Crítica cinematográfica: El dictador

Sacha Barón Cohen se está haciendo muy famoso gracias a su humor hiriente y al poco aprecio que le tiene a su propia integridad física. Sus locuras en Borat y Bruno le granjearon una notable fama y muchos arrestos y palizas por parte de los otros personajes de las cintas que por lo general no tenían consciencia de que estaban saliendo en una película. He llegado a leer incluso a un crítico que lo ha denominado el heredero de Peter Sellers, pero no podemos estar más lejos de la verdad. Con El dictador, Barón Cohen se estrella más incluso que con sus anteriores películas, que ya es decir.
El dictador de Wadiya, el General Almirante Haffar Aladeen, se ve obligado a viajar a Estados Unidos para acallar todos los rumores, por otra parte ciertos, acerca de su estricta forma de gobierno. Allí será víctima de un complot organizado por su consejero. Le cortarán la barba y casi será asesinado, pero cuando regrese con los suyos no será reconocido como el gobernante. Tendrá que aceptar la ayuda de una hippie americana para poder llegar hasta su puesto.
Algunos críticos ensalzan la película, y acusan a aquellos que la poner a caldo de ofenderse con facilidad, pero la verdad es que es una película horriblemente mala, se mire por donde se mire. No me he sentido ofendido en ningún momento, de hecho algún que otro gag me ha conseguido hacer reír, pero esto no es más que una aglomeración de chorradas sin pies ni cabeza. Los chistes de sal gorda es lo único que podemos encontrar aquí, junto con algunas supuestas críticas a América y a los regímenes totalitarios. Pero a fin de cuentas no es una buena película, no es más que una chorrada gamberra que se esfuerza por molestar mucho y por producir enormes carcajadas, sin conseguir ni una cosa ni la otra.
No merece la pena tirar el dinero con esto, si algún día la llegar a pasar por televisión tal vez podría ser interesante echarle un vistazo, pero muy poco más. Es preferible no prestarle mucha atención a esta chorrada.