Revista Comunicación

Crítica de "Don Juan Tenorio", dirigido por Blanca Portillo.

Publicado el 19 junio 2015 por Coverset @Cover_Set
Crítica
UN TENORIO MUY NOTORIO
Espectacular "Don Juan Tenorio" el dirigido por Blanca Portillo de la mano de su impresionante puesta en escena, el gran trabajo actoral de un reparto magnífico y una sensacional adaptación firmada por Juan Mayorga, que manteniendo la esencia del texto de Zorrilla, defiende la fortaleza de la mujer a través de una versión a la que aplaudir la soberbia lectura que plantea. | Por Cristina Hernández.
Cada año tiene lugar en la ciudad complutense su emblemática escenificación del "Don Juan Tenorio", un acontecimiento de creciente interés turístico y cultural. Muchas han sido las ediciones que hemos podido ver, y por ello, las expectativas puestas en la producción dirigida por la actriz Blanca Portillo convertía este montaje en uno de los más deseados de disfrutar de la programación que trae la XV edición del Festival de Teatro Clásicos en Alcalá. ¡Y vaya si lo disfrutamos!
Lo tradicional mantiene la esencia de una brillante adaptación que firma Juan Mayorga, la cual incorpora personajes y acertadas licencias que magnifican el giro que plantea al espectador esta pieza. ¿Y sí las mujeres fueran las más fuertes de esta trama de apuestas entre machotes? En esta versión, la mujer toma fuerza, hasta tiene un personaje propio que irrumpe entre acto y acto haciendo de su presencia y voz un canto a la feminidad que ilumina toda escena. Esta lectura del popular texto de Zorrilla las sitúa al frente. Siempre escondidas tras rejas, telajes y hombres, Blanca Portillo da libertad a la feminidad, a la sensualidad y a la garra de las mujeres de este texto. Aquí son justicia y astucia, pero también retrata sin artificios el carácter perturbado de Inés de Ulloa, una joven aún niña cuya privación de libertad, el estar toda una vida encerrada, es razón más que justificada de la desazón y locura que le desata el amor de Tenorio. Una magnífica novicia interpretada por Ariana Martínez. El contraplano de este personaje lo toma Brígida, retratada como la alcahueta que es, una femme fatale irónica, inteligente e interesada que pincha y corta a su antojo a la que da vida Beatriz Argüello, muy soberbia.
Una producción que, tanto a nivel visual como argumental, ahonda en el carácter de los personajes principales, de Don Juan y Doña Inés, fruto de una educación desacertada, dos figuras construidas en base a una enseñanza, o a falta de ella, que lleva a la insurrección de uno y a la locura del otro. El tándem Mayorga - Portillo expone una oposición de espíritus entre los padres de Don Juan y Doña Inés, entre Diego Tenorio y Gonzalo de Ulloa, y la abadesa, frente a Doña Inés, Don Juan o Brígida. Los primeros rectos, correctos, obedientes de las leyes, mientras que los segundos desafían las reglas establecidas, ponen en duda lo que es correcto. Esto último también muy perceptible a través de la postura de Ana de Pantoja y Lucía.
Se trata de un "Don Juan Tenorio" delicioso, que rompe de manera brutal con la convencional propuesta que hemos disfrutado en múltiples ocasiones. En este caso, la atmósfera que marca el tono de este fantástico montaje arranca en la primera escena. La Taberna del Laurel, epicentro carnavalero, se tiñe, a través de las sombras que toman la acción, de una poética crónica de una muerte anunciada. En este acto, en este escenario, se convence al espectador para hacerle disfrutar de una re-lectura de esta popular obra del siglo de oro que parte con el cara a cara entre un repeinado Don Luis - excepcional Miguel Hermoso - y un informal Don Juan - magnánime José Luis García-Pérez, quizás una de las interpretaciones más fantásticas que hayamos visto. Se desgasta en la ejecución de este impresionante y complicado texto. Una visceralidad alabable y de una gran emoción la de este desgañitado Tenorio-.
En esta adaptación desaparecen las pausas versales como tal, pero se mantiene la esencia de la composición. Esta ejecución sobre el escenario hace disfrutar de un ballet armonioso que transita entre acto y acto a través de unos espíritus que dotan a cada escenario de un decorado funcional que enmarca cada acción. Es aparentemente una puesta en escena sobria, pero resulta muy expresiva, en la que un eficiente juego de tablones y telas son los elementos sirven para encuadrar este drama romántico cuya espectacular escenografía incluye un doble plano, una perspectiva que magnifica la intensidad de la escena en el convento cuando se lleva a cabo la lectura de la carta de amor: la encendida pasión de ella y el afán de conquista de él son intercalados en una misma escena que retrata diferentes tiempos y espacios. Un decorado donde la irrupción de pequeños toques de color son, de alguna manera, la expresión visual de los sentimientos, deseos y personalidad de los personajes. Predomina el negro, una oscuridad rota por telares rojos y el gris azulado del vestuario de Doña Inés. Un aspecto destacable en la escena del regreso de Don Juan a Sevilla, donde un tridente de color expone de manera poética los caminos de la vida de este personaje: El blanco, el negro y el azul conviven en este cuadro, y es que, entre tanta alma impura la pureza de la novicia influye a este hombre al final de su vida en su intento de redimirse. 
"Qué el frío de la muerte me despierte" grita Tenorio rodeado de sus muertos, de esos testigos de su audacia y valor, mientras el reloj de arena marca los últimos instantes de su tiempo. Un último acto cuyos últimos versos se ejecutan sorprendiendo a esos testigos del dolor que aflora Don Juan cuando todo está llegando a su fin. Astuta brecha en el clímax final que da presencia a la morbosidad que anula la tensión de ese lamento cuando este personaje se dirige al público de manera personal. 
Entre luces y sombras se refugia este notorio Tenorio de vaqueros, sudaderas, chupas de cuero y botas moteras, una admirable producción que engrandece la inmortalidad de esta obra de Zorrilla.
:: Sigue la gira de esta producción en: http://www.donjuan2014.com

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