Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Matthew Vaughn tiene un sexto sentido a la hora de escoger proyectos. Debutó brillantemente con la adaptación de Stardust, la fábula ilustrada de Neil Gaiman, para luego decantarse por el mundo del cómic de la mano de un superhéroe de culto, Kick-ass, salido del lápiz de Mark Millar y se consagró gracias a la mejor traslación al cine del universo X-men, Primera generación, en la que buceaba brillantemente en el origen de los personajes. Su buen juicio le llevó a abandonar la continuación de la saga de los mutantes (un fiasco artístico) para embarcarse en esta aventura, salida también del noveno arte y del ingenio de un viejo conocido, Millar.
Harry Hart (Colin Firth) define Kingsman como una agencia internacional que opera al máximo nivel de discreción. La conforman una especie de modernos caballeros de la mesa redonda con aspecto de lord inglés y maneras jamesbondianas. No en vano sus nombres en clave comienzan por su cabeza pensante, Arturo, y prosiguen por Galahad y Lancelot, culminando en el hombre de los ingenios (el sosias de Q en las películas de 007), Merlín, cuya verdadera identidad homenajea al inmortal Sherlock Holmes. La acción comienza cuando Hart-Galahad escoge a un joven para acceder a las extremas pruebas de selección del sustituto de Lancelot al tiempo que un magnate de la tecnología se mueve en la sombra para dominar a los mandatarios más poderosos del mundo.
Dos elementos clave definen la personalidad de Hart; una frase y una localización: “los modales hacen al hombre”, toda una declaración de intenciones que precede a la lección de civismo ulterior, y un despacho empapelado con portadas del tabloide sensacionalista The Sun, donde se explica de manera brillante qué significa aquello de “máximo nivel de discreción”.
Colin Firth y Matthew Vaughn han compuesto un personaje intrínsecamente británico. Flemático, irónico, elegante (en el vestir y a la hora de moverse) y seductor de cara al espectador. Pero lo que nos llama poderosamente la atención es la versatilidad del actor para ejecutar secuencias de acción acrobáticas perfectamente coreografiadas que han requerido un tremendo esfuerzo físico aunado con la precisión de unos movimientos que evolucionan, en la más espectacular de todas, al ritmo del riff de guitarra del “Free bird” de Lynyrd Skynyrd. Una conjunción de música e imagen de una plasticidad y espectacularidad epatantes.
El desarrollo de Kingsman ha querido volar por encima de las viñetas aportando toda una serie de personajes, elementos y referencias que no han hecho sino enriquecerla y convertirla en un divertimento salvaje de primer orden. Desde ese inicio demoledor a ritmo de “Money for nothing” hasta el socarrón final con las notas de “Slave to love”, el humor irreverente salpica, a veces literalmente, cada fotograma (el caleidoscópico ballet de explosiones subrayado por algo tan tipical british como “Pompa y circunstancia”, impagable). Vaughn vuelve a demostrar que rueda, monta y sonoriza la acción como nadie. Su cine es sinónimo de entretenimiento y carcajadas, con un estimulante toque de humor negro.
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Kingsman: Servicio secreto
Dirección: Matthew Vaughn
Guión: Jane Goldman y Matthew Vaughn, basado en el cómic de Mark Millar
Intérpretes: Colin Firth, Taron Eggerton, Samuel L. Jackson
Música: Henry Jackman y Matthew Margeson
Duración: 129 min.
Reino Unido, 2014