Tras su triunfal paso por el Festival de Sundance en 2015, siendo galardonado su director (el debutante Robert Eggers), "La bruja" llega a las carteleras españolas con la certeza de ser la nueva sensación del desgastado cine de terror. Es necesario recalcar que la tendencia del género en la actualidad se caracteriza esencialmente en sobresaturar de sustos y sobresaltos de tres al cuarto, llevados a cabo por la utilización de estridentes bandas sonoras y un exceso en derramamientos de sangre y vísceras, que en la mayoría de las veces esconden las carencias cinematográficas de los filmes en cuestión. Así que llegados a este punto, y tras lo anteriormente citado, me gustaría dejar bien claro que todos aquellos que esperen los frenéticos mecanismos por los que se mueve el género actualmente, que desista de ver esta película, porqué seguro que les decepcionará de manera irremediable, ya que "La bruja" se aleja de los convencionalismos, siendo más bien un drama psicológico intimista con pinceladas fantásticas y de terror; es decir, se trata de una película de terror a la vieja usanza.
Quizás estemos ante una de las operas primas más potentes de los últimos años, en la cual Robert Eggers demuestra una sobriedad insólita para ser su primera incursión tras las cámaras, dotando a la cinta de una brillante puesta en escena y una poderosa atmósfera inquietante y aterradora. Como he comentado al principio de la reseña, Eggers huye de los excesos y golpes de efecto que predominan en el género actualmente, para conformar un relato de tensión 'in-crescendo' que te atrapa y acongoja a medida que transcurren los acontecimientos, vislumbrándose claras influencias de Ingmar Bergman y el Carl Theodor Dreyer de "Dies Irae", así como al Stanley Kubrick de "El Resplandor". No en vano, en numerosas entrevistas el realizador ha confesado ser aficionado al cine de estos grandes cineastas, al igual que también ha mostrado tener un gran afecto por la cinta de Kubrick.
Es destacable también el ritmo pausado que le impregna su director, así como su guión bien cohesionado para que todo lo narrado cale bien hondo en el espectador. Durante gran parte del metraje prevalece un carácter digamos onírico, un tono interior repleto de silencios y miradas sesgadas, que está marcado por el fanatismo religioso que profesa la familia de colonos, y que se romperá definitivamente en el último tercio del filme, en el cual la satánica presencia hará acto de aparición, haciendo que los personajes se enfrenten a la cruda realidad que les acecha, y conformando uno de los finales más extraños, hipnóticos y fascinantes de los últimos tiempos. De igual modo, es notoria su portentosa factura técnica, con una fotografía sublime de Jarin Blaschke (en la que abundan los tonos grises) otorgando un delicioso look pictórico, que junto a la genial banda sonora (a cargo de Mark Korven) acentúan su atmósfera perturbadora y malsana, haciéndonos partícipes de la pesadilla que viven los protagonistas.
PUNTUACIÓN: ★★★★