Nota: 3'5
Lo Mejor: que en EEUU se estrenó en sólo once cines y después salió directa a DVD. Lo Peor: que en España se estrena en la mayoría de los cines. Somos los tontos.
Siguiendo las doctrinas dualistas de la filosofía aplicadas al cine, podríamos perfectamente identificar a La Sombra de la Traición como la antítesis de una de las más recientes películas de espionaje estrenadas hasta el momento, la sublime El Topo. Si la protagonizada por Gary Oldman resultaba una cinta confeccionada de manera brillante que hacía gala de una inteligencia argumental y unas interpretaciones excelentes, este bodriete de lo que presume es de contener una trama que se spoilea a sí misma, con lo que a partir de este momento quedáis avisados de que vienen pequeños spoilers, ya no desde el primer minuto, si no desde el propio cartel que porta como bandera, que además es una óptima metáfora de la postura estática que mantienen tanto el soberano Richard Gere, como el novato Topher Grace durante todo el metraje. Claro que teniendo en cuenta quiénes son los artífices de este despropósito, el autor de los libretos de Fast and Furious 2 y Wanted, Michael Brandt, junto a su eterno compañero co-guionista Derek Haas, hubiera sido extremadamente pretencioso -tanto como su criatura- esperarse una obra de una calidad al menos suficiente para servir de pasatiempo.
La película nos cuenta la historia de Paul (Richard Gere), un agente de los servicios de inteligencia retirado -siempre lo están- que es convocado por el director del FBI (Martin Sheen) para atrapar a un individuo que sospechan que podría ser Cassius, un espía ruso al que Paul nunca pudo coger a pesar de haber derribado a toda su banda. Con el fin de detener al proscrito y comprobar si se trata de un imitador, al protagonista le asignan un compañero, Geary (Topher Grace), un novato que entró en el cuerpo gracias a una tesis sobre Cassius y que cree realmente, en contra del escepticismo del veterano, que se trata del verdadero espía.
Una premisa basada en la incertidumbre sobre la identidad de Cassius, que es lo que se espera en un principio, podría haber funcionado de no ser porque exactamente en el minuto 29 del metraje -sin tener en cuenta ya póster ni tráiler para los más avispados- se desvela al villano, adiós intriga, hola monotonía. Asistimos a un manual de cómo tirar por la borda una cinta que aunque no iba a ser ni de lejos un exitazo, al menos podría haberse convertido en un entretenimiento post-resaca. La sarta de chorradas que prosiguen a partir de ese momento, reloj Casio mortal incluído -de ahí el nombre del maloso, no disfrutaba de tanto ingenio desde los chistes de Lepe- convierten a La Sombra de la Traición en una obra de lo más endeble, en la que el género del espionaje está tan ausente como el talento del director y ya sólo queda ser testigo del devenir de unos acontecimientos que se presumen previsibles y totalmente intrascendentes.
Esta sensación es acrecentada por unas interpretaciones eclécticas de unos protagonistas que parecen estar echando una partida al pajarito inglés y, oigan, son los verdaderos amos, no hay quen les capte una mínima expresión. Gere está mayorcete y se nota y, siendo sinceros y a pesar de ser una celebridad reconocida, no ha destacado especialmente en su profesión más allá de su etiqueta de "moja-tena lady" y de los recuerdos dejados en Pretty Woman y Chicago. Esta vez el actor supera las expectativas y toca fondo encerrado bajo una máscara de arcilla sacada de donde Tom Hanks compró la suya. Es admirable la solidaridad de Topher Grace con Gere, quien apostara por esta "promesa" revelada en Aquellos Maravillosos 70, seguro que es el mismo que pensó que Elsa Pataky tenía madera de actriz. Es increíble cómo Grace se complementa con su compañero hasta el punto de no transmitir absolutamente nada. El único que merecía ser salvado de este naufragio de interpretaciones podría haber sido el de True Blood, Stephen Moyer, pero su aparición es tan breve como un revolcón con Speedy González. No puedo finalizar este apartado sin destacar la impresionante muerte de uno de los personajes, impresionantemente ridícula.
¿Qué esta película sea un bodriete es una pena? No, sólo es la confirmación definitiva de que Michael Brandt y su fiel colega Derek Haas no deberían dirigir más, al igual que Topher Grace no debería actuar en un futuro en proyectos serios, porque eso de conceder oportunidades está bien hasta cierto punto, pero cuando una trayectoria del calibre de este desastroso combo está detrás, la única excusa para allanar el camino a estas producciones y realizadores, es que los financieros sean valencianos.