Nota: 4
Lo mejor: Hugh Jackman, el único consciente de que esta película tiene alma de western.
Lo peor: que termina pareciendo una cinta de Steven Seagal protagonizada por un superhéroe.
Lobezno Inmortal, secuela directa de X-Men 3: La Decisión Final, spin-off de la trilogía original y reinicio de las aventuras de Logan en solitario tras la pachanga de X-Men Orígenes: Lobezno representa, desde que es necesario un esquema para saber cómo hemos llegado a este punto, lo peor de lo que es capaz Hollywood hoy en día en su afán por explotar el mínimo haz de éxito; la pereza suprema a la hora de fabricar un revienta taquillas con alma, ingenio o, lo que de verdad duele, explotar de lleno los picos de interés de su historia, ambientación y personaje central. Porque (The) Wolverine, basada en la serie homónima de 1982 de Chris Claremont y Frank Miller, era la oportunidad no sólo para enmendar a su predecesora, sino también para regalarle por fin a Hugh Jackman la ocasión de lucirse en un one man show que explotara adecuadamente las habilidades y la psique del alumno X más carismático, y por eso escuece especialmente que se cumpla el presagio, que se imponga la lógica y que estemos ante una nueva aportación olvidable por parte de FOX a un panorama de mallas y capas que no ha ganado absolutamente nada calzándole un kimono a Lobezno.
Partiendo del punto en el que ya es la sexta vez que vemos a Hugh Jackman blandiendo las garras en la gran pantalla, cuesta encontrar una razón de peso que justifique la existencia de esta película y de su capacidad para sostener con interés una trama minimalista protagonizada por un personaje que ya no encierra ningún misterio. Hubo un tiempo en el que esa razón tenía el nombre del realizador Darren Aronofsky, suficientemente comprometido y reconocido no sólo para que su vinculación al proyecto fuera toda una sorpresa, sino también considerar cualquier miedo aplacado, pero entonces Cisne Negro recaudó 330 millones de dólares y el cineasta ya no necesitó regalarle una superproducción a Hollywood para que le permitieran llevar a cabo su ambiciosa -y ya rodada- Noé. Pero ya era tarde para matar a la bestia. El alimento del hype ya la había acrecentado, principalmente gracias al halo de culto del que goza la novela gráfica, y desde FOX se vieron obligados a buscar un sustituto que diera el pego y consiguiera aportar ese plus a una película que nunca debería haber existido.
El finalmente escogido fue James Mangold, antiguo conocido de Jackman tras colaborar en Kate & Leopold, además del responsable de dos películas que por tono y estilo nos servían de promesa: Copland y El Tren de las 3:10. Pero Mangold, más artesano que virtuoso, también sabe convertirse en un mercenario sin conciencia como ya demostró en su última película,
Desde la poca intriga y misterio con las que se exponen las verdaderas razones del anciano para invitar a su tradicional palacete a un gañán como Logan, hasta el arquetípico retrato de todos los miembros del clan, pasando por la invisibilidad de todos y cada uno de los secundarios de peso como la Lisbeth Salander japonesa que acompaña al héroe, Yukio (Rila Fukushima), o la espectacular Víbora (Svetlana Khodchenkova), amago de chica Bond, no hay un solo elemento del nuevo escenario al que se enfrenta el héroe que resulte mínimamente interesante más allá del trabajo de Jackman intentando construir al Clint Eastwood de los superhéroes. Porque si hay alguien consciente de qué necesita el personaje ahora mismo, tras una aventura en solitario desastrosa y a las puertas de un crossover masivo en X-Men: Days of Future Past -atentos a la escena post créditos-, ése es Jackman, que se marca para la ocasión un Lobezno melancólico y extremadamente seco, eso sí, más en forma que nunca.
Sin negar que se nota que Mangold sabe dónde colocar la cámara, sobre todo en las secuencias menos aparatosas, su anodino buen hacer no basta para revitalizar unos diálogos monótonos y sin gracia, unas excusas argumentales intermitentes -"ahora no me curo", "ahora sí, pero más despacio"- y, lo que es peor, unas secuencias de acción que no amplían lo visto en las apariciones previas del héroe y que ni siquiera aportan una coreografía digna para el recuerdo, culminando en uno de los momentos calientes de la cinta que se traduce en una ridícula y antinatural pelea a lomos de un tren bala. Porque Jackman presenta, canta, baila, cuida de su rancho en Australia y encima consigue una nominación al Oscar de vez en cuando, pero aunque parezca un superhéroe y sea uno de los intérpretes de nuestro tiempo que mejor le ha cogido el pulso a un personaje de las viñetas -junto a Christian Bale y probablemente Andrew Garfield-, aún no puede hacerlo todo él solo.