Crítica de cine: Tan Fuerte, Tan Cerca

Publicado el 20 marzo 2012 por Lapalomitamecanica
Tan fuerte, tan cerca, el capón que le voy a dar al que la nominó a la mejor película

Nota: 2
Lo mejor: el trabajo del joven Thomas Horn.
Lo peor: que ni siquiera les va a gustar a los que lleven años esperando una reunión Hanks-Bullock.
Extremely Loud & Incredibly Close no se merece todo el azufre del infierno solamente por ser una de las películas que menos se han ganado la máxima nominación al Oscar en los 84 años de historia de estos premios. Al fin y al cabo, ahí tenemos a ilustres ejemplos como Seabiscuit o Una Mente Maravillosa (que encima ganó) para demostrarnos que no siempre podemos fiarnos del baremo que establecen los calvos, casi siempre por culpa de una especial predilección hacia el patriotismo escrito con lágrimas en clínex. Lo que sucede con la cuarta película de Stephen Daldry es que trasciende ese ideario americano y aglutina en un solo film todas las artimañas y los recursos que enseñan en la universidad para guionistas en "Introducción a la secrección lacrimal en señoras mayores de 60 años", y no solo eso, sino que además resulta tremendamente aburrida incluso para aquel que acuda al cine con ganas de soltar el moco.
La ausencia de candidaturas para protagonistas tan oscarizables como Tom Hanks, Viola Davis, Sandra Bullock o el propio Daldry (es el primer film por el que no le nominan en ninguna de sus facetas de director o guionista) ya nos hacía temer que lo que teníamos delante era una gran bomba de humo, pero de lo que nadie nos avisó era de que en realidad se trataba de Ántrax concentrado. Desde los primeros minutos en los que música de ascensor acompaña las aleatorias divagaciones con forma de voz en off del niño protagonista, la función queda sentenciada y la cuesta abajo ni siquiera llega a producirse porque en ningún momento se despierta el interés del espectador. Vale, el chaval acaba de perder a su padre (Tom Hanks en plan "hola y adiós") en los atentados del 11-S y tiene a la Bullock de madre. La situación es difícil, pero ay, es que tiene unos ojazos azules...

Lo que realmente nos intentan contar es como Oskar Schell (Thomas Horrn), un crío con problemas de adaptación, intenta superar la pérdida gracias al calor que produce el abrazo de América. El chaval, obviamente superdotado, es conducido a aventuras de lo más curiosas por parte de su padre con la promesa de una recompensa idílica al final del juego. Lo que sucede es que tras su fallecimiento, la partida queda inacabada y el crío tendrá que juntar las pistas él solo para descubrir el último mensaje que le dejó su progenitor antes de morir. Partiendo de que las bases del juego están mal planteadas y de que en ningún momento resulta creible que el niño vaya a encontrar algo al final del viaje (ya que queda bien claro que todo se trata de una terapia paternofilial transformada en obsesión), lo que tiene delito es que encima su desarrollo es tan unilineal y maniqueo que tampoco funciona ni como drama familiar ni como película de integración. Solo quizás, como somnífero para casos crónicos. 
En estas que hace acto de presencia Max Von Sydow como "el señor mayor que acompaña al niño pero no de un modo perverso". Su experiencia y veteranía siempre son de agradecer (éste sí fue nominado, y con razón) y más cuando la función está por los suelos, pero el propio guión se encarga de destrozar a un personaje que promete mucho en su primera aparición y termina siendo un pelele al servicio de un clímax totalmente artificial en sintonía con el resto del film. Y no se me ocurre un mejor adjetivo para describir todo lo que vemos en pantalla: desde la gratuita utilización de una desgracia que inevitablemente toca la fibra estadounidense como punto de partida, hasta el trabajo de los adultos -Von Sydow y Jeffrey Wright mediante-, pasando por un retrato japiflagüer de la solidaridad entre los conciudadanos de La Gran Manzana. Porque si como espectador me vas a manipular, no me metas los dedos en el culo y hurgues como si fuera un muñeco de trapo, ya que al final me voy a dar cuenta.

En definitiva, poco se puede rascar de Tan Fuerte, Tan Cerca más allá de las buenas inteciones de Von Sydow y del trabajo del benjamín Thomas Horn, que carga sobre sus hombros el 90% del metraje sin titubear ante sus atropellados diálogos y sin que su trabajo contribuya en ningún momento a la debacle general, sino todo lo contrario. Pero sin duda, lo peor que se puede extraer de esta película es la confirmación de que el realizador que se descubrió con Billy Elliot y que supo mantener el tipo con Las Horas y El Lector ha ido apagando poco a poco su estrella hasta el punto de elegir una historia con cimientos de barro en el imaginario americano y en la que un director que procede de la escena teatral inglesa como Daldry, sencillamente, no pinta nada.