Nota: 7,5
Lo mejor: la promesa cumplida de expandir el universo presentado en Alien hasta límites insospechados. Y Michael Fassbender.
Lo peor: un guión demasiado efectista a cargo de Damon Lindelof (Perdidos).
Con frecuencia, las mejores historias son las que exploran la naturaleza humana sin importar el contexto. Ridley Scott, como uno de los cineastas clave de los últimos 50 años, se enmarca en la línea de lo expuesto. El miedo (Alien), el odio (Gladiator), la libertad (Thelma y Louise)... en su filmografía se aprecian relatos más o menos velados de los rasgos que conforman la psicología del ser humano, y ahora le ha llegado el turno a la curiosidad. Prometheus no es sólo la última gran epopeya espacial que ha fabricado Hollywood, sino que se trata de un homenaje a la necesidad de saber y conocer que alberga nuestra especie y que nos ha llevado a elaborar complejas teorías científicas y religiosas para determinar nuestro origen, incluso a enfrentamientos entre ambas vertientes, sin que a día de hoy, tras 2,5 millones de años de evolución, hayamos llegado a una conclusión satisfactoria. 2001: Una Odisea en el Espacio o Contact son dos ejemplos de lo bien que se mezcla ese sentimiento con la ciencia ficción. Precisamente porque la ciencia ficción consiste en eso, en llenar ese vacío explicando lo inexplicable sin perder la lógica, que no es de extrañar que las respuestas no convenzan a todo el mundo, y más si la mayoría de ellas necesitan de un proceso de deducción, como es el caso.
El problema de Prometheus es que donde Kubrick contaba con Arthur C. Clarke para establecer las bases de la historia y Zemeckis con Carl Sagan, Scott sólo ha tenido a mano a Damon Lindelof, inefable escritor de Perdidos y Cowboys & Aliens, y a todas luces la puerta menos indicada a la que llamar cuando buscas respuestas (o cualquier cosa con sentido en general). Lo más fácil sería acusar al guionista de ofrecer un libreto con más agujeros que un queso de Gruyere, pero eso sería exagerado. Supervisado por Scott y con la ayuda de Jon Spaihts (La Hora más Oscura), Lindelof ha plagado el relato de lagunas evidentes, dolorosas y que aseguran la polémica, pero por lo menos en este caso se ha molestado en dejarnos un rastro de migas para que no nos perdamos en el bosque. Prometheus mantiene muchas preguntas sin contestar, sí, pero también ofrece las herramientas necesarias para establecer teorías plausibles con las que compensar esas carencias. Quizás se trata de una exigencia excesiva para aquellos que se acerquen al filme con la única intención de entretenerse al abrigo de un blockbuster veraniego, o puede que responda al esquema introductorio de una trilogía que pretende tomar vida propia desligándose de su referente, pero de lo que no hay duda es de que se convierte en todo un caramelo para los que, como un servidor, disfrutan más de una película cuando esta se implanta durante días en tu cabeza como si estuviéramos hablando de la última misión de Cobb y los suyos.
De todas formas, la labor de un solo hombre es incapaz de lastrar un trabajo practicamente perfecto del resto de partícipes. Desde Black Hawk Derribado -y algún segmento de El Reino de los Cielos- que Scott no hacía gala de su mano maestra para la creación de atmósferas y ambientes. De hecho, ese fue el principal éxito de Alien, estrenada en su día como una monster-movie del montón que se enmarcaba dentro de la explotación que vivió el subgénero en los setenta, y elevada instantaneamente a los altares gracias a esa pericia del cineasta por introducir al espectador en la piel de los protagonistas. El responsable de Blade Runner nos recuerda por qué es uno de los directores con mejor olfato estético, por ejemplo, en el inteligentísimo uso de la tecnología en el filme con detalles como el mapa tridimensional o los rastreadores geológicos, que si bien contrastan con los menos avanzados artilugios mostrados en las anteriores entregas de la saga (ambientadas varias décadas en el futuro), no dejan de sentirse como avances posibles y terrenales. La nave es un prodigio de diseño y animación en toda regla, y ese mimo se traslada al resto de elementos. O mejor dicho, a casi todos.
Sin que se pueda poner ninguna pega al diseño de las criaturas (así, en plural) que desfilan a lo largo de las dos horas justas que dura el filme, su uso al servicio del espectáculo mas gratuito sí que se antoja algo forzado acercando el germen del ADN alien a una especie de macedonia terrorífica donde los monstruos se moldean teniendo en cuenta el ritmo de la historia. Prometheus esta muy por encima de las pretensiones de una pelicula de terror con bicho como puede ser La Cosa, e intentar acercarla aunque sea brevemente a ese marco es un error que resta consistencia a un conjunto críptico de por sí sobre todo en lo referente a la genética alienígena, elemento de unión con El Octavo Pasajero. SPOILER Ese nexo se establece en el plano final con el nacimiento del primer protoalien a partir de la mezcla del ADN del alien "atrapa-caras" gigante que se extrae Shaw en su momento Chuck Norris (¡No hay dolor!), y del Ingeniero que asesina a Weyland. Se trata del resultado final del experimento iniciado por David al introducirle una gota oscura a Charlie en el organismo en su afan de imitar hasta el extremo a sus hacedores creando vida "porque puede". Esa sería, en principio, la unión con Alien, la explicación del nacimiento casi casual de la primera criatura que nos ha aterrorizado durante los últimos 30 años, pero entonces nos encontramos con un mural que muestra a un alien en el interior de la nave (única colaboracion del mítico diseñador Giger en el filme, por cierto) y la teoría se cae por los suelos. FIN SPOILER
Donde, ahora sí, no se puede poner ninguna pega es en el plano interpretativo. Todos los actores y actrices están sencillamente estupendos. Podríamos cuestionar la necesidad de contratar a interpretes tan potentes como Idris Elba (Luther, Ghost Rider 2) o Charlize Theron para dar vida a personajes mucho mas intrascendentes de lo esperado (el de ella existe solamente para contribuir al halo general de misterio con su sospechoso carácter), pero hay que tener en cuenta que esto es una película de Ridley Scott, y nadie en el Hollywood de hoy en día puede permitirse rechazar su llamada. Logicamente, Noomi Rapace y Michael Fassbender son los que mas oportunidad tienen de lucirse, siendo el trabajo de este último otra prueba más de que su meteórico ascenso esta más que justificado. Su labor como el robot David es todo lo magnética que cabría esperar de una criatura que encarna de golpe y porrazo casi un siglo de tecnofobia gestada en la literatura y el cine. David es, sencillamente, el rostro perfecto de Hall9000 y de sus palabras y acciones se traduce la mayor carga filosófica del film, la de una criatura que asiste estupefacto al interés de sus creadores por conocer a los que les hicieron a ellos mismos. David no es humano, pero como ya nos queda claro desde el comienzo del filme, tampoco es solamente un robot. Se trata de la obra de ingeniería definitiva de nuestra raza, fabricado para parecerse lo máximo posible a una persona y de simular hasta el extremo ese sentimiento del que os hablaba al principio, la curiosidad. En definitiva, se trata de una ironía andante en el contexto argumental de la película que el guión de Lindelof explota, esta vez sí, con el debido acierto.
Como explicábamos al principio, Alien no nació como una película de culto sino que se convirtió en una por méritos propios. Con Prometheus sucede todo lo contrario. Esta precuela indirecta -se necesitan mas peliculas entre esta y Alien para unir la historia- nace con el propósito de cosechar una legión de seguidores desde su mismo día de estreno y, directamente, se le ve el plumero. Su pretenciosidad es un arma de doble filo capaz de infligir una herida mortal en todo aquel que se muestre reacio a entrar en su juego. Su planteamiento visual es grandilocuente, las aspiraciones de su historia titánicas, y las respuestas escuetas. Una fórmula que difícilmente cuadra dentro de lo que hoy en día entendemos como superproducción hollywodiense pero que supone todo un revulsivo para los amantes del género. Prometheus está destinada a ser uno de los estrenos más polémicos y exigentes del año, no sólo por la responsabilidad que conlleva profundizar en un clásico, sino por lograrlo alejándose todo lo posible hacia otros horizontes. Un acto de valentía que ya es todo un triunfo por sí solo.