Crítica: Big Bad Wolves (2013) de Aharon Keshales y Navot Papushado

Publicado el 01 junio 2014 por Proyectorf @Proyectorfant

Ficha Técnica de la película

Título original: Big Bad Wolves
Año: 2013
Duración: 110 min.
País: Israel
Director: Aharon Keshales, Navot Papushado
Guión: Aharon Keshales, Navot Papushado
Música: Haim Frank Ilfman
Fotografía: Giora Bejach
Reparto: Lior Ashkenazi, Tzachi Grad, Rotem Keinan, Dov Glickman, Menashe Noy, Dvir Benedek
Productora: United Channel Movies
Género: Thriller | Crimen. Policíaco. Secuestros / Desapariciones. Venganza. Comedia negra

La moraleja ha muerto. Viva la moraleja (?)

Luego de haber visto Big bad wolves, me enteré que éste fue el film que más sorprendió a Quentín Tarantino en el 2013. Sin dudas, eso explica mucho de lo que verás ahí. Big bad wolves me hizo pensar en la breve moda de los linchamientos hace un par de meses en la Argentina, la locura del argumento y los personajes son lo suficientemente contundentes para demostrar las consecuencias y la estupidez de ese acto mal llamado “justicia por mano propia”.

La escena de apertura junto con el título nos dan la pequeña referencia a la figura del lobo mediatizado y globalizado en el mundo de hoy, que ataca a la inocencia representada en caperucita roja. Estamos hablando del pedófilo. Una linda metáfora para entender lo que viene después. La pedofilia es lo único que une el repudio de absolutamente todos. Despierta la bestialidad y los pensamientos más oscuros del ser humano común, todos son potencialmente los peores asesinos si su hija menor es abusada y asesinada por un pedófilo.

Big bad wolves juega además con la tortura y la brutalidad policial, ya que en este caso la “autoridad” actúa por espaldas de la legalidad, porque todavía no tiene las herramientas para terminar de juzgar al supuesto culpable y porque el policía inicial (Micki) fue separado del caso por la filtración por internet de un video que demuestra su accionar torturador.

El argumento tiene como protagonista a Dror (Rotem Keinan), profesor del colegio y es señalado como culpable, pero desde su primera aparición tenemos la sospecha que no tiene absolutamente nada que ver y es señalado injustamente. Micki (Lior Ashkenazi) es el policía que está completamente convencido de su culpabilidad y recurre a las peores prácticas para poder extraer su testimonio, con una gran paliza de parte de matones desde el principio de la película. Desde arriba lo separan del caso, pero le dan la libertad implícita para hacer su voluntad con Dror.

Ahí es cuando Gidi (Tzahi Grad), el padre de la nena asesinada, incurre para realizar justicia en nombre de su hija y captura tanto a Dror como a Micki, por entrometerse en su camino. La actuación de Gidi es espeluznante y logra ponerse en el papel de padre desesperado, tanto que nos hace sospechar por momentos que en realidad es el asesino que sigue buscando víctimas y no tiene límites para elegir.

Una película que se torna ambigua, con una mirada sombría sobre los personajes y su accionar. La dirección de Aharon Keshales y Navot Papushado es genial para darle esos toques de humor negro y de suspenso a una trama interesante y profunda. Gidi quiere hacer con Dror el mismo procedimiento que el  pedófilo realizó con su hija, aunque con algunos cambios obvios. Un hombre tocado de esa manera puede llegar a lo más bajo de la civilidad, pero no se anima a todo, tiene un límite todavía, a pesar que está convencido de la culpabilidad de Dror y nadie le puede siquiera incorporar la duda al respecto. De la misma forma Micki está convencido, pero Dror logra brindarle una pequeña duda, que no logra convencerlo del todo, pero sirve para desencadenar una serie de hechos que profundiza la categoría de humor negro de este thriller, que no tiene miedo en demostrar partes gore en pleno argumento.

Esos toques humorísticos, en algunos casos ayudados por la musicalización, no temen siquiera meterse con el conflicto de Medio Oriente en una genial pequeña escena  sobre el final de la película. El desenlace se torna previsible y deja un sabor bastante amargo, por un mensaje que queda más bien como una reivindicación de la venganza en un universo donde todos son potenciales lobos. La hipocresía de la sociedad nos demuestra que todos somos culpables de algo, en realidad, Gidi no se la agarra con el pedófilo, se la agarra con él mismo.

El argumento, la moralidad ambigua de los personajes,  el suspenso, hasta las actuaciones, todo está llevado al tiempo justo, pero el final derrumba todo y termina por entregarnos una historia tremendamente pesimista. Todo puede estar bien llevado, pero a veces el mensaje final le termina dando entidad a cosas con las cuales uno no se siente de acuerdo para nada. Aun así, se trata de una película interesante y recomendable, sobre todo para los fans de Tarantino.

Esta fue una de las películas que también se pudo disfrutar en el BAFICI

Por Germán Morales