Nota: 4
Lo mejor: el tráiler y la idea originalLo peor: el amor lo empaña.“Todo tu mundo ha quedado patas arriba y tú piensas en una mujer” le espeta uno de los hombres “grises” a Matt Damon tras revelarle una de las claves que deberían enganchar al espectador para el resto de la película. Y en efecto, ésa es la tónica general de toda la cinta: mucho amor y poca ciencia-ficción. Destino oculto, cuyo título original (The Adjustment Bureau) tiene mucho más sentido que la traducción en castellano, es el primer largometraje de George Nolfi, guionista de “El Ultimátum de Bourne” (a quien parece que le gusta hacer correr a Damon por las ciudades). El guión, escrito por el propio Nolfi, está basado en un relato corto de Philip K. Dick, titulado Equipo de ajuste.
La trama nos presenta a David Norris (Matt Damon), un joven congresista aspirante al senado de los EE.UU. que conoce a Elise (Emily Blunt), una bailarina de danza contemporánea. Todo parece torcerse cuando descubre la existencia de unos misteriosos hombres vestidos de gris. A partir de ahí, Damon deberá descubrir quiénes son (algo que muchos ya se imaginaron por el tráiler) y por qué le impiden continuar su historia con Elise. La película cuenta con buenos secundarios, como Anthonie Mackye (Million Dollar Baby), uno de los hombres “grises” más comprensivos, Terence Stamp, alias “El Martillo” (que nos suena de Priscilla, reina del desierto) y John Slattery (Roger Sterling, para los aficionados a Mad Men) cumpliendo el papel de subordinado de “El Director”.
Tanto Damon como Blunt (El hombre lobo, La guerra de Charlie Wilson) ofrecen buenas actuaciones; el problema está en el guión, que no se sostiene. Casi desde el principio del filme se revela en qué consiste el “plan de ajuste”, restándole intriga al argumento y ofreciéndoselo mascado al espectador. Esto crea vía libre para que se introduzcan con calzador los momentos románticos entre Blunt y Damon, que no están demasiado coordinados con el resto del metraje. Por si fuera poco, la historia de amor tampoco resulta demasiado creíble: si sumamos el total de tiempo que han pasado juntos David y Elise no alcanzan las cuatro horas de tiempo real. Nadie ama a otra persona tras cuatro horas de charla repartidas durante tres años. Hay bastantes detalles en el guión – y por tanto en el argumento - que no tienen sentido. SPOILER ¿Cómo sabe Damon que la puerta de la estatua de la Libertad es la última que debe cruzar? O cuándo va a buscar a Elise a los juzgados, ¿cómo sabe que la chica que está en el pasillo es su amiga? ¿Por qué no se intercambian los teléfonos la segunda vez que se encuentran? (y podría seguir…). FIN SPOILER Todo esto no hace sino convertir la película en incoherente y confusa por momentos.
Parece que la premisa que establecieron J. J. Abrams y Damon Lindelof al terminar las seis temporadas de Lost de un plumazo, sin dar ninguna respuesta y alegando que “lo importante son los personajes”, se cumple aquí también. Lo que prometía ser uno de los mayores enigmas de toda la película no se desvela: me refiero a que cuando la película podría profundizar más en el entramado fantástico se decanta por el género romántico. Generalmente no me parece buena idea mezclar metafísica con ciencia-ficción: en este caso se utiliza la excusa de la teología, del más allá y sus misterios para que el espectador se resigne y no pida explicaciones cuando ve "The End" en la pantalla.
En cuanto al orden narrativo, el filme acierta comenzando con un montaje rápido que combina secuencias que informan al espectador de la carrera brillante de David Norris como político. Se introduce disimuladamente a uno de los hombres grises en medio de esas secuencias para crear expectación y rápidamente se pasa a un ritmo normal que nos permita conocer mejor al personaje de Damon. Hay unos cuantos planos notables de la ciudad (cortesía de John Toll, encargado de la fotografía), como escenario de la historia de amor, y a pesar de eso Nolfi se empeña en que los protagonistas se conozcan en un baño de hombres y se decidan a arriesgarlo todo en un baño de mujeres.
Malvados personajes trajeados como estos hombres de gris ya los habíamos visto anteriormente en Brazil (Terry Gilliam, 1985), Matrix (Andy y Larry Wachowski), y Minority Report (Steven Spielberg, 2002) entre otros. El fantasma de gran hermano planeando y la sensación que no existe el azar ni las casualidades, de conspiración colectiva (aunque hay momentos en los que parece que a Damon le da igual) ya lo vivió el personaje de Jim Carrey en El show de Truman (Peter Weir, 1998). Y el truco de las puertas recuerda inevitablemente a la reciente Inception (Christopher Nolan, 2010). En definitiva, si le quitamos el disfraz de ciencia-ficción a Destino oculto, no deja de ser una adaptación del mito de Romeo y Julieta, encarnado en unos modernos neoyorkinos que se ven en la desagradable disyuntiva de luchar contra todo para que su pasión llegue a buen puerto. Y además con la etiqueta de Philip K. Dick, que luce mucho. Puedo admitir que es entretenida, pero no que sea buen cine.