Revista Cine

Crítica de cine: 'Oz: Un Mundo de Fantasía'

Publicado el 15 marzo 2013 por Lapalomitamecanica
El único fraude era el mago
Crítica de cine: 'Oz: Un Mundo de Fantasía'
Nota: 6
Lo mejor: buenos personajes, mejor propuesta visual y Sam Raimi en plena forma.
Lo peor: que es más blanda que una madalena en un jacuzzi.
Había miedo con este regreso a Oz no ya sólo por la sobreexplotación que están viviendo nuestros cuentos infantiles durante la última década, basando las reinterpretaciones en espectáculos vacíos cargados de efectos digitales, sino porque este proyecto suponía el reencuentro con los grandes presupuestos de un realizador especialmente querido por la comunidad cinéfila, Sam Raimi (Posesión Infernal, Darkman), después de despilfarrar 200 millones de dólares en Spider-Man 3, volver muy aferradamente a las raíces con la terrorífica Arrástrame Al Infierno -que sólo costó 30- y verse incapaz de levantar la ambiciosa adaptación del videojuego World of Warcraft (ahora en manos de Duncan Jones), en un tramo final de su carrera que demuestra hasta qué punto estamos ante un director que se maneja mejor cuando hay menos en juego. Por fortuna, era la mano de un artesano, con la todopoderosa y controladora Disney mediante, la que necesitaba esta revisión para convertirse en algo más que la excusa de la semana para darle uso a las gafas 3D. La de un cineasta con una visión creativa, no sofocante, y que ha sido capazde afrontar el reto de recrear Oz con la valentía de un león, mucho más cerebro que el de un espantapajaros y, eso sí, un corazón que ni le cabría en el pecho a El Hombre de Hojalata, provocando algún que otro coma diabético en la platea.
Dejando la tonalidad de la cinta momentáneamente a un lado, lo más importante es que Oz funciona como película de entretenimiento al mismo nivel que lo hace como homenaje a la obra de L. Frank Braun, popularizada por Victor Fleming en la famosa película de 1939 y adaptada en incontables ocasiones para la pequeña y gran pantalla. Ahí tenemos varios guiños a casi todos los protagonistas de la historia original o incluso referencias directas, como la escena en la que Oz asusta a un león cobarde con un vulgar truco de manos, por no decir que toda la historia está orientada a colocar a los personajes en la posición tradicional de inicio en la que todos les recordamos. Con esto no quiero decir que toda la película esté enfocada a potenciar el efecto nostálgico -para eso ya están los fantásticos títulos de crédito-, pero sí hace gala de la coherencia argumental necesaria para poder ser considerada una precuela en toda regla que ni desgarra ni trastoca la mitología conocida de Oz, y eso ya es más de lo que se puede decir del último paseo de Alicia o Blancanieves por las salas.
Crítica de cine: 'Oz: Un Mundo de Fantasía'
Otra cosa es que a más de uno se le suba el azúcar con tanto colorido, personaje adorable y la ausencia de cualquier tipo de humor negro, algo que no nos esperábamos del responsable de El Ejército de las Tinieblas y Un Plan Sencillo. De todas formas, El Mago de Oz ya era una película pretendidamente hortera y cursi de narices, ordenada eso sí con un mimo casi mágico que legitimaba ese aire de cuento de hadas, casi onírico. La gran baza de Raimi ha sido apuntalar esa sensación gracias a un uso inteligente del chorreo de efectos especiales, sirviéndose de los planos completamente generados por ordenador no sólo a la hora de ambientar las distintas regiones de Oz, sino con frecuentes vistazos desde la lejanía a las ciudades que muestran las consecuencias de la trama a gran escala, en un mundo que basa su sistema financiero en abrazos y piruletas, sí, pero que está completamente vivo. Porque por algo la película no se llama El Mago Oscar.
James Franco, tan dependiente como siempre de su sonrisa Profident, se torna como un sustituto muy digno para Robert Downey Jr, el actor inicialmente fichado para el proyecto. No en vano la personalidad del mago de feria Oscar Diggs parece una versión incluso más arrogante del Holmes de la saga de Guy Ritchie, presentando al protagonista como un hábil creador de ilusiones, cazador incansable de fortuna y tremendamente manipulador, que tendrá que orquestar una mascarada de dimensiones épicas al ser confundido con un hechicero de verdad, anunciado por una profecía antigua -siempre hay una- como el salvador del mundo de Oz. Tampoco se puede decir que el intérprete trascienda la corrección que siempre ha dominado su carrera como hizo en, por ejemplo, 127 Horas, pero no es menos verdad que una buena elección de casting puede facilitar mucho las cosas, sobre todo en un producto que tampoco es que exija el método Stanislavski de sus intérpretes para salir adelante, como es el caso. 
Crítica de cine: 'Oz: Un Mundo de Fantasía'
Algo parecido sucede con Rachel Weisz, mala ostia y pechacos encorsetados mediante, y Michelle Williams, el rostro más angelical del cine norteamericano (y replicante de Marilyn Monroe). Ninguna de las dos actrices aporta al universo brujeril nada que no hayan hecho recientemente Michelle Pfeiffier, Charlize Theron o Julia Roberts, transformándose en dos de las decepciones tibias de la función para el que espere demostraciones a la altura de su talentazo. Lo que se conoce como "llevárselo crudo", vamos, y si me apuras junto a uno o dos vestidos de princesas Disney. El lucimiento varita en ristre aquí está reservado para la emergente Mila Kunis (Cisne Negro, Ted), la bruja "buenimala" Theodora, un personaje que evoluciona de forma palpable a lo largo de la película y que atesora alguna de las mejores ideas visuales del filme, como las cicatrices en la cara que le dejan las lágrimas o un espectacular asalto a la Ciudad de Glinda.
En definitiva, existen más razones para hacerse con un billete de regreso a Oz que para meter a la última película de Sam Raimi en el cajón de las superproducciones olvidables, y es que a pesar de que el realizador no ha inventado el fuego y nos deja a la espera del gran exponente de este subgénero revisionista -éste mismo mes llega el intento de Bryan Singer, Jack El Cazagigantes-,  lo que sí ha logrado es confeccionar un número lo suficientemente hábil como para cubrir el mismo hueco que llenaba hace 75 años El Mago de Oz, es decir, el propio de una fábula buenrollista destinada a los más pequeños de la casa, sin entender la simpleza argumental como pereza narrativa sino como una herramienta para universalizar su mensaje, como siempre ha hecho Disney.

Volver a la Portada de Logo Paperblog