Nota: 7
Lo mejor: que engancha.
Lo peor: un guión un tanto excesivo.
Últimamente dominan la cartelera las historias sobre coleccionistas y obras de arte: La banda Picasso, Trance (la última de Danny Boyle), Headhunters y la que aquí nos ocupa. Porque cuánto juego dan, siempre incitando las tramas de robos y atracos. La mejor oferta nos presenta a Virgil (Geoffrey Rush), un reputado tasador de obras de arte que trabaja para una agencia de subastas. Más allá de su trabajo no ostenta una gran vida social. Todo cambiará cuando reciba la llamada de una misteriosa joven (Sylvia Hoeks) que pretende vender el patrimonio de sus difuntos padres.
Demostrando que es capaz de manejarse con elegancia por otros géneros, como ya hizo con Una pura formalidad (1994), Giuseppe Tornatore ha sabido ensamblar un thriller de ritmo muy ágil cuyo principal atractivo es que nada es lo que parece en un principio. El realizador italiano elabora un libreto que en ocasiones asfixia tanto al espectador como al resultado pero juega eficazmente con la sorpresa como elemento para desarrollar la trama. La mejor oferta hace gala de un ritmo bien orquestado que se traduce en una tensión psicológica creciente, lo cual termina propiciando un desenlace más agrio del que nos tiene acostumbrados el italiano. Otro de los aciertos de la cinta es indudablemente la elección del protagonista, encarnado por Geoffrey Rush (El discurso del rey). El filme se beneficia de una gran actuación del veterano de la pantalla. Un personaje a medida al que Rush sabe sacar todo el partido. Aunque se puede percibir según se acerca el final, en esta ocasión Tornatore prescinde del tono sensiblero por el que se hizo conocido con clásicos como Cinema Paradiso (1988) o La leyenda del pianista en el océano (1998).