Atrás quedaron las mejores películas de Atom Egoyan. Nominado al Oscar por partida doble, guión y dirección, por "El dulce porvenir" su trayectoria nunca consiguió arrancar definitivamente entre el gran público. Su propuesta en "Chloe" podría acercarse a un mayor porcentaje de público avalado por unos intérpretes consagrados como Liam Neeson y Julianne Moore y alguna en plena efervescencia como Amanda Seyfried.
Ya en San Sebastian su recibimiento fue frío tanto en la crítica como en el público. Si tuviera que definir este trabajo cinemtográfico lo haría diciendo que es un telefilme de televisión rodado con estilo. Su historia se acerca a las películas de sobremesa que asaltan las televisiones donde personas desequilibradas engañan y sorprenden a pobres ciudadanos necesitados de emociones.
Si algo diferencia esta trama de las habituales es el factor sorpresa. Los giros en el guión y el beso entre las dos mujeres protagonistas es lo más llamativo de un film que parece hecho por encargo y que realmente acaba sin desvelar por qué este relato merecía ser contado.
Personajes con distintos roles que encarnan con solidez el plantel interpretativo. Una mujer desconfiada buscando algo que de sentido a su rutinaria vida, una joven atractiva demasiado confiable y un marido en continua sospecha dan vida a lo que busca "Chloe": generar impresiones en el espectador que se modifican según pasan los minutos hasta llegar a sentirse idiota por haberlas creído.
Esos engaños al respetable que se esconden detrás de una propuesta cinematográfica no dejan de ser señales de humo y niebla que esconde el verdadero fondo del film. Y cuando quieres esconder la realidad a veces es porque no hay mucho que contar. Atom Egoyan envuelve en capas como si fuera una cebolla algo muy simple que se queda en nada.
Un ejercicio de guión con demasiado premio. Su estreno en cines se avala en todos los nombres que se refugian tras "Chloe"; una lástima que aporte tan poco y se disuelva como un azucarillo.
José Daniel Díaz