Crítica de cine: Balada triste de trompeta

Publicado el 18 diciembre 2010 por Lapalomitamecanica
Cuando no puedas hacer reir, acojona

Nota: 8
Lo mejor: el prólogo, encabezado por un payaso con un machete. Se sale.Lo peor: la aparición de Fran Perea, aunque sólo sean unos minutos.
Álex ha vuelto. Más que una balada, de la Iglesia se ha batido un réquiem con su última película. Un director que se había perdido por un mundo que no era el suyo en Los crímenes de Oxford y que, habiendo aprendido la lección, regresa a su verdadero yo para deleitarnos con una obra maestra que recupera su sello, tragicomedia perversa, 'ascopena' en mayúsulas.
El argumento gira entorno a dos payasos que se disputan el amor de una tropecista durante los últimos años del franquismo. De nuevo, Álex retrata las penurias de la profesión del espectáculo, como ya hizo en Muertos de risa. De hecho, repite su misma fórmula, pero supliendo con creces las carencias de su predecesora. Mejorada y a lo grande, con un par de desgraciados símbolo de las pasiones más bajas de la sociedad y cuya mente enfermiza les lleva a enloquecer y convertirse en unos asesinos descerebrados que compiten entre sí por una obsesión. Payaso triste y payaso tonto, una lírica maestra entre drama y comedia.

Rodada con un gusto especial, el cuidado por la técnica se percibe desde el principio, capitaneado por un prólogo acojonante en el que las escenas caóticas se fusionan en un coctel entre los raccords desenfrenados y la cámara lenta. Una lucha en la que Santiago Segura vestido de payaso -y dando más miedo que el circense Ángel Cristo- va atravesando al enemigo con un machete. Paródico y siniestro a partes iguales. Unos planos en los que el fluir de la sangre, la muerte y la violencia se conforman como una bella opereta.
El guión, escrito por el propio de la Iglesia, resulta una sublime muestra de talento donde el ingenio y la elegancia cómica se fusionan, formando una perfecta tragicomedia de momentos y diálogos hilarantes, pero también filosóficos y reflexivos, llegando incluso a una emotividad absurda cuando Raphael canta 'Balada triste de trompeta'.

Carlos Areces (el tio gracioso y bajito de Muchachada Nui) está insuperable en su interpretación de payaso triste. Un individuo gordinflón y sensible traumatizado por un pasado en el que nunca fue niño. Atormentado por las palabras de su padre (Santiago Segura), quien le augura que jamás hará gracia, sufre una inquietante transformación de persona a monstruo. Sólo era necesario el detonante para desatar sus fantasmas infantiles, una mujer. Son increíbles las escenas de su momento crítico mental, en el que ya pierde toda su integridad y se lanza con dos ametralladoras a destrozar todo lo que encuentra a su paso. Un orgasmo visual mordaz y siniestro.
Por su parte, Antonio de la Torre (AzulOscuroCasiNegro), el payaso tonto, realiza igualmente un trabajo excelente. Un líder de un grupo circense que hace gala de una violencia y mala leche extremas con las que domina y subyuga al resto. Un tipo que se nos presenta odioso al principio y que termina dando hasta lástima. Carolina Bang (Plutón BRB Nero) está correcta en su interpretación de la chica tropecista convertida en deseo de ambos hombres. La mente de su personaje también sufre un pequeño desequilibrio, una personalidad que se debate entre lo 'sado', lo vicioso y la dulzura. Y sobre la que, ni siquiera al final, tendremos una idea clara de lo que verdaderamente quería, payaso triste o tonto.

Resulta anecdótico pensar que uno no puede concebir su existencia sin el otro. El clown dramático, sin el clown cómico, la pena sin la gracia. Una paradoja que de la Iglesia cree omnipresente en la vida del individuo, un híbrido que caracteriza todo su trabajo y se perpetúa como la definición del director de lo que somos, de lo que él mismo es. Por no olvidar que, una vez más, sitúa al espectador en esa complicada posición moral y necesidad de decidir quién es el bueno y el malo del cuento.
Mezclar el film con los acontecimientos reales de la historia de España resulta todo un acierto. Álex nos introduce a un payaso loco en medio del atentado a Carrero Blanco, nos deleita ya desde un prólogo sensacional con una batalla campal entre los rojos y los franquistas o nos introduce la figura burlesca de Franco.

 Quizás, la película decae un poco (aparte de con la aparición del sosito de Perea) en los minutos previos al desenlace que, con toques que recuerdan a El día de la bestia y, me atrevería a decir que incluso a la hitchcokiana Vértigo, se prolonga demasiado en el tiempo. Eso sí, el final compensa ese letargo, conformando un relato que se torna dramático y doloroso, dominado por el rojo sangre y muerte y el llanto, desembocando en una última reflexión: Al final, todos somos payasos tristes.
Tras haber sido aplaudida y reconocida a nivel internacional en Cannes, donde recordemos, se hizo con los Premios a Mejor Dirección y Mejor Guión, su pelicula más bizarra se ha estrenado por fin en España. Para aquéllos que adoramos al Álex de la Iglesia original, al de la 'ascopena' y la tragicomedia, es, posiblemente, la mejor obra de su carrera cinematográfica. Jamás me había reido con un payaso hasta ahora, pero tampoco había llorado.