¿Quién vigila a los Vengadores?
Por José Antonio García Sagardoy
Una mujer afroamericana sostiene entre sus manos la fotografía de su hijo. La muestra a cámara, impotente, porque no puede hacer otra cosa. Su hijo ya no está. Ha fallecido “por culpa” de las personas que debían protegerle. Esta imagen que describimos podría darse en cualquier informativo televisivo estadounidense, pero es una escena perteneciente a Capitán América: Civil War (Captain America: Civil War, Anthony Russo y Joe Russo), la tercera entrega cinematográfica del conocido como Primer Vengador. En esta ocasión, la madre afligida es Miriam (Alfre Woodard), y el sujeto protector fallido no es otro que el mismísimo Iron Man (Robert Downey Jr.). Los hermanos Russo parecen haber aprovechado el gran escaparate que resulta el nuevo blockbuster de la Marvel para dar un pequeño tirón de orejas al gobierno de los Estados Unidos, –supuesto– paradigma de libertad e igualdad. La complicada situación actual que está atravesando el país de las oportunidades hace que sea necesaria la aparición de movimientos activistas como el sonado #BlackLivesMatter, que realiza campañas contra la violencia racial y condena la –cada vez más común– muerte de gente negra en homicidios cometidos por agentes que –en principio– son encargados de hacer cumplir la ley. Miriam pide explicaciones y responsabilidades a Tony Stark (verdadera identidad de Iron Man), mientras que las madres de los fallecidos a causa de la brutalidad policial en América las piden al presidente.
Pero esta madre no será la única en pedir explicaciones a los superhéroes. Después de toda la destrucción causada en anteriores ocasiones –recuerden que en Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012) Nueva York queda hecha añicos y en Capitán América: El soldado de invierno (Captain America: The Winter Soldier, Anthony y Joe Russo, 2014) Washington D.C. queda para el arrastre–, gran parte de la población mundial se pregunta si los Vengadores son héroes o son, por el contrario, delincuentes. En cada intervención contra el mal hay numerosas bajas civiles y las ciudades quedan hechas añicos. La gente comienza a desconfiar; los gobiernos se sienten amenazados, y se empieza a sentir un descontento generalizado que recuerda a lo surgido en Watchmen (Zack Snyder, 2009). Los daños colaterales llevan a la Organización de las Naciones Unidas a redactar un tratado conocido como los Acuerdos de Sokovia, un intento de regular las acciones de los individuos mejorados. Firmado por 117 estados, ahora nuestro grupo de superhombres –y supermujeres– deberá decidir si se unen voluntariamente al pacto propuesto o se niegan a responder ante la ONU.
Se nos plantea así una fractura dentro del conjunto que supone su separación en dos bandos: el primero, capitaneado por Iron Man, estará de acuerdo con someterse al tratado; el segundo, liderado por Capitán América (Chris Evans) defenderá la autonomía de los Vengadores. Si firman, renuncian a poder decidir.
“¿Y si nos envían a donde creemos que no debemos ir; y si no nos dejan ir allí dónde necesitamos actuar? No seremos perfectos pero las manos más seguras son las nuestras.”El miedo a no poder tomar decisiones propias y a depender de los intereses –cambiantes– de organizaciones gubernamentales es algo que inquieta –cada vez más– a la sociedad actual, y en este filme queda retratado en las figuras del Capitán América y su compañero, el Soldado de Invierno (Sebastian Stan). Mientras que el primero encarna el perpetuo orgullo que caracteriza a los Estados Unidos –ese “las manos más seguras son las nuestras” recuerda irónicamente a lo sucedido hace años en Irak–, el segundo refleja el temor al excesivo control que los regímenes realizan de sus ingenuos ciudadanos. En esta Guerra Civil, el Soldado de Invierno vuelve a verse anulado por un sujeto con poder que le incapacita y controla mentalmente. A nosotros nos conocen mejor mediante cookies, redes sociales, términos y condiciones de uso. ¿Marionetas? La identificación del ciudadano con títeres en manos de los poderosos no es nueva, pero sigue estando de actualidad.En ciertos momentos del metraje encontramos escenas que vinculan directamente con las terribles imágenes que recorrieron todo el mundo tras los atentados a las Torres Gemelas el 11S; imágenes a pie de calle que se han instaurado desde ese día en la mente colectiva. Nos encontramos, como podemos ver, ante una de las películas del universo cinematográfico de Marvel que permite una reflexión sociopolítica más profunda, evolución lógica a lo que ya pudo percibirse en El soldado de invierno, que ya mostraba claras influencias del thriller político."El miedo a no poder tomar decisiones propias y a depender de los intereses –cambiantes– de organizaciones gubernamentales es algo que inquieta –cada vez más– a la sociedad actual, y en este filme queda retratado en las figuras del Capitán América y su compañero, el Soldado de Invierno"Este tono más adulto, que también impregna la psicología de los personajes, no estará reñido con el ya conocido humor de las cintas Marvel. Es cierto que vemos la lucha interna que experimentan Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) o Iron Man al ver las desafortunadas consecuencias de sus actos, pero éste último sigue siendo uno de los pilares cómicos de la franquicia. En este sentido, la incorporación de un Spiderman adolescente encarnado por Tom Holland –nominado al Goya por Lo Imposible (Juan Antonio Bayona, 2012)– resulta más eficaz de lo que cabría esperar tras el (es)tupido velo corrido entorno al reinicio en 2012 de la saga del hombre-araña con Andrew Garfield como protagonista. Así, esta nueva incorporación nos ofrece un necesario respiro ante lo solemne del conjunto, y consigue uno de los momentos más hilarantes de la película –nos referimos, cómo no, a aquel en el que conversa con Tony Stark sobre su joven tía May (Marisa Tomei)–, y otros en los que su personalidad rematadamente nerd servirá para introducir homenajes a clásicos como El imperio contraataca (Star Wars. Episode V: The Empire Strikes Back, Irvin Kershner, 1980). Es de agradecer, además, que nos hayan ahorrado el drama de ver fallecer –por enésima vez– al pobre tío Ben. Ese santo varón no merece más muertes.