Crítica de cine: 'Diamond Flash'

Publicado el 12 enero 2013 por Lapalomitamecanica
Porque, ¿vamos a empezar a preocuparnos ahora por los personajes femeninos de las historias de superhéroes?

Nota: 8'5
Lo mejor: ¿Por dónde empiezo?
Lo peor: un final que se podría clasificar como 'abierto'. Aunque esto no supondrá necesariamente un defecto para todos.
Híbrida. Mutante. Brutal. Dolorosa. Temible. Asombrosa. Perturbadora. Inquietante. Atractiva. Incómoda. Provocadora. Deslumbrante. Malsana. Hipnótica. Original. Visceral. Libre. Todas estas cosas y más es Diamond Flash. Porque después de ver la ópera prima de Carlos Vermut, uno se queda sin palabras y con una sensación extraña en el estómago. Con un presupuesto de 20.000 euros, Diamond Flash se rueda en 3 meses y se estrena directamente en Filmin en verano de 2012. ¿No es ya sinónimo de calidad que una película comience con una niña leyendo un comic de David Sanchez mientras en fuera de campo su madre discute con una trabajadora social sobre si los golpes que tiene son producto de haberse caído por las escaleras o no? “Visito a todas las mujeres que se caen por las escaleras tres veces al mes” le espeta la supuesta trabajadora social a la hospitalizada. Mediante un recurso tan sencillo como efectivo - una simple línea de guión - se nos hace entender que la acción se sitúa en el pasado (“¿No te has comprado la Super Pop?”). ¿Y que luego esa niña mantenga una conversación con su madre sobre cyborgs y superhéroes? A mí con eso ya me tienen en el bolsillo.
Es evidente que gran parte del atractivo de este filme radica en el misterio que rodea su argumento, por lo que considero un error intentar diseccionar su sinopsis. Diamond Flash es un filme donde lo cotidiano adquiere nuevas dimensiones, permitiendo la presencia de lo terrorífico de una Polaroid olvidada en un garaje; lo inexplicable de un miedo atroz a las fotografías; conversaciones en sueños con personas muertas; un baño como escenario de confesiones terroríficas; un restaurante abandonado a donde llegan superhéroes enmascarados de dudosa reputación; el destello de un diamante; planos estáticos como las viñetas de un comic; el poder de desaparecer; un pincel que no vacila a pesar de lo que ordena; un comic filmado de David Sánchez; que lo único que aprendas de tu madre sea cocinar judías con chorizo; o superar el miedo a la oscuridad para convertirte en ella; “Hago esto porque me he pasado toda la vida intentando seguir el consejo de mi madre".
“Cuando era pequeño, me gustaban mucho las partes de los cómics en las que los superhéroes entre lucha y lucha tenían una movida con la novia. Pasaba corriendo las partes de las peles y me iba a esas otras, que eran el personaje en sí. Me gusta eso de la ficción, los huecos, lo que no suele aparecer. Para mí, la clave es dotar a los personajes de contradicciones y profundidad. Y en los cómics de superhéroe, las mujeres son siempre la excusa, nunca son protagonistas, están a merced del superhéroe… Y yo lo que quiero saber es qué pasa cuando te ha salvado un superhéroe, ¿cómo te quedas?, ¿qué pasa después?”. Interesante o marciana reflexión sobre la ficción la que plantea Carlos Vermut, y sobre la que se vertebra la película, pues como ya aventura su autor, Diamond Flash es el nombre de un superhéroe utilizado como pretexto para contar la historia de cinco mujeres. La realidad que discurre por el primer largometraje de este director madrileño destila maldad. Sin ahondar en posibles razonamientos, asistimos desvalidos a la proyección de una maldad de esas que devastan todo lo que encuentran a su paso. Una maldad real, cotidiana, palpable en el ambiente, y personificada a través de una mujer que se ríe mientras sujeta unos alicates, otra que pinta figuritas religiosas, una farmacéutica que no duda en aplicar sus conocimientos fuera de su trabajo, otra que se deja leer el tarot con cromos de dinosaurios aún sabiendo que son los mismos de su hermana pequeña, otra que se deja maltratar para volver a ver a su justiciero particular y una última que no supo encajar el abandono materno. Estructurada en cuatro capítulos (Familia, Identidad, Sangre, Destello de diamante), Diamond Flash se apoya en el talento y la energía de sus actuaciones y en un guión brillante, inteligente y complejo firmado por su mismo director que teje una interlinealidad a través de cuatro historias – en principio - mucho más sugerentes que explícitas, pero igualmente certeras y dañinas en su ataque al espectador. No sólo por lo que plantea sino por cómo lo plantea, C. Vermut ha sabido trasladar a la gran pantalla de manera efectiva y particular, su inquietud por lo que ocurría en el fuera de campo de las viñetas que devoraba de pequeño. Estamos ante un rompecabezas híbrido debido a su mezcla de géneros (thriller, comedia, drama, ciencia ficción), un filme con muchas capas y niveles de significado por el que desfilan sin tregua temas tan escabrosos como el tráfico de niños, la violencia de género o los abusos sexuales. No nos vamos a engañar: Diamond Flash saca al espectador de su zona de confort. Porque es de digestión lenta, requiere bastante atención, y deja algún que otro frente abierto cuando llega al último fundido a negro antes de los créditos finales (Ya se lo dice Juana a Lola en un momento dado: “El problema de la gente en general es la necesidad que tienen de comprenderlo todo").
Qué revuelo cada vez que se le concede atención a una película que no se ajusta a la estructura rígida y anacrónica que Hollywood nos lleva marcando desde el principio de los tiempos. El árbol de la vida o Holy Motors son sólo ejemplos recientes de tales atrevimientos. Acostumbrados a que nos sodomicen continuamente con un cine mal entendido, o peor, con una pequeña parte del cine que parece haber colonizado nuestras vidas, (lavado de cerebro se llama eso en mi pueblo), es de agradecer que de vez en cuando llegue un director y trate al espectador con respeto. Pues Carlos Vermut piensa en el espectador como un ser inteligente, renunciando a llevarle de la mano durante todo el metraje para presentarle la trama mascada. Proporcionándole las pistas suficientes para que se las apañe solo durante las dos horas exactas de metraje. Internet se sigue posicionando como el soporte que impulsa a los nuevos creadores: 2012 ha sido el año del estreno simultáneo de Carmina o Revienta (Paco León) en salas comerciales, en plataformas digitales y en dvd. Similar al caso de Juan Cavestany, quien ya en 2010 ofrecía la descarga en su web de su Dispongo de barcos al módico precio de 3€ (y este año ha repetido el experimento con su nuevo filme El Señor). O Carlos Vermut, quien decidió no esperar a la respuesta de las productoras e invirtió sus ahorros para sacar adelante su proyecto y estrenarlo directamente en streaming. Ni qué decir tiene, que todos han tenido beneficios. Toda una lección de distribución al sistema retrógrado y cobarde anclado en España. La industria está al servicio de los gustos del espectador y, sin ser consciente de ello, es la gran masa zombi la que suele decidir el rumbo del cine. La dictadura de una mayoría de gustos anodinos. El producto de Vermut no responde a las exigencias de nadie, más que a las suyas propias. A eso se le llama hacer cine de autor. En el sentido más estricto de la definición. Carlos Vermut, que viene del campo del comic (El Banyán Rojo, Psicosoda), cuenta con un par de cortometrajes antes de lanzarse a dirigir su primer largo y actualmente se encuentra escribiendo el guión de su próxima propuesta (Magician Girl). Diamond Flash es una verdadera lección de cine. Un puñetazo al panorama del cine español, donde hace falta más gente con el talento y las agallas de un tipo como él.