Nota: 7'5
Lo mejor: las interpretaciones y su capacidad para crear atmósfera
Lo peor: Cierta sensación de haber visto un mediometraje largo.
Aparte de contar que Stockholm comienza con la premisa típica de dos jóvenes que se conocen en una fiesta, no se puede desvelar mucho más de su argumento sino dejar al potencial espectador con las ganas y rezar para que vaya a verla y corra la voz de que esta cinta es más que eso. Pues gran parte de su atractivo inicial reside en el misterio que desprende; únicamente roto en el momento justo por a irrupción de una atmósfera enfermiza y perturbadora que se va adueñando de la historia. Una mirada en el espejo y una gota de sangre en una pared blanca constituyen el punto de inflexión en el que ya no cabe un posible retorno. Así, la vuelta de tuerca se produce a la mañana siguiente, dejando al descubierto a los verdaderos yos que yacían escondidos ante las convenciones sociales. Stockholm concentra dos historias en una. Su primera parte es un retrato generacional de las relaciones de hoy en día. Mientras que la segunda viene precedida por un fundido a negro que comienza cuando la chica amanece y sube la persiana, dando lugar a una realidad más cruda de la que ninguno de los dos podía imaginar. Se da un claro contraste entre la noche anterior, marcada por una subida al cielo (aunque con altibajos), y la mañana, seguida de un descenso literal a los infiernos. El metraje se retuerce hasta encontrar su lugar en el thriller más tenso y psicológico que uno pueda esperar. Su planteamiento inicial de chico conoce a chica muda de piel para convertirse en algo más oscuro y denso.