Nota: 4,5
Lo mejor: tomársela como una película de acción.
Lo peor: su incapacidad para generar misterio e intriga incluso si no has visto la cinta original, y el villano de Bryan Cranston, que bien valdría el despido de su agente.
Hija de Minority Report y Yo, Robot con su filtro azulón y su aire tecno-fashion, de El Ataque de los Clones con su ejército de droides blancos, hermana a su vez de El Quinto Elemento con sus autopistas y coches aéreos y prima también de los tiroteos y persecuciones en eterna cámara lenta de Matrix. Desafío Total 2012 tiene incontables relaciones de parentesco con casi todas las superproducciones de ciencia ficción que han tenido éxito durante la última década y muy poquito con la cinta original de Paul Verhoeven, adaptación a su vez del relato de Philip K. Dick, Podemos Recordarlo Por Usted al Pormayor. Ya sabíamos que era muy complicado replicar el particular estilo y mezcla de géneros, desde la comedia negra hasta la sci-fi de serie B, con el que el realizador holandés y los guionistas de Alien versionaron la novela, pero lo que no esperábamos era que la actualización de esta cinta de culto se tradujera solamente en una nueva excusa de Hollywood para montarse otra de esas fiestas de fuegos artificiales vacías de todo contenido. Un remake bastardo en toda regla. Muy caro, sí, pero bastardo al fin y al cabo.
Es complicado separar los méritos de la cinta original del componente nostálgico, pero una de sus bazas fue claramente la creatividad con la que un realizador como Verhoeven supo plasmar un conflicto político-social futurista integrando elementos tan trabajados como las máscaras robóticas, marte o los mutantes en la historia, sumado a un guión con mas giros que el demonio de Tasmania tras dos cafés. Tampoco es que se trate de un clásico básico al nivel de Blade Runner o Terminator 2, pero sí una cinta de culto con un espectáculo muy personal y concreto. En este remake, espectáculo todo, pero cero personalidad. Tampoco vamos a negar que la lanzadera que conecta las dos únicas zonas habitables de esta tierra futurista y destrozada, en la que Marte ha sido sustituido por una colonia de trabajadores
Lo que no tiene sentido alguno es incluir muchas líneas de diálogo idénticas a las de la cinta original o guiños como las tres teticas (recatadas acorde a la calificación por edades del filme) cuando luego te dejas fuera elementos tan característicos como el propio planeta Marte, el taxista Benny, las máquinas excavadoras o el personaje de Kuato, eterno doble de Jordi Pujol gracias a El Informal y líder de la resistencia, sustituido aquí por el Mathias de Bill Nighy en otra de sus apariciones hollywodienses de tres minutos, ejemplo perfecto del tratamiento de personajes del filme. Eso sí, si Schwarzenegger nunca fue un problema en la película de 1990 a pesar de ser uno de los talentos menores del equipo, tampoco debería molestarle a nadie el protagonista de Colin Farrell. El problema es que las características concretas de Arnie -llámalo carisma, si eso- contribuían en el original a ese tono cutre-cool que destilaba el conjunto, y la presencia de Farrell es meramente testimonial. Él es el héroe porque alguien tenia que serlo y Will Smith no estaba disponible. Punto.
Kate Beckinsale es la única que logra brillar mínimamente dentro del grupo de cascarones muertos que son los personajes del filme, y no precisamente por la profundidad de su rol, sino por una forma física (ejem) y contundencia en pantalla que la convierten en la terminatrix perfecta para encajar en esta espiral de ritmo endiablado y destrucción. Al que no hay por donde cogerlo es al villano de Bryan Cranston, el Presidente dictatorial Cohaagen, cuyas apariciones en pantalla están estudiadamente limitadas durante los dos primeros actos para contribuir a cierta sensación de misterio y control en la sombra. Con ese planteamiento, la decepción al comprobar que se trata de un megalomaníaco con unas ínfulas hitlerianas tan enormes y pasadas de moda como el pelucón que le han calzado, y tan borderlimit como para enfrentarse cuerpo a cuerpo al protagonista, 25 años más joven y una máquina de matar configurada a nivel máximo, es mucho mayor. En cuanto a Jessica Biel, pues monísima, oyes.
Gran parte de la culpa de este fracaso es del realizador ocasional Kurt Wimmer, que ha metido mano en un guión que cuenta con, atención, nada más y nada menos que siete autores, a pesar de que ya nos dejara claro en Ultravioleta y -en menor medida- Equilibrium que lo suyo son las pajas visuales y no la contextualización sci-fi o el buen thriller. Realmente, el director de esta cinta, Len Wiseman (Underwolrd), hace lo que puede con el libreto como ya hiciera en La Jungla 4, regalando unas persecuciones francamente entretenidas y alguna escena tan cuca como el tiroteo en gravedad cero, pero su labor global apenas trasciende a la del mercenario mas aventajado de la escuela Bay al que le han puesto delante un cheque en blanco. Y así, in albis, es como te quedas después de asistir a este derroche que pasará pronto al cajón del olvido al igual que otras actualizaciones recientes de clásicos del género como Ultimátum a la Tierra (Scott Derrickson, 2008), El Planeta de los Simios (Tim Burton, 2001) o Invasión (Oliver Hirschbiegel y James McTeigue, 2007). Porque una cantidad desorbitada de dinero no es suficiente. Hace falta también un motivo.