Al contrario que las grandes superproducciones hollywoodienses, el cine francés no suele ser un productor de blockbusters con presupuestos desorbitados que gastar en CGI y en carísimos efectos especiales, es algo más intimo, historias verosímiles y cercanas que no buscan la épica y la grandilocuencia sino más bien compartir un pedacito de este nuestro mundo, tan real, tan próximo, tan cotidiano….que quizás se nos esté escapando entre tantas explosiones, persecuciones con coches de alta gama y cuerpos de personas adictas al fitness. Habitualmente se considera que buena parte de películas basadas en casos reales son en su mayoría telefilms soporíferos de esos que rellenan la sobremesa de algunas cadenas de televisión los sábados y domingos, pero lo cierto es que con carisma, buen ritmo y destacadas actuaciones estas producciones pueden tener alma suficiente para que merezca la pena recordarlas. Este es el caso de la película que hoy nos ocupa, quitaos las gafas 3D y poneos las de leer, esta es una experiencia basada en conflictos mundanos del día a día, el drama más íntimo y personal que siempre nos hace mirar para otro lado.
Crítica de La profesora de historia:
En un suburbio de París, Créteil, en el instituto Leon Blum una clase de estudiantes problemáticos desafía a cuanto profesor se les pone por delante, los docentes, incapaces, no solo ya de transmitir conocimientos o aprendizajes, sino incluso de controlar a los alumnos sucumben a la desmotivación y tiran la toalla. Todos salvo Anne Gueguen (Ariane Ascaride), su tutora y profesora de historia que logra motivar poco a poco a un grupo de adolescentes condenados por el sistema estudiantil a quedar rezagados respecto al resto de clases, para que ganen confianza en si mismos, Anne les anima a que participen en el Concurso Nacional de La Resistencia y La Depotación, un prestigioso certamen francés creado para concienciar a los jóvenes sobre las terribles circunstancias que sufren las personas ante la la segregación y el racismo. El tema elegido por las clase de Malik (Ahmed Dramé) y Mélanie (Noémie Merlant) es sobre la deportación y las atrocidades sufridas por el pueblo judío durante la II Guerra Mundial.
Este proyecto motivará a los jóvenes a descubrir más sobre la historia y cómo la segregación racial sigue vigente aunque de diferente forma hoy en día, de hecho el film realiza una sutil labor creando una analogía entre el racismo a mediados del siglo XX y el que se da actualmente en la sociedad francesa, donde diversas culturas y religiones conviven y no siempre de forma pacífica. Malik, por ejemplo, es de origen africano y su familia es de profundas creencias islámicas, mientras que Camélia (Alicia Dadoun) pertenece a una familia judía, y aún en pleno siglo XXI eso supone un serio inconveniente a medida que los dos chavales pretendan tener una relación más cercana. Respecto a los actores, ni que decir tiene que son en su mayoría un elenco joven y con poca experiencia pero que funcionan a la perfección como clase y también en sus historias individuales especialmente Alicia Dadoun que posee un magnetismo natural que llena la pantalla, así mismo Ahmed Dramé, que a sus 21 años no sólo es el protagonista del film sino también de la historia en la que está inspirada el mismo y de la que él decidió escribir el guión para compartir la enriquecedora experiencia que le llevó a ganar junto a sus compañeros de clase el Concurso Nacional de La Resistencia y La Deportación, un guión que atrajo la atención de Marie-Castille Schaar. El hecho de que alguien que experimentó la historia real haya escrito el guión y sea uno de los protagonistas de film añade un punto extra de credibilidad y éxito a la realización de esta película, aportando una gran nobleza al propósito que persigue La profesora de Historia (Les héretiers, que es su nombre original), que no es otro que la importancia de la educación, de la motivación en los jóvenes, conocer el pasado y empatizar con él para no cometer los mismos errores. Pero todo esto quedaría en agua de borrajos sin la soberbia interpretación de Ariane Ascaride que, muy alejada del tono de los personajes que suele interpretar en los films de Robert Guédiguian, sostiene una interpretación poderosamente convincente como una profesora que trasciende sus obligaciones estrictamente profesionales para ayudar a unos chicos que necesitan de ese extra de motivación, de apoyo, de comprensión.
Además de la historia en sí que se sucede a lo largo de la película, Les héritiers nos deja algunos testimonios reales sobrecogedores y muy intensos, en especial el de Léon Zyguel, que pasó parte de su juventud en un campo de concentración nazi, su testimonio resulta tan conmovedor como impactante y su efecto en los jóvenes protagonistas es tan verosímil como alentador. Las escenas en las aulas del instituto León Blum tiene ese sabor a autenticidad, invitando al espectador a reflexionar sobre el verdadero sentido de la enseñanza, y la nobleza y virtuosismo que se desprende de aquellos que pretenden enseñar, pero no como meros conductores de conocimientos plasmados en prototípicos libros de texto, si no como auténticos maestros, los que transmiten, los que inspiran, los que aman enseñar y se comprometen tanto con la labor de ser profesores como con aquellos a los que tratan de educar.
Este es un film que reivindica la labor del profesor pero no como persona que simplemente cumple con su trabajo (que desgraciadamente suele ser buena parte del gremio) si no como persona virtuosa capaz de transmitir la virtud a otros, cultivar el espíritu crítico, el deseo de saber más, aprender a valorar a las personas y respetar su dignidad y sin caer en didactismos banales. Una lección magistral de como debería ser siempre la enseñanza, superadora de prejuicios, una rebelión contra la mediocridad, en las aulas donde se forman aquellos que han de heredar el futuro.