Crítica de El Desafío (The Walk), un film de Robert Zemeckis

Publicado el 02 enero 2016 por Bebina @Games4u_es

A menudo me sucede que, cuando estoy viendo un film (ya sea en la gran pantalla o en la humilde tele de mi hogar) y de repente aparece ese mensaje o esa voz en off que dice “está película está basada en hechos reales” me asalten varias dudas. Y esto es porque reconozco que, desde bien pequeño, he amado el cine por su capacidad para extrapolarme a historias fantásticas, a otros mundos, a una épica narrativa de la que, por lo general, carece el mundo real. Siempre he creído que lo más maravilloso que tiene el arte es esa capacidad de evasión o incluso de reflejar la vida desde un prisma más cercano a la ensoñación, con el tiempo aprendí que si se la sabe reflejar con pasión, con garra y derrochando carisma la realidad en manos de ciertos artesanos puede ser tan llamativa, tan evocativa y apasionante como lo sean los universos de Star Wars o El Señor de los Anillos. Y esto es lo que sucede con el último largometraje de Robert Zemeckis (Regreso al futuro, Forrest Gump), se trata de una de esas historias que puestas en manos de otros directores habría sido cuanto menos tediosa, o quizás cínica en demasía (algo de lo que el octavo arte va demasiado sobrado en las últimas décadas) o algo cuasi documental, pero orquestada y supervisada por el genio de un hombre que logró hacernos correr junto a Tom Hanks se convierte en uno de los mejores films de este año que ya casi nos deja. Porque si hay algo que muchas películas basadas en hechos reales no poseen es “alma” y de ella precisamente va sobrada esta superproducción del hombre que no brindó la trilogía de Regreso al Futuro. Esta es la historia de un hombre apasionado narrada con esa pasión que solo el buen cine sabe transmitir.

CRÍTICA DE EL DESAFÍO (THE WALK):

Cuando Philippe Petit (Joseph Gordon-Levitt) tuvo frente a sus ojos una imagen de las Torres gemelas de Nueva York supo que tenía que trazar su cable entre los dos colosos de acero del World Trade Center, desde aquel día el joven artista y equilibrista francés no se detendría hasta llevar a cabo su plan de cruzar de un edificio al otro caminando sobre la cuerda floja. Para tan disparatada y arriesgada labor, Petit dará forma a un grupo de amigos siempre encabezados por su novia Annie (Charlotte Le Bon) que le ayudarán en su loca causa, habrá momentos de tremendas dificultades para esta “troup” pero incluso cuando los ánimos estén por los suelos será la contagiosa pasión de Philippe la que devuelva la ilusión a todos ellos. El como este artista y bohemio francés logró tender su cable entre las dos torres y cruzar de una a otra en la cuerda floja en 1974 ya ha sido reflejado en el documental de James Marsh Man on wire (2008) ganador de un Oscar y un Bafta, lo que esta joya de Robert Zemeckis trata de transmitirnos es mucho más que los hechos acaecidos: es la gran pasión que hay detrás de esta historia, es el como con su hazaña Petit dio “alma” a estos dos emblemáticos edificios de Nueva York. 

Y hablar de El Desafio es hablar de Joseph Gordon-Levitt (Don Jon, Origen, El caballero oscuro:la leyenda renace) un actor que se ha destapado en la última década como uno de los más camaleónicos de Hollywood y estamos sin duda ante una de sus mejores interpretaciones. Su transformación en Philippe es total, usando un marcado acento afrancesado a la hora de hablar la lengua de Shakespeare, las muecas, los gestos y sobre todo la capacidad de transmitir la pasión, el amor por la vida y el arte que destiló el bohemio francés y en el que se convierte totalmente. La actuación de Gordon-levitt es el corazón del film, cada mueca, cada ataque de nervios que sufre marcan el latir constante de esta superproducción, su personaje puede ser un loco, un soñador que casi parece fuera de lugar en el siglo XXI….pero lo cierto es que transmite esa sensación de amor por la vida, de optimismo pleno que uno solo recuerda cuando vuelve a visionar películas de la década de los ochenta y principios de los noventa, esas historias que te animaban a salir a la calle y comerte el mundo, hacía mucho tiempo que no me sentía así al salir del cine.

Pero por supuesto hay más reparto; Ben Kingsley (La lista de Schidler, Exodus:dioses y reyes, Shutter Island) hace una genial interpretación de Papa Rudy, el artista de circo y mentor de Philippe, entre ellos llega a producirse una relación realmente estrecha, parecida a la de un padre y su hijo, en el lado romántico de la vida de Petit se encuentra Annie (Charlotte Le Bon) que quedará prendada (como probablemente nos sucede a los espectadores) de la pasión que transmite el showman y artista francés, ella será en buena parte el mayor apoyo de Philippe en su temeraria decisión de cruzar las Torres Gemelas. Para cerra el apartado de los actores y sus interpretaciones e de anotar que este es uno de esos films que por mucho que adoréis la lengua de Cervantes no puedo dejar de aconsejar que si tenéis la oportunidad disfrutéis de la experiencia en versión original, pues es el único modo de captar todos los matices de los actores sobre todo cuando hablan distintas lenguas o inglés con diversos acentos. Mi segunda nota (toda una rareza porque no soy yo de los que andan aconsejando esto) es que si queréis disfrutar de una experiencia realmente redonda visionéis el largometraje en 3D (en un cine IMAX ya es rizar el rizo, realmente memorable). Los motivos a continuación.

Y es que hay pocos casos en los que, en opinión de quien esto suscribe, el 3D realmente aporte algo valioso a lo que la historia de un film trata de transmitirnos, pero he de decir, que si la llegada de la tercera dimensión al mundo del cine ha tenido sentido alguna vez es sin duda en el último trabajo de Zemeckis: visionar la película en 3D no solo la hace ganar en profundidad, es que resulta casi vital si queremos siquiera acercarnos tímidamente a entender como se sintió Philippe Petit el 7 de agosto de 1974 cuando estuvo caminando sobre el cielo, en un estrecho cable tendido entre aquellos dos colosos de New York. La sensación de vértigo, de estar a vista de pájaro es total y no sólo gracias al propio efecto en tres dimensiones, sino a los sublimes planos e inteligentes ángulos de cámara que además buscan una cierta epicidad y no una imagen totalmente realista (para eso ya están los documentales) que da aún más alma a la experiencia, el mismo alma que Petit otorgó a las torres con su increíble hazaña con la que se ganó un lugar importante en la historia de la ciudad que tanto ama Woody Allen.

En definitiva Robert Zemeckis lo ha vuelto a hacer, al contarnos la historia de este incomprendido artista del siglo XX nos ha traído de vuelta toda la pasión y el corazón de aquel siglo, nos ha devuelto la magia que impregnó a obras maestras como Regreso al Futuro y Forrest Gump y esta vez no ha necesitado ni siquiera un DeLorean para hacernos viajar en el tiempo, tan solo un cable, dos icónicas torres (preciosamente homenajeadas en este film pero sin reivindicaciones ni patriotismos innecesarios) y mucha, mucha pasión.