Transgresión 0, Discurso romántico rancio 1
María José Agudo
En Tess d´ Urbeville (1891) la sufrida protagonista de la novela de Thomas Hardy (el escritor inglés por el cual el personaje de Anastasia estudió filología inglesa) pasa un sinfín de penurias por integrarse en una sociedad despiadada y conservadora en la que no hay hueco para las mujeres como ella. Aunque están separadas por más de un siglo, Tess resulta mucho más transgresora que la tal Anastasia Steele, la jovencita ingenua y virginal cuyo apellido recuerda a la famosa escritora de novela rosa, la Corín Tellado estadounidense. Es cierto que esperar transgresión o atrevimiento siquiera, en la calculada adaptación de un best seller mundial en donde todo está medido al detalle, era reconozcámoslo una ingenuidad. La maquinaria de Hollywood no puede arriesgarse a perder espectadores por mostrar más de la cuenta y mucho menos, busca desviarse de una historia que ha atraído a millones de lectores (sobre todo mujeres) de todo el mundo.
Así pues, por mucho que la trama esté aderezada con un poco de sexo parafílico (que a estas alturas ya no escandaliza a nadie) 50 sombras de Grey está más enfocada a un público adolescente que uno adulto, al mismo de la saga Crepúsculo o de otras adaptaciones en donde se reproducen patrones románticos de lo más carcas y simples, amén de roles que conviene que vayan desterrando, porque algunos caen en el machismo más rancio. Una vez más, el espectador se encuentra ante el tópico o el cliché narrativo de la transformación por el poder del amor. La chica buena que busca la redención de su príncipe azul. Un esquema simple y efectista que hemos visto infinidad de veces en el cine. En este caso, las dos características más prominentes del príncipe azul son las mismas que las de Richard Gere en Pretty Woman: es muy atractivo y está forrado hasta las cejas. El señor Grey además está obsesionado con el control hasta límites tóxicos y además, por algún trauma infantil (atención a este detalle que convierte esta práctica sexual en algofreudiano) solo experimenta placer cuando sus amantes acceden a ser sometidas en su cuarto de juegos, un cuarto en donde al contrario de lo que piensa Anastasia, no se juega a la X Box precisamente. En el otro extremo, encontramos a la princesa que quiere salvarle y que se siente irremediablemente atraída hacia él. Como mujer no puedo evitar reflexionar sobre la conducta de la chica, sumisa no solo en el juego sexual sino en el resto de su desigual relación. Es cierto que Anastasia no quiere perder el control de su vida, pero durante casi todo el metraje se deja comprar con regalos y lujos que no estarían al alcance del pagafantas de su amigo José, que ya bastante tiene con ser hispano en una película que promueve tan magnos valores.
Como ven, a nivel narrativo poco hay que rascar en esta primera parte dirigida por Sam Taylor- Johnson (Nowhere boy), quien parece que ha tenido sus más y sus menos con la autora de la trilogía E. L. James, y no se sabe si continuará al frente de las dos secuelas que quedan. Sin mucho margen para aportar algo de su cosecha, la directora filma una historia plana, repetitiva, superficial, con personajes de cartón (el más trabajado es el de Anastasia y eso no es decir mucho) y un conflicto reducido a si la protagonista por fin firma un contrato de sumisión o no. Para aligerar la tensión sexual, Taylor-Johnson ha optado por incluir un poco de humor, lo cual es de agradecer porque le resta algo de dramatismo al romance. Esa comicidad queda hasta simpática en el naif personaje de Dakota Johnson (mucho mejor que su partenaire en pantalla Jamie Dornan) pero en ocasiones, invita a la risa involuntaria y a sentir un poco de vergüenza ajena, sobre todo con las perlas que suelta el señor Grey, el típico personaje atormentado cuyas sombras le impiden abrirse a los demás. Quizás eso explique la rigidez y poca expresividad que luce Dornan en toda la película.
"Repite conmigo Grey: Yo no hago el amor, solo follo duro, Yo no hago..."
En cuanto al aspecto formal de la película y como no podía ser de otro modo al ser una producción de estas características, presenta un acabado elegante, con una fotografía muy cuidada que acentúa los cambios de luz. Las escenas de sexo que aparecen, las que no han sido mutiladas, son demasiado pulcras, coreografiadas, musicales... como si en todo momento quisieran recordarnos que están hechas con buen gusto y ni por asomo se parecen al porno. En fin, mientras las veía me vino a la mente lo que una vez dijo Woody Allen "el sexo cuanto más sucio mejor es".
Lo mejor: Dakota Johnson, que sin ofrecer tampoco una interpretación de quitarse el sombrero, logra que empaticemos con su personaje.
Lo peor: Su falsedad, tras la apariencia de película erótica se esconde el típico drama romántico que promueve unos valores rancios, caducos y desiguales.
¿Y a vosotros qué os pareció?