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Crítica de cine: 'La Jungla: Un Buen Día Para Morir'

Publicado el 18 febrero 2013 por Lapalomitamecanica
Siempre es un mal día para que muera una de tus franquicias favoritas
Crítica de cine: 'La Jungla: Un Buen Día Para Morir'
Nota: 3
Lo mejor: algún golpe de humor a cargo, cómo no, de Bruce Willis.
Lo peor: que rebaja la saga al nivel de una película mala de Liam Neeson.
Tampoco vamos a engañarnos, La Jungla: Un Buen Día Para Morir pintaba mal de entrada. Por supuesto, me refiero a las dos principales novedades de la continuación: el cambio de escenario y la inclusión de McClane Junior, que parecen dos recursos propios de la fiebre por las secuelas a toda costa que vimos en los 80 y 90, donde poco importaba que no existiera una excusa de peso para un regreso taquillero, como una buena historia o un realizador inspirado, y cualquier carambola argumental servía para justificar que el héroe volviera a salvar el día soltando sus frases gancho. Con eso tampoco quiero decir que el 'cacho carne' Jai Courtney y la plomiza ambientación moscovita sean las únicas razones del desastre de esta secuela -o incluso las principales-, pero son el mejor indicativo de entrada del verdadero motivo de la hecatombe: que a los productores de esta saga se la pela todo con tal de repetir los 383 millones de dólares que hizo La Jungla 4.0. "Yippee-ki-yay" para vosotros, motherfuckers.
El fichaje de dos mercenarios que deberían estar rodando anuncios de pañales como son el guionista Skip Woods (X-Men Orígenes: Lobezno) y el realizador John Moore (el remake de La Profecía, Hitman) ya nos daba alguna pista de que los responsables de la franquicia creen que está todo hecho una vez han logrado que Bruce Willis estampe su firma y acuda entero al set de rodaje. El problema es que, con honrosas excepciones, el siempre carismático intérprete se dedica a repetir el personaje -un poco más o menos serio- en prácticamente todas las películas en las que participa, y no por llevar adosado al rol su apellido más ilustre va a enmascarar que todo lo demás en Un Buen Día Para Morir es un completo desastre capaz de elevar a Los Mercenarios a la altura de Heat.
Crítica de cine: 'La Jungla: Un Buen Día Para Morir'
De entrada, lo que más duele de la quinta entrega de La Jungla de Cristal es precisamente eso, que pertenece a una de las sagas de acción más grandes de la historia y, lo que es más importante, a una firma que nunca nos había fallado en 25 años de existencia. Se trata del primer traspiés indiscutible de McClane en la gran pantalla después de las titánicas primera y segunda entrega y de las poco más que correctas, aunque innegablemente divertidas, segunda y cuarta. Ya se nos subieron hasta la garganta cuando contrataron al videoclipero Len Wiseman para realizar La Jungla 4.0, relegando al gran John McTiernan definitivamente al baúl del olvido, y aún nos dura la sorpresa del resultado, capaz de actualizar la fórmula respetando las raíces y elevando el listón de espectacularidad hasta los cánones actuales. Pero un milagro por franquicia es más que suficiente. Para aquel que ha crecido con las aventuras de este policía al que le persiguen los problemas, Un Buen Día Para Morir supone la encarnación de todos los miedos posibles, el Rocky V, Batman & Robin o Episodio I de una saga que deja de estar inmaculada para siempre.
A pesar de que el personaje se pasa medio metraje maldiciendo porque le han jodido las vacaciones, realmente McClane acude a Rusia para rescatar al quinqui de su hijo, arrestado por asesinato. Lo que no sabe papá John es que su chaval hace tiempo que dejó atrás la mala vida y ahora trabaja para la CIA, que le ha encargado liberar a un preso político (Sebastian Koch) desde dentro de la cárcel. Por supuesto, como no hay tiempo para visitas a la embajada o citas con diplomáticos -pero sí para un gag con un taxista que ni utilizarían en la saga Taxi, por lo menos doblado-, el temido reencuentro entre padre e hijo se produce por arte de magia nada más llegar McClane a Moscú, cuando aún no ha soltado la maleta. Poco importa que nuestro héroe lo sea por cuatriplicado, ya que no sabemos por qué, pero el hijo, Jack, no duda en pasar de su padre y seguir concentrado en su misión, maldiciendo por la presencia del vejestorio en Rusia como si McClane no fuera exactamente la persona que todo aquel perseguido por una horda de esbirros desearía encontrarse de golpe.
Crítica de cine: 'La Jungla: Un Buen Día Para Morir'
Se supone que esa relación tirante entre McClanes, marca de la familia, es el argumento sustancial sobre el que circula Un Buen Día Para Morir. Y digo que se supone que es éste porque la chapucera trama en la que los malos -ahora unos, ahora otros- quieren hacerse con uranio está más vista que la campanilla de Sasha Grey. En cierto sentido, la fórmula que sigue la cinta debería recordar a la de la tercera parte, con dos protagonistas antagónicos obligados a atravesar una masa de carne y balas para frustar los planes del villano de turno, pero ni Jai Courtney (Spartacus, Jack Reacher) es Samuel L. Jackson ni hay nadie que se esté tomando su trabajo en serio más allá de Bruce Willis. Se trata del tipo de película que ni se molesta en definir a un villano concreto entre el grupo de freaks que forma la mercenaria jamona de turno, el sicario espitoso y la mano en la sombra, basicamente porque si hay algo que se le de peor a Moore que las escenas de acción son las que transcurren mediante diálogos entre cuatro paredes. El tipo de cinta al que es inútil pedirle que establezca vínculos reales entre sus protagonistas, porque te responderá con un "¿me has llamado papá?" y un plano a cámara lenta de sonrisas bajo la poética luz de un amanecer fuera de peligros.
Y sobre todo jode el derroche, esa creencia propia de gente con recursos y sin ideas del "más es mejor", porque aunque A Good Day to Die Hard parezca rodada con la cámara de un móvil, los casi 100 millones de dólares de presupuesto pueden apreciarse claramente, malgastados en escenas como la larguísima persecución inicial donde Moore destroza más vehículos que en toda la saga A Todo Gas sin la más mínima gracia o sentido del espectáculo. Acero chocando brutalmente con planos intercalados de McClane sobreviviendo a colisiones múltiples al más puro estilo T-1000, o lo que es lo mismo, cientos de miles de dólares que podrían haber sido empleados en contratar a un realizador que aspire a algo más que a aparecer en las agendas de los representantes de Steven Seagal y Van Damme. Sólo en el clímax se aprecia un poco de virtuosismo a la hora de ordenar las explosiones y los saltos imposibles, aunque ya sea demasiado tarde tras decenas de tiroteos sin alma, con metralletas con trípode que aparecen justo al lado del protagonista en el momento más oportuno y la sensación de invencibilidad de la que siempre había logrado huír esta saga.
Crítica de cine: 'La Jungla: Un Buen Día Para Morir'
Por todas esas razones no nos queda más remedio que sentenciar que la quinta entrega de esta firma representa lo peor de una era que el cine de acción reciente parece empeñado en revivir, con esbirro cachas untado en aceite incluido, y a la vez tampoco se libra de los lastres del género de nuestro tiempo, donde incluso su director, en una alarmante búsqueda de personalidad, parece haberse tomado demasiado a pecho la ambientación europea copiando a infames representantes del viejo continente como Olivier Megaton o Timur Beckmambetov. Y en medio de semejante desastre, Bruce Willis, reividincando que McClane se merece un trato mejor y gritándole sus one-liners él solo a cámara cómo un monologuista que desde la cubierta de popa intenta hacer que el hundimiento del barco se haga un poco más ameno. A pesar de su esfuerzo, es imposible evitar la sensación de que hoy es el día en el que ha muerto una pequeña parte del cinéfilo que todos llevamos dentro.

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