Nota: 8'5
Lo mejor: Jessica Chastain.
Lo peor: algunos recursos facilones impropios de cualquier servicio de inteligencia que elevan, además, su grado de predecibilidad.
De sobra es sabido que más de la mitad de los relatos hoollywoodienses sobre hechos reales relacionados con algún punto de la +historia norteamericana es pura hipérbole cargada de heroicidad y tildes dramáticos innecesarios en su gran mayoría, por eso cuando acontece ante nosotros un nuevo producto como la última de Kathryn Bigelow, nuestro trasero se encoge al temer hallarnos ante otro de esos cuentos de descontrolado acento patriótico. Podemos relajar los músculos, amigos, porque la realizadora de la oscarizada En Tierra Hostil (crítica aquí), sobrevalorada para muchos, prescinde de los tan recurridos y omnipresentes sentimentalismos hacia la bandera y configura un film crudo que navega sobre la obsesión de una superpotencia herida sedienta de venganza que va a la caza y captura del "Mal". Podemos creernos en mayor o menor medida lo representado en La Noche Más Oscura, pero la realidad innegable es que Bigelow opta nuevamente a su segunda estatuilla en la categoría de Mejor Película y que se ha abierto paso en un hall hasta ahora dominado por hombres, transformándose en la heroína que capitanea un modelo más paritario de producción cinematográfica, a través de una obra que ya no es un imaginario del orgullo nacional, sino una verdad certera y palpable de orgullo genérico.
La directora no sólo logra el pase vip a la lista de cineastas actuales que coronan la cima de Hollywood, sino que además consigue un triunfo doble al hacerlo desde un género poco o nada exprimido por manos femeninas, como es el del thriller de acción y espionaje, con cierto aroma a la televisiva Homeland, que como ya ocurre con su anterior cinta se desarrolla en las inmediaciones de un ambiente beligerante. Esta vez, la realizadora se adentra en Pakistán para, a modo de documental periodístico, tratar de desvelarnos los entresijos ocultos tras la captura de Osama Bin Laden, con la contundente y perspicaz agente del FBI Maya (Jessica Chastain) como personaje central, figura representante del odio de una EEUU que tras el 11-S se marcaba un único objetivo: matar al responsable de los atentados.
Bigelow, que repite maniobra junto a su fiel y efectivo escriba Mark Boal, se marca un home run al procurar una narración de los hechos, como destacábamos al inicio, que reniega de gilipolleces remachadas de lapsos sentimentaloides y romances por la patria. La realizadora mantiene un mínimo de neutralidad sin ahondar en las causas del conflicto y sin pretender florituras que coloreen los actos de un pueblo cabreado, y menos los medios de una agencia de inteligencia que quiere la cabeza del enemigo a cualquier precio. Pero la realizadora imparte más lecciones, y es que esta ausencia de rococó no significa una ausencia también de grandiosas secuencias de acción, pues Zero Dark Thirty hace gala al mismo tiempo de un control ambiental y de manufactura brillante que obtiene su auge en la operación militar para acceder al presunto refugio del terrorista, de enorme virtuosismo en la técnica de rodaje.
Y hablando de heroínas, Bigelow no camina en solitario hacia el éxito, porque el otro pilar fundamental de La Noche Más Oscura es una pelirroja que se deja la piel en el papel protagónico más relevante de toda su trayectoria, no en vano está nominada al dorado por él. Jessica Chastain encarna de forma excepcional a una joven agente del FBI que encuentra su razón de existencia en la caza de una figura casi mítica. Maya es esa mujer inteligente, reservada, segura, implacable y con un par de huevos más grandes que los de los expendables, dominada por la obsesión y que se encuentra a sí misma luchando sola contra el mundo, haciendo suya y personal una guerra entre dos gigantes. Apoyando el genial trabajo de la actriz se encuentra la agradecida y arrolladora presencia de unos secundarios que lejos de eclipsar a la chica, encumbran su labor, topándonos por el camino con el espléndido James Gandolfini, Kyle Chandler, Mark Strong o Joel Edgerton.
Claro que un hallazgo tan revelador como es la razón de ser, ha de saldarse con una conclusión igual de abrumadora con la que Maya colisiona frontalmente en un desenlace humano, conmovedor e infeliz, una toma de autoconciencia que reduce la esencia de un ser transcendental a la nada, porque el final de Bin Laden ya nos lo conocíamos, pero La Noche Más Oscura no va de un terrorista y no empieza y acaba con él, sino con Maya y su contundente y perfecto the end.
Claro que no todo es bonito en la película de Bigelow. Retomando la apertura de esta crítica sobre la interferencias y desajustes a la realidad que se presumen inherentes a cualquier relato cinematográfico basado en hechos veraces, chirrían determinados recursos utilizados por la directora en el transcurso de la historia, acciones facilonas e ingenuas que sirven de endebles nexos causa-consecuencia referidos a inconcebibles decisiones de seguridad de altos miembros de la CIA, que, además, infieren una predecibilidad aún mayor en la cinta.
A pesar de sus pecados menores, La Noche Más Oscura es todo un ejercicio de virtuosismo y profesionalidad tras la cámara con el que Kathryn Bigelow no sólo se introduce entre las personalidades contemporáneas más reconocidas en el séptimo arte y obtiene cinco nominaciones en los premios de la academia, sino que significa un reflejo por la misma causa en una doble dimensión: la ideal, que se relata en pantalla, y la real, que está sucediendo en este mismo momento ante nuestros ojos, y en ambas se distingue a dos mujeres contra el mundo que reclaman su lugar.