Crítica de cine: 'Open Windows'

Publicado el 07 julio 2014 por Lapalomitamecanica
Internet es una ilusión y Vigalondo, nuestro Mago de Oz

Nota: 7

Lo mejor: su ritmo, la puesta en escena y la reflexión que plantea.

Lo peor: un final forzado y deslucido.

Han pasado 5 años desde que escuchamos hablar por primera vez de este proyecto, por entonces bajo el mas escueto título de Windows, en una época en la que la propia película que nos ocupa hubiese sido quizás más transgresora, pero no menos oportuna. Porque el tercer largometraje como director del realizador cántabro Nacho Vigalondo no sólo es un título que soporta decenas de calificativos referenciales y comparaciones, desde el símil facilón con La Ventana Indiscreta hasta las más modernas Caché (Michael Haneke, 2005), [REC] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007) o Freeze Frame (John Simpson, 2004), sino que es tremendamente deudor de su tiempo: de la pesadilla orwelliana que vivimos -y que tan bien nos retrata la serie Person of Interest-, de los casos Assange y Snowden o, en definitiva, de la cara más oscura de Internet que tan solo empezamos a vislumbrar. Open Windows, con su pequeña y a la vez ilimitada escala visual, ha sido capaz de cristalizar todos esos terrores y peligros en el que, de base, ya no podía convertirse en el típico relato de psicópatas y secuestros, por lo menos en su mayor parte.

Dentro de su minimalismo y sujeción a un presupuestoencorsetado, señas que ya forman parte forzosamente del imaginario de Vigalondo, Open Windows es por encima de todo una obra de estilo; la más cuidada hasta la fecha de un cineasta que, aunque no lo parezca, estudia los ambientes en los que se mueve al milímetro desde las primeras letras del guión. Si en Los Cronocrímenes ese plano era el de las ideas y en Extraterrestre el de una perspectiva pretendidamente cercana en contraste con la grandilocuencia de la que suelen llegar rodeadas las invasiones alienígenas, en Open Windows los conceptos crecen hasta cristalizar en una narrativa muy propia y personal, tan funcionalcomo bien exprimida, que eleva a la máxima potencia el concepto de metraje encontrado y que encima se atreve con una narración casi en directo, en tiempo real, con una aventura que dura prácticamente lo mismo que la  propia película.

Sólo hay un fragmento en toda la cinta que esté dirigido de forma tradicional, el prólogo, en el que asistimos a una escena de la última película de la actriz Jill Goddard (Sasha Grey) que no desentonaría nada entre una recopilación de tráilers falsos al estilo Grindhouse y que encima viene con cameo del gran Carlos Areces incluido. El propio Vigalondo se regala también una breve aparición como el director del falso título en la premiere que sigue por Internet el protagonista de Open Windows la primera vez que lo conocemos. Él es Nick (Elijah Wood), un bloguero que dedica su tiempo libre a dirigir una página web en honor a Jill. La cinta arranca con el protagonista en una habitación de hotel, donde espera a que el equipo de la estrella le venga a recoger para la cena exclusiva con la joven que ha ganado en un concurso. Entonces, alguien se cuela en su ordenador y, tras un intercambio de palabras, le revela que dicho concurso nunca existió, fruto de una página web que ya ha sido borrada.

A partir de ahí y siempre manteniendo la coherencia con el formato real, tener a un super hacker como el tercer vértice del triángulo protagónico, que se traduce en la mejor carta blanca posible para exprimir al máximo la propuesta. La acción no sólo se desarrolla a través de la webcam de un ordenador portátil, sino que unas carisimas cámaras espía, programas de seguimiento tremendamente avanzados y todos los recursos que ofrece Internet se dan la mano para que no perdamos detalle de lo que está sucediendo en ese momento. También nos ayudan a conocer más a fondo a la historia y a sus personajes gracias a grabaciones clave mostradas en el momento concreto e información sobreescrita en pantalla, muchas veces de forma simultánea pero nunca abrumadora (se estima en 7 horas el metraje individual que contiene la película).
Su ritmo es endiablado y el juego que es capaz de sacarle Vigalondo al circuito cerrado,  sencillamente magistral. Además, Wood y Grey se revelan como dos elecciones perfectas y lo suficientemente maduras como par ser prácticamente las únicas caras visibles de la película. Casi sin darnos cuenta nos plantamos en el tercer acto, donde la señal de Vigalondo comienza a perder intensidad. En lugar de apostar por un cierre contundente, apoyándose en los valores de género que tan bien han funcionado durante los 85 minutos anteriores, el cineasta se ve obligado a sacarse varios ases de la manga para desconcertar al espectador. El resultado no es solo un batiburrillo bastante alocado de motivos ocultos y trampillas secretas, sino una sensaciónanticlimática de exceso, como cuando asistimos a un dibujo sobrecargado de elementos. Tampoco ayuda la respuesta final a las motivaciones del hacker, no ya porque su recreación con máscara sadomaso y cuchillo brillante sea lo mas manido de todo el relato, sino porque, en realidad, el galimatías que nos es desvelado en el último tramo nos da un poco igual, ya que todo queda reducido a la carrera de turno escapando del psicópata babeante.

Ha sido el propio Vigalondo quien ha decidido enjaularse en una fórmula tan aparentemente cerrada como es elescritorio de un ordenador para, a partir de ahí, elaborar una historia tan contemporánea como universal,visualmente atractiva y con los ingredientes necesarios para convertirse en una película que recomendar sin titubear (y van 3 de 3). Por desgracia, es por esa necesidad de dejar con el culo torcido al respetable que Open Windows corre el riesgo de desdibujarse en el recuerdo, de que sus innegables valores queden enterrados bajo una historia que termina apostando por el efectismo sin llegar a la altura del resto de elementos y, en definitiva, impidiendo que el cine de Vigalondo siga sin cuajar en el público a la primera, a pesar de ser uno de nuestros talentos mas transgresores e inteligentes aún escondido detrás de la etiqueta "de culto".