Nota: 8
Lo mejor: hipnotiza. Lo peor: no hay tanto fondo como promete su envoltorio preciosista.
Los vampiros; esos seres magnéticos e irresistibles para los humanos. Depredadores, seductores. Criaturas explotadas en el imaginario popular. Bram Stoker sentó precedente con su novela Drácula en el siglo XIX. Hemos podido verlos a lo largo de la historia del cine (Nosferatu de Murnau, Dracula de Browning, Vampyr de Dreyer, Dracula de Coppola, Let me in, Entrevista con el vampiro…). Creemos que lo sabemos todo de ellos. O quizá lo único seguro es que no sabemos nada. Porque el título de esta cinta, o el apellido de la familia, no son más que una pista falsa. En Stoker no hay ni rastro de vampiros… ¿O sí?
Stoker arranca el día del dieciocho cumpleaños de India Stoker (Mia Wasikowska). El mismo día en que se queda huérfana de padre. India se ve obligada a convivir con su madre (Nicole Kidman) con la que no mantiene una muy buena relación. Todo cambiará cuando el tío Charlie (Matthew Goode) se incorpore a la familia. Park Chan Wook (Old Boy, Sympathy for Mr. Vengeance) rueda una fábula de terror cuyo contenido nos es ya familiar, y sin embargo eso resulta lo de menos. Tras un prefacio evocador (“Igual que una flor no elige su color, no somos responsables de lo que somos”) en el que asistimos a toda una declaración de intenciones, la relación entre tío y sobrina no tarda en imponerse como eje perturbador de la narración, cuyas aristas terminan implosionando un proceso de madurez ciertamente escabroso.