CRÍTICA | Birdman, la disertación sobre la fama y el éxito de Iñárritu

Publicado el 22 enero 2015 por Ginebra Bricollé Nadal @Gine_1414

Cada año tenemos un gran enfrentamiento durante la temporada de premios, el año pasado fue Gravity contra 12 años de Esclavitud, y otros que me vienen así a bote pronto son El Discurso del Rey contra La Red Social o Avatar contra The Hurt Locker. Tras los premios de la Academia siempre acaba uno como gran vencedor y otro como gran perdedor. Este año Birdman tiene el honor de formar parte de este duelo final contra Boyhood. Dos grandes películas que comparten cierto elemento experimental en el producto final. Birdman cuenta con 9 nominaciones a los Oscars y ha ganado multitud de premios de la crítica en categorías tan diversas como mejor película, mejor dirección, mejor actor, mejor guión, mejor montaje, mejor fotografía o mejor banda sonora. 

El film nos habla de como Riggan, un actor que llegó a la fama interpretando un superhéroe (birdman) en los años 90, intenta salir de su ostracismo y demostrar que es un verdadero actor más allá de su incursión en el cine comercial. Para conseguirlo adaptará una obra de teatro en Broadway que él mismo guionizará, protagonizará y dirigirá. Riggan se tendrá que enfrentar no solo a sus propios fantasmas y miedos, sino también a los problemas de última hora y a los egos de los demás actores durante los ensayos con público previos al gran estreno.

La película parte de un tema terriblemente atractivo para el espectador medio, el precio de la fama, la necesidad de ser reconocido que todos de manera más o menos consciente y en una mayor o menor escala buscamos a lo largo de nuestra vida, para desmontar y destrozar con un brillante cinismo el star-system, el cine de superhéroes, y a los actores encasillados en él. A lo largo del metraje asistimos como un torbellino imparable a todos los detalles que pasan entre bastidores, los choques ideológicos, los egos y la lucha para llegar a ser algo en el mundo del espectáculo, del film business y de la actuación.

A lo largo de la mayor parte de Birdman, asistimos a una sincronización total de dirección, fotografía, guión, música y actuación. El film funciona como un reloj suizo con gran precisión. Paradójicamente aunque toda la gran coreografía de movimientos de actores cámara y la planificación de esta sirven para llevar a la excelencia todos los recursos que puede ofrecer el medio cinematográfico, también resulta teatral, no tanto por la sinopsis, sino por las repeticiones de escenas, diálogos, movimientos que ayudan a definir poco a poco todas las piezas del puzzle.

Dentro de toda esta mágica del cine, el elemento sobrenatural y ambiguo presente a lo largo de la película con esa voz en off, esa habilidad telequinésica para mover y tirar objetos, queda algo desdibujado. Su aumento súbito de protagonismo en el último acto sin gran justificación provoca que un final que debería convertirse en una patada en el estómago hacia una sociedad mediatizada que anhela la fama y el reconocimiento a cualquier precio, y hacia esos “dioses” que deciden lo que vale y lo que no; se acaba convirtiendo en un final dulce, optimista, soñador y poco valiente.

A nivel puramente técnico todo brilla. Una dirección y una fotografía compenetrada en la que Iñárritu y Lubezki juegan a crear magníficos plano-secuencia que construyen las unidades narrativas y dividen las secuencias; un cómplice montaje de Douglas Crise y Stephen Mirrione; y una brutal banda sonora de Antonio Sanchez a base de percusión para meternos de lleno en la angustia, la presión y la tensión del protagonista.

Birdman es un film muy coral, donde todo el reparto forma un crisol de personalidades que bajo una apariencia cómica muestran un interior muy humano. El protagonista de la función es Michael Keaton el encargado de interpretar a Riggan. El actor estadounidense que prácticamente ya tiene el Oscar en el bolsillo vuelve por todo lo alto, con una película que como aquel luchador de Mickey Rourke, habla más de su vida que de la de Riggan. A éste le acompañan un sorprendente Zach Galifianakis, que deja las muecas y tonterías habituales para interpretar al atareado productor y mejor amigo de Riggan, Jake; Edward Norton interpretando a Mike, arrogante actor del método que busca la fama por otro camino, pero que al final se siente tan frustrado como nuestro protagonista; Emma Stone como Sam la hija ex-drogadicta de Riggan que intenta superar los fantasmas del pasado; y en papeles más pequeños Naomi Watts, Amy Ryan y Andrea Riseborough.

Birdman es una de las mejores cintas del año que a pesar de que no acaba de saber manejar el elemento sobrenatural siempre presente en la película, contiene un reparto en estado de gracia, y una artesanía a la hora de realizar la película dignas de reconocimiento.

NOTA