Más no es mejor
Lo mejor: las espectaculares coreografías en las escenas de acción.
Lo peor: la poca capacidad para sorprender.
Joss Whedon es un tipo al que guardo un cariño especial, porque es una de las figuras que, antes de coronar la cima con los Vengadores, ya estaba presente en mi vida desde los tiempos del discman gracias, esencialmente, a dos de sus creaciones televisivas: Firefly y Buffy Cazavampiros. Por aquel entonces, su nombre no sonaba demasiado y hasta que Marvel no le echó el anzuelo, muchos ni conocían su debut en el largo con Serenity. No fue poca la desconfianza depositada en el realizador al ser anunciado como responsable de uno de los proyectos más ambiciosos del género de superhéroes, pero el cineasta le echó un par de huevos y nos dejó a todos hablando solos con el resultado de la primera entrega de Avengers.
De aquello han pasado algo más de tres años y, una vez superadas las expectativas, ya nadie duda de la capacidad de Whedon para hacerse cargo de superproducciones de proporciones tan épicas como la que nos ocupa. Sin embargo, el director ha preferido despedirse de La Casa de las Ideas con La Era de Ultrón para dedicarse a otros proyectos menores y renunciar a la que ya es una de las franquicias más taquilleras de la Historia del cine y, para ser franca, a lo mejor no le viene nada mal un soplo de aire fresco a una saga que, con dos entregas, parece que ya ha alcanzado su máximo o ésa es la sensación que nos deja la secuela del equipo liderado por el Capi que, lejos de sorprender, recurre a la misma fórmula utilizada en Los Vengadores tanto en su estructura narrativa como en su aspecto formal, porque algún iluminado de Hollywood pensó en su día: ¡qué coño! Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo?
Y sí, amiguetes, el mecanismo, sin modificar apenas un ápice de su sistema, ha vuelto a dar resultado y lo confirman sus más de 875 millones de dólares (se espera que esta semana alcance los mil) recaudados a nivel mundial, lo que para muchos -¡Iñárriturrrght!, perdón, la alergia primaveral- empieza a ser hasta molesto, especialmente para los menos aficionados a la materia y a los blockbusters, pero por mucho que escueza a sus detractores, debemos considerar Los Vengadores 2 como un éxito total y es que, al fin y al cabo, la película ofrece a los fans del género y al espectador medio un entretenimiento palomitero muy digno en la que no faltan grandes dosis de humor, efectismo de primera liga y batallas bestiales en las que los superhéroes se coordinan e interactúan en un baile de hostias. Con eso y una paja antes de dormir, muchos tienen el día completo, esto es así.
Ahora bien, a pesar del entusiasmo de ese sector del público, hay que admitir que la continuación se ciñe a un esquema prácticamente idéntico al que presenciamos ya en la primera cinta, sólo que en esta ocasión se suman a la fiesta otros personajes, como la telequinética Bruja Escarlata ( Elizabeth Olsen) y el fugaz Quicksilver ( Aaron Taylor-Johnson), a los que Whedon nos presenta desde el mismo prólogo de una historia que relata la creación del supervillano Ultrón, nacido de las mismas manos de Tony Stark ( Robert Downey Jr.) para proteger al mundo de amenazas; sin embargo, el invento no sale como se esperaba y la inteligencia robótica termina proponiéndose el objetivo contrario: exterminar a la raza humana. Los Vengadores deberán combatir al nuevo enemigo y, al mismo tiempo, enfrentar sus propios temores.
No quiero desvelar muchos más detalles acerca de la trama, pero me juego el cuello a que si reproducimos simultáneamente ambas entregas, no veremos mucha diferencia entre los acontecimientos que van sucediéndose en la primera cinta y los que acontecen en la segunda (peleas cuerpo a cuerpo que desatan el caos en la ciudad, coqueteos entre los protagonistas, gran batalla final con muchos malos,...), por lo que matamos un factor clave en una audiencia que se presenta ya desvirgada a la orgía heroica a la que, además, se apuntan personajes en exceso, lo que provoca una saturación de roles en poco tiempo. Esta superpoblación origina que, inevitablemente, algunos caracteres salgan perjudicados y acaben resultando más planos que Doña Letizia de perfil, por no mencionar lo desaprovechado de algunas grandes bazas como la Visión, en la piel de un Paul Bettany acojonante al que esperemos, sepan exprimir como merece en un futuro.
Ese mañana pertenece ahora a los hermanos Russo (Capitán América: El Soldado de Invierno), quienes recogen la batuta legada por un realizador sin piel tras dejársela en una continuación en la que nos ha ofrecido más de lo mismo en mayor cantidad, olvidando que la repetición y el exceso son armas de doble filo capaces de herir a unos superhéroes que, esta vez, han salvado el culo gracias a un Whedon con el poder de dotar a sus criaturas de una acción y un entretenimiento sin igual y es en esa capacidad, precisamente, donde reside la grandeza de papá Joss.