John McLane se hubiera burlado de ellos en el instituto
Nota: 5,5
Lo mejor: las constantes referencias a la edad que (no) aparenta Channing Tatum.
Lo peor: dispara pero no remata.
Por mucho que la premisa de dos policías de encubierto en un instituto nos pueda sonar de lo más trillado que hay, Hot Fuzz de Edgar Wright también tenía su punto de partida en algo tan visto como un misterioso asesino en una pequeña localidad y no por ello dejamos de estar ante la mejor parodia del cine de acción desde El último Gran Héroe. A caballo entre ambas y tomando un poco de la reciente -y también divertidísima Los Otros Dos nos llega Infiltrados en Clase, mucho más gamberra e insustancial que cualquiera de las arriba mencionadas, pero igualmente capaz de extraer carcajadas cómplices de todos aquellos que disfrutan cuando los tópicos del cine de acción se ponen patas arriba.
Como seguro que alguno necesita un poco más de solidez a la hora de decidir si invierte hora y media en una película que parece destinada a los adolescentes que se han quedado sin entradas para American Pie: El Reencuentro, decirles que Infiltrados en Clase se titula originalmente 21 Jump Street, que no es otro que el nombre de la serie ochentera que lanzó a Johnny Depp (con un hilarante cameo en la película). No es que nos encontremos directamente ante una adaptación, sino que el guionista Michael Bacall (Scott Pilgrim) y el propio Jonah Hill han tomado la premisa de la serie, sobria y dramática, sobre un grupo de jóvenes policías encargados de controlar la criminalidad en un instituto, para descojonarse de lo absurdo y ridículo del propio planteamiento. Con lo que más que ante la última serie de televisión en saltar a la gran pantalla, lo que tenemos delante es una parodia-homenaje totalmente contemporánea con coñas directas a Jungla de Cristal, Pacific Blue o Glee y muchos guiños a aquellos veinteañeros que terminaron hace una década el instituto y que miran con recelo a los estudiantes de hoy en día asombrados por cuánto han cambiado las cosas, Twitter y eco-modas mediante.
Tampoco es que nos encontremos ante un relato generacional imprescindible, pero que exista la posibilidad de sentirse identificado con los protagonistas siempre es un elemento que engrandece a cualquier comedia. Infiltrados en Clase sigue a dos jóvenes que se hacen amigos al entrar en la academia de policía, pero que en su época estudiantil eran como la noche y el día: Schmidt (Hill) encarnaba al empollón de manual y futuro compañero de piso de Sheldon y Leonard, mientras que Jenko (Tatum) era uno de esos "guayones" salidos de Gossip Girl, más preocupados por llevar a una chica guapa al baile de promoción que por ir a clase. Una vez ambos son obligados a regresar de incógnito al instituto siete años después, los roles se invierten y es Schmidt el que mejor encaja entre la élite adolescente del 2012, para la que las drogas de diseño y términos como "Skype" o "calentamiento global" son el pan de cada día.
Es en ese intercambio de papeles -y por tanto, de ideas preconcebidas- en la que está parte de la gracia de la cinta, ya que en su faceta de policías, Schmidt y Jenko no dejan de ser dos jóvenes (pero menos) de la generación Call of Duty/Michael Bay que se emocionan cuando tienen que desenfundar su pistola esperando que cualquier cosa haga explosión al mínimo impacto. Casi todos los clichés de las películas de acción de los últimos 25 años tienen su guiño desmitificador, pero por muchas carcajadas que nos puedan provocar a los aficionados al cine de tipos duros, a la hora de la verdad, todo ese esfuerzo de guión termina un poco deslucido por la incapacidad de la propia película de ponerse seria cuando lo intenta. Sobre todo en esa recta final en la que se nota que los guionistas se han encontrado metidos en un berenjenal del que no han sabido cómo salir optando finalmente por la vía más fácil. Los escasitos 40 millones de presupuesto también juegan en contra del filme cuando apuesta por enseñar un poco de pirotécnia. Una persecución de parque infantil y dos tiroteos en una habitación es toda la dosis de adrenalina en una cinta que pretende parodiar a un género ausente. Lo consigue, sí, pero sin explotar todo su potencial ni por asomo.
A los que no se les puede sacar ninguna pega es a Jonah Hill (Supersalidos) y Channing Tatum (G.I. JOE, Indomable, Todos los Días de Mi Vida), dos actores involucrados más de lo normal en el proyecto (el primero como guionista y el segundo como productor) en un claro signo de dos carreras muy bien alineadas. Hill, nominado al Oscar por Moneyball y en un género -y personaje- que domina a la perfección, es el alumno aventajado y ejerce como tal apareciendo algún minuto más en pantalla, pero Tatum se mantiene a la altura demostrando que no le tiene miedo a ningún registro (próximamente le veremos de stripper para Soderbergh en Magic Mike). Juntos forman una de esas parejas cómicas completamente equilibradas y que prometen seguir dando guerra, ya que la película ha quintuplicado su presupuesto en taquilla y la secuela es prácticamente una realidad. Porque hacer peyas para ir al cine a disfrutar de comedias como esta es una de las mejores justificaciones para el absentismo escolar.