Nota: 6’5
Lo mejor: no es la típica película sobre pandemias.
Lo peor: quizás no mantiene demasiado bien el interés tras la primera hora.
Todos sabemos que la ciencia ficción expone hechos científicos que no han ocurrido pero que podrían tener lugar en un futuro. Si por algo se caracterizaban las primeras películas sobre pandemias era por estar enmarcadas dentro del género de la ciencia ficción. Sin embargo, el tiempo ya no juega a nuestro favor, y el futuro postapocalíptico que retrataban aquellos filmes ha tomado visos de volverse realidad (recordad el desalojo masivo en México hace dos años). El tema no es nuevo. Se encuentra dentro del mismo círculo vicioso el hecho de que en África la gente se muera a diario de hambre, sida y de catarros y nadie mueva un dedo para solucionarlo y en los países desarrollados los laboratorios farmacéuticos se alíen para encontrar una cura al virus de turno que amenaza con menguar a la población. Se trata de uno de los privilegios de haber nacido en el primer mundo. Cuando nuestra tasa de mortalidad se ve afectada negativamente, la pandemia se convierte en motivo suficiente para que alguien – en este caso, Soderberh (El soplón, 2009, Bubble, 2005) – aparezca con su cámara.