Abordar un Biopic es siempre complicado, exponer ante el público las luces y sombras de una vida, de un personaje puede ser conflictivo si no se tiene un objetivo claro. Humanizar o deshumanizar a la persona, desmitificarla o hacer ver que mereció más reconocimiento que el que le fue otorgado, centrarse en un momento crucial de su trayectoria o repasar a grandes rasgos toda su historia, descubrirla ante los neófitos o crear una película que solo podrá degustar aquél conocedor de la obra del homenajeado…. El director estadounidense Abel Ferrara tenía entre manos a una de las figuras más transgresoras y escandalizadoras de la Italia del siglo XX, Pier Paolo Pasolini fue considerado un genio por unos y una seria (e inmoral) amenaza por otros, pero fue una de esas figuras creativas que no dejó indiferente a nadie. Vamos a ver como Willen Dafoe (Platoon, El Gran Hotel Budapest) da vida a uno de los directores más polémicos del siglo pasado.
CRÍTICA DE PASOLINI:
“El arte de la narrativa, como tu bien sabes, está muerto”. A través de esta simple frase, el controvertido director y escritor italiano trataba de explicar como la relación de un autor hacía aquello que crea es mucho más importante que el vínculo con las formas narrativas. Y si en este momento decidís echar un vistazo a la filmografía del mismo (asomaos simplemente y contemplad algunas escenas de sus films que yo esperaré pacientemente…….¿ya?, vale) descubriréis el por qué su obra fue tildada de polémica, Pasolini dinamitó los límites de la narrativa habitual dando lugar a una especie de segundo neorrealismo donde el erotismo, la pornografía, el sadismo y la provocación se entrelazan desdibujándose.
Ferrara y su guionista Maurizio Braucci pretenden encarar el film con el mismo principio de rechazo hacia la estructura narrativa y persiguen ante toda la creación de un valiente experimento formal que desgraciadamente suena mejor en teoría de lo que acaba mostrando en pantalla. La película crea un collage a partir de diversos fragmentos de los últimos días del artista italiano en 1975, al volver de un viaje por Suecia Pasolini busca un método de sortear a la censura de cara a su último film, Salo, o los 120 días de Sodoma, reivindica que el sexo como todo, también es política y asegura que es más militante político que nunca, pese a que los medios digan lo contrario. Más tarde le vemos sentado junto al periodista Furio Colombo (Francesco Siciliano) en la que sería su última entrevista publicada en La Stampa bajo el título de “Todos estamos en peligro”. Sin embargo y pese a profundizar en el hecho de que Pasolini era odiado de forma visceral por algunos sectores de la sociedad italiana y en como había llegado a recibir insultos y amenazas por su personalidad directa y por decir siempre lo que pensaba (amén de inmortalizarlo también en su obra) siendo un claro ejemplo de figura transgresora, Ferrara no se adentra en esa página oscura y misteriosa que da forma a las circunstancias y conspiraciones que rodearon a la muerte del prolífico autor.
El film está salpicado de interludios alegóricos que tratan de mostrar ideas conceptuales del creador italiano, el más largo de estos nos muestra una bizarra idea para un futuro proyecto de película que rondaba por la mente del mismo; una odisea alegórica de la busqueda ideológica de la verdad en la que dos personajes, Epifanio y Ninetto se embarcan en un peregrinaje a través de Utopía, Sodoma y Gomorra donde son detenidos para contemplar una orgía donde gays y lesbianas se entremezclan para procrear bajo un cielo cubierto de fuegos artificiales. De este modo, se alternan escenas que muestran las inclinaciones, pasiones y el carácter de las producciones de Pasolini con otras en las que se le puede ver desayunando con su devota madre (Adriana Asti), con su prima y secretaria Graziella (Giada Cologrande) con su amiga la actriz Laura Betti (Maria de Medeiros) y con su amigo de toda la vida y amante Ninetto Davoli (Riccardo Scamarcio). El problema reside en que ninguno de estos personajes aportan apenas nada a la figura del artista, son solo un mero acompañamiento del protagonista. Por suerte la elección de Willen Dafoe como Pasolini no puede ser más acertada, no solo el parecido físico entre ambos es innegable, sino que la interpretación es bastante memorable, desgraciadamente hay un detalle que empaña el conjunto, y es el hecho de que todos o al menos los más importantes personajes del film están interpretados por actores italianos que inexplicablemente hablan en la lengua de Shakespeare e intercalan a veces con frases o expresiones cortas en italiano, lo que da una impresión cuanto menos poco natural, se habría ganado muchísimo si todas las voces estuvieran en la lengua italiana.
La representación de la Italia de los años setenta cumple pero sin grandes alardes pero la ambientación de aquellas escenas que hacen referencia al universo creado por el político, ensayista y director italiano si que resulta espectacular, sintiéndose a través de las mismas el estilo único que Pasolini daba a sus películas. Sin embargo, como ya hemos comentado las escenas del film se suceden de forma aleatoria culminando eso sí con una impactante escena final que representa la muerte de este controvertido icono de finales del siglo XX con un toque más descarnado y brutal, cuando decide recoger una noche en su Alfa Romeo a un joven vividor (Damiano Tamilia) tras lo que no se le volverá a ver con vida.
Abel Ferrara trata de crear un film con una estructura de intercalado en tres partes; porciones de la infancia y la vida del autor, alegorías de su mundo interno y sus pasiones y la creación de un retrato idiosincrásico del hombre y su obra, la persona tras la leyenda. Sin embargo este combinado no funcionará con aquellas personas que no conozcan de antemano la historia y el trabajo de Pasolini, que si bien es indudable que en teoría es un personaje realmente interesante para contar su historia en la gran pantalla, finalmente en la práctica de este caso en particular se convierte en un ejercicio algo incoherente y aleatorio.