Mi amigo Gilbert ha publicado en su blog, Music and Lyrics, esta crítica a mi novela "Placaje Alto". Muchas gracias. Recuerdo que hace muchos años miraba por el uhf – si no recuerdo mal – los sábados por la tarde los partidos de rugby del torneo de la cinco naciones. Me fascinaba el deporte, bastante más exigente que el fútbol y menos valorado. Leí la tercera novela de Ángel Carrillo Pujol “Placaje Alto”. Este médico de familia y sus distintos alter egos que transitan por sus tres novelas buscando las respuestas del amor perdido – “no se puede recuperar aquello que nunca se tuvo” creo recordar que dice el protagonista en más de una ocasión – nos abre los ojos al mundo del rugby, un deporte que visto desde fuera no deja entrever la filosofía que conlleva su práctica. Juego en equipo, fuera de protagonismos, fuera de lindezas, fuera de florituras, donde el barro deviene tu compañera, el contacto físico las cadenas que te enraízan al equipo, a la tierra. La nobleza es una cualidad que no suele venir de serie, y cuando aparece, cuando sobresale, termina siendo presa, a veces, de todos aquellos entes parasitarios cuyo único interés en su vida consiste en vivir a costa del talento ajeno, a costa de prostituir la deportividad, el espíritu de lucha para suplir su falta de virtudes. Placaje Alto habla de muchas cosas. Habla de amores perdidos, de lo caprichoso que puede ser el recuerdo que siempre termina seduciendo al olvido para que deje de serlo, del entresijo del deporte, de esa tela de araña tejida de informaciones vacuas que vende imagen y hechos anodinos que nada tiene que ver con la práctica del deporte. Profesionalizar a costa de corromper la esencia. Algunos sucumben al desarraigo del oropel. Pero si subsiste la esencia todavía hay esperanza. Una novela que te hace descubrir un deporte que parece no existir en los medios, pero un deporte que va pasando de puntillas y va generando adeptos allí donde arraiga. Curiosamente, mi ahijado Ricard juega en un equipo de rugby y me alegra que una empresa como Nutrexpa haya apostado por esa publicidad donde se le ve, entre otros, en esos entrenamientos. La idea de equipo, la idea de unión, de fuerza, de nobleza es algo que no debe traicionarse ni perderse. Ese es el mérito de esta novela. Hablar de un deporte estableciendo afortunados paralelismos con la vida que llevamos, de cómo influye en nuestro presente, de cómo jóvenes talentos pueden ser utilizados como mercancía con promesas de un futuro mejor a cambio del desarraigo. Mercancía, pura mercancía que traiciona la esencia del deporte, como estamos viendo estos días sobre el tema del dopaje, que también abordó Ángel en este libro, de lectura rápida, fácil y, nunca mejor dicho, felizmente ovalada. Las buenas novelas no deberían ser redondas, sino ovaladas. Totalmente recomendable. Yo ya he decidido recuperar esa parte de mi pasado, esas tardes de sábado donde miraba esos partidos de rugby donde fluía mucha más emoción que en los partidos de fútbol, porque si algo queda claro es que en el rugby no hay escondites. Como tampoco los hay en esta novela de pulso firme, donde algunos perdedores son, en realidad, los ganadores. Es lo que tiene ser fiel a uno mismo. Saberse vencedor aunque el resto te señale como perdedor.