La precisión de los contendientes es tal que, a pesar de las cabriolas y golpes, no salta ni siquiera una mínima astilla de la abigarrada decoración del burdel chino que sirve de escenario a tan singular enfrentamiento. A un lado Ip Man, diestro dominador del Wing Tsun, enfrente Gong Er, hija del gran maestro vencido por su contrincante. Sus movimientos acompasados convierten este duelo más en un cortejo que en la pelea que se supone que libran. Un precioso plano en el que el virtuosismo de un elegante ralentizado permite que, en un giro imposible, las caras de ambos permanezcan separadas por apenas unos centímetros y, en medio del fragor de la batalla, puedan mirarse a los ojos y casi unir sus labios, explica al espectador que lo que se encuentra observando tiene más de atracción, de deseo, de química, que de lucha encarnizada. Y la fuerza dramática de lo que vemos aumentará en la medida en que seamos conscientes de que se trata del primer encuentro de una relación prácticamente imposible.
De la misma forma que esta secuencia, clave por otra parte en el devenir de los acontecimientos, tiene una más que interesante segunda lectura así esta película contiene infinidad de historias articuladas alrededor de la trama principal que le confieren una atractiva complejidad que hace casi obligatorio un segundo visionado para captar todos los recovecos que se esconden tras cada uno de los rincones del argumento.
Wong Kar Wai, hasta ahora anclado en historias más bien contemporáneas, ha construido un impresionante mosaico que recorre la vida de cuatro virtuosos del Kung Fu en medio de la convulsa China de mediados del siglo pasado. Su película no habla simplemente de artes marciales o de filosofía, ni de guerra o de historia, habla de la vida misma. Ahí radica la riqueza de The grandmaster, digna hija de un realizador con un acentuado sentido de la estética pero cuya sensibilidad, gusto por el detalle y manejo inigualable de la metáfora visual dota a su relato de contenido, profundidad y emoción.
A pesar de estar planteada como una película coral el gusto por las estructuras alambicadas de Kar Wai desequilibra de alguna manera la balanza, sin que por ello mengüe la fascinación que produce el filme, decantándose por dos de los protagonistas: Ip Man, futuro maestro de Bruce Lee, interpretado por Tony Leung, y Gong Er, a quien da vida Ziyi Zhang. Precisamente a través de este personaje el director refleja el complicado rol que una mujer con iniciativa podría desarrollar en una sociedad como la china de la época y en concreto en un mundo vetado para ellas como el de las artes marciales.
Como colofón a este magnífico trabajo el gusto ecléctico, musicalmente hablando, del director asiático ha elegido fragmentos de bandas sonoras míticas de Ennio Morricone como Érase una vez en América para poner la guinda a la poesía de esta historia de renuncias narrada con inefable lirismo.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright de las imágenes © 2013 Block 2 Pictures, Jet Tone Films, Sil-Metropole Organisation, Bona International Film Group. Cortesía de Golem Distribución. Reservados todos los derechos
The grandmaster
Director: Wong Kar Wai
Guión: Zu Jingzhi, Xu Haofeng y Wong Kar Wai.
Intérpretes: Tony Leung, Ziyi Zhang, Chang Chen
Música: Nathaniel Méchaly, Shigeru Umebayashi
Fotografía: Philippe Le Sourd
Montaje: William Chang
Duración: 123 min.
Hong Kong, China, Estados Unidos, 2013