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Crítica de Techo y comida, un film de Juan Miguel del Castillo

Publicado el 30 noviembre 2015 por Bebina @Games4u_es
techo y comida

En sus orígenes, el cine nació como una práctica creativa que invitaba a evadirse de la realidad, esa sucesión de fotogramas en una pantalla siempre nos ha evocado otros mundos, otras vidas, e incluso otro tiempo. pero, ¿qué es lo que define al “gran cine”?, ¿es solo su capacidad para hacernos soñar?, ¿es su grandiosidad y su glamour?, en mi opinión la respuesta es un rotundo no; el cine es un espejo de la realidad, es el reflejo de nuestro tiempo, si, quizás puede ser adulterado por la visión de un director o depender de lo que el objetivo de una cámara enfoque, pero incluso en los sueños siempre hay algo de realidad.

Y precisamente de esto trata el film que tenemos entre manos en estos instantes: premio del público a la mejor película en el Festival de Málaga, Techo y comida es uno de los ejemplos más claros de cine puro, sin adulterar en ningún sentido, es un pedazo de realidad que desfila durante una hora y media delante de tus ojos, sin embargo no es un documental, aunque probablemente los hay menos realistas que este largometraje, aquí no hay lugar para sentimentalismo barato ni propaganda ideológica de ningún tipo, no es una historia de buenos y malos, tan solo hay circunstancias y lo que estas suelen acarrear: víctimas, pero bajo la capa sencilla, austera y trágica de esta película se esconde una crítica a nuestra sociedad, un toque de atención tan tenue, tan tímido pese a lo visceralmente realista de la historia, que sientes como los personajes te miran a los ojos….no para darte pena, no para tratar de adoctrinar tu opinión, ni siquiera para que les ayudes. Sino simplemente para que reflexiones, para que sepas que esta historia, estas circunstancias, están pasando aquí y ahora, traspasando el límite del espejo.

CRÍTICA DE TECHO Y COMIDA:

Miguel del Castillo ha llevado a cabo un ejercicio de austeridad cinematográfica sublime, algo que solo puede lograrse con la perfecta medida de cada unos de los ingredientes, su retrato de Jerez de la frontera es tan sincero como acertado, sus planos como sus personajes son cercanos, nada de grandilocuencia ni una épica innecesarias para un relato que busca la reflexión y tener los pies en la tierra, pero no carente de una delicadeza fascinante a la hora de insinuar ciertos vicios o carencias de nuestra sociedad y de nuestro país. En esta cinta no hay lugar para discursos demagógicos (tan habituales en el cine patrio) ni héroes absurdos e imposibles, los personajes de esta historia transmiten sus ideas y situaciones a través de su propia piel, y todas las interpretaciones poseen un nivel de naturalidad que rara vez puede verse estos días. Actuaciones capitaneadas por la sensacional Natalia de Molina que ya demostró su talento en Vivir es fácil con los ojos cerrados (por la que recibió el Goya a mejor actriz revelación) y que aquí simplemente se consagra como una de las jóvenes actrices españolas de más talento del panorama actual, su interpretación de Rocío es tan hermosa como visceral, y uno de los grandes aciertos del film es no tratar de hacerla objeto de victimismos, ni tampoco de realzarla como heroína sino de mostrarla como alguien que está ahí;en medio de tantas circunstancias adversas tratando de luchar por sobrevivir pese a lo difícil que se lo ponga la vida. Natalia otorga al personaje un semblante triste, apagado, a veces desesperado pero siempre manteniendo una dignidad y una ternura que evitan que la caracterización de Rocío sea demasiado abrupta o demasiado abnegada como para ser creíble, ante las situaciones que presenta la historia, Natalia de Molina siempre transmite en su interpretación el lado más natural y humano de una persona.

Y eso que esta es una historia tan mundana como trágica, pues Rocío es una joven madre soltera y en paro que tiene que luchar contra mil adversidades para sacar adelante a su hijo Adrián, ambos viven en un barrio de Jerez de la Frontera y llevan ya varios meses sin poder pagar el alquiler de su vivienda debido a que no reciben ningún tipo de subsidio, y su casero está empezando a amenazarles con echarles del piso. Madre e hijo tratarán de lidiar con todo cuanto se les ponga por delante pero ante todo por estar juntos, pues Rocío siente pavor ante el hecho de que puedan separarla de su niño,el cual por cierto realiza también una interpretación sublime, siendo dulce y muy comprensivo con su madre y hasta preocupándose por ella (lo que da lugar a algunas de las escenas más hermosas del film) aunque al fin y al cabo es solo un niño por lo que a veces la presión le superará y se exasperará ante algunas de las situaciones que debe sufrir a causa de la situación en la que él y Rocío se encuentran y que va cada vez a peor.

Techo-y-comida

Sin embargo lejos de ser una carga para ella, Adrián es su mayor apoyo, y no solo porque sea su hijo, sino porque demuestra una entereza y una nobleza al encarar la dura realidad que les golpea que da una gran emotividad al film, sobre todo hay una escena hacia el final en la que después de una fuerte discusión los dos se encuentran en la calle y se abrazan, es un momento en el que se juntan todas las emociones que el film quiere transmitir, aunque Rocío le da justo en ese momento una noticia horrible para ambos, no dejan de abrazarse en ningún momento, felices de estar juntos y la vez destrozados por lo que les espera, y todo mientras en el fondo, la gente del barrio celebra la victoria de la selección española de fútbol sin reparar en los dos pobres desheredados que se funden en un abrazo, en esa escena se encuentra probablemente la crítica social más elegante, incisiva y visual que he visto en el cine español desde hace mucho, mucho tiempo. Que duda cabe de que eso es cine, todo en nada, la vida en una imagen, un plano hermoso y trágico, un instante.

Lejos de querer dar ningún tipo de discurso (como tampoco intenta darlo esta película), no voy a entrar a valorar todo lo que este film quiere decir, y todo lo que denuncia de nuestra sociedad, esa reflexión les toca a ustedes, esta película es un retrato de algo que tenemos más cerca de lo que queremos reconocer, pero más allá de su vocación de remover conciencias, Techo y comida es una pequeña joya, con momentos de cine realmente memorables, es innegablemente una película hermosa pero sin dejar de ser directa, en contra de mucho del cine español que se hace ahora, no es para nada pretenciosa, al contrario, es sencilla y austera, y a mi me ha recordado a todo aquellos largometrajes que narraban historias corrientes pero llenas de candor, de encanto, de hermosura sencilla pero digna que tenían muchos de los films de denuncia social que se hacían en este país en los años 50 y 60. 


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