Enmarcada en la época más fuerte de terrorismo islámico y con la guerra de Irak como telón de fondo, una madre y su hijo, ansiosos por abandonar una tierra cercada por los militares israelíes, se reúnen con unos familiares que viven con cierta comodidad en el Estado de Illinois. El choque cultural, el desconocimiento general, el miedo al inmigrante, el considerar a todos los árabes como terroristas en potencia, ... desemboca en un ambiente enrarecido donde la convivencia se convierte en algo insoportable.
Sin embargo, tras este dramático enfoque, el guión sabe encontrar momentos de diversión que suavizan tanta desgracia. Esos pequeños descansos el espectador lo agradece e incluso consiguen arrancar alguna sonrisa.
Los actores Nisreen Faour (madre) y Melkar Muallem (hijo) realizan interpretaciones precisas, adecuadas y muy profesionales. Destacaría especialmente al segundo, un chaval de 16 años, que consigue mostrar con intensidad pero sin caer en el tópico toda la evolución que lleva de la ilusión al desconcierto y de éste al desánimo. Un personaje que varía inevitablemente con las situaciones que se van sucediendo.
Y querría destacar un punto que me pareció muy interesante. Cuando los familiares recogen a sus nuevos inquilinos, ellos creen en todo lo que está generando en Estados Unidos los ataques terroristas. Es decir, son palestinos que apoyan el incremento de la seguridad, la ocupación, la sensación de poner barreras para que su modelo de vida no cambie. Todo eso se desmorona cuando sufren en sus propias carnes esa histeria colectiva. Lo de siempre. Sólo nos revelamos cuando nos afecta.
No es justo que salga con tan pocas copias y, si no me equivoco, sólo en V.O.S. Con una buena promoción y un buen número de salas este cine también puede ser comercial.
José Daniel Díaz