesional, trata de encontrar una buena manera de empezar esta reseña describiendo el material de base. La segunda, mas práctica, es la de referir al lector a la introducción que ya realicé de la anterior película , porque resulta más que adecuada para entrar al meollo en esta nueva entrega en cines de “Dragon Ball Z La resurrección de F”. Yo me decantaría por la segunda.
Dragon Ball Z: Fukkatsu no F es el título original de esta obra, que plantea una reutilización poco disimulada de la figura del villano Freezer, un viejo conocido de la serie de animación. La elección de este villano no es para nada accidental, entre los muchos fans de la licencia hay corrientes que opinan que la muerte de Freezer debería haber sido el final del manga original y de su adaptación en anime. Tal es la popularidad de este enemigo, que a través de sus múltiples formas nunca ha escondido su carácter despótico y dictatorial. El juego empieza cuando unos sirvientes del caído imperio de Freezer deciden resucitar al villano mediante la ayuda de las bolas del dragón, siete bolas con la capacidad de invocar al conocido dragón Shenron una vez reunidas, dragón que a su vez proporciona un deseo. Posteriormente, resucitado con ciertos mecanismos de narrativa un poco gratuitos, Freezer decide vengarse de su rival, Goku, y entrena para volver a la tierra y consumar su venganza.
En un primer visionado, la duda me asalta constantemente. El universo Dragon Ball esta evolucionando. Todo lo que se ha contado en entregas anteriores (serie de animación original, películas, OVAs) ahora parece estar sujeto a cambio. Los niveles de poder de los personajes, ajustados tiempo ha, parecen ser retocados para favorecer a la narrativa. La descripción del infierno de la tierra, que también aparecía en la anterior Fusión (Fukkatsu no fusion!! Goku to Vegeta, 1995), ha sido relativizada y modificada para adaptarse a este film. Estas convenciones ya habían sido instauradas por la serie original, y algún fan tendrá cierta sensación de incredulidad, sensación que el resultado final no mitiga. Wiss y Bills, los personajes introducidos en la anterior película (La batalla de los dioses), aparecen ya como viejos conocidos, que han llegado para quedarse. Las relaciones establecidas entre el cuarteto formado por Wiss, Bills, Goku y Vegeta son explicadas al estilo de la casa, que en ocasiones acierta, y en otras parece que el trago de cerveza caliente que queda para acabar la jarra.
Cierto es que la película mantiene ciertas constantes a las que agarrarse: el humor clásico de la saga, los momentos de ruptura de tensión, y algún “por-que-si” que enlazan con el ADN de la obra original. Y es divertido e interesante recuperar un gran personaje como Freezer, que da vida a una rivalidad reciclada entre los protagonistas y el antagonista que nos retrotrae a aquellos tiempos de la serie original. Aunque toca enarbolar los peros. El gran momento musical con la potencia de la canción de Maximum the Hormone se desaprovecha en imágenes estáticas y secuencias de historia. La gran batalla contra los soldados de Freezer carece de sentido total, y el ajuste del poder de los secundarios, así como la elección de ellos, es bastante discutible (aunque agradezco el guiño al maestro Tortuga, muy merecido). La expresión “gratuitamente” cobra sentido tanto con sorpresas a lo largo de la película como con el desenlace final, que se hace previsible desde los 30 primeros minutos de film. Queda mucho espacio para mejorar en lo narrativo. Técnicamente está, eso si, a un gran nivel. Y aun con todo lo dicho, sigue siendo un gustazo ver a nuestros guerreros favoritos partiéndose la cara en el cine.