Nota: 5'5
Lo mejor: los diálogos entre los hermanos Gecko.
Lo peor: la recreación forzada en ciertos acontecimientos del film.
Con la crisis de ideas que afecta tanto al grande como al pequeño formato, no es de extrañar que las historias y sus personajes se trasladen constantemente de la pantalla gigante a la doméstica y viceversa a través de spin-offs, secuelas, precuelas y nuevas adaptaciones. Son los recientes casos de la decepcionante Agents of S.H.I.E.L.D, o de las mejor resueltas Bates Motel y Hanníbal, por citar algunos de los ejemplos más recientes. La última en subirse al carro ha sido From Dusk Till Dawn, estrenada recientemente con unos decentes datos de audiencia en el canal norteamericano El Rey Network. La nueva serie de Robert Rodríguez narra prácticamente la misma aventura de los hermanos Gecko, interpretados en su día por George Clooney y Tarantino, pero con mucho menos garbo que la cinta de 1996 y no sólo porque el par de protagonistas que toman el relevo de los susodichos actores carezcan del carisma innato de los mismos, sino porque el realizador tejano, con el deseo de innovar y no ofrecer el mismo producto a los espectadores, ha incluido algunos ingredientes que no resultan, en un primer vistazo, demasiado convincentes ni necesarios por no aportar absolutamente nada a una trama que es obligada indiscriminadamente a prolongar en el tiempo determinadas situaciones.
De ahí que este prólogo episódico, que cabalga a los mandos del propio realizador de Machete, no convenza ni a los fans de la original, ni a nostálgicos ni a la audiencia más indifente al clásico sobre dos hermanos que roban un banco y acaban en un club nocturno infestado de vampiros. Aunque las intenciones son buenas y eso se percibe en el deseo de conservar ese estilo desenfadado, gamberro y de serie b, en el hecho de introducir algunas innovaciones en cuanto a la psicología de los personajes y en la recreación en determinados fragmentos de la historia original para ofrecernos unas perspectiva de los acontecimientos mucho más detallada, esto no quiere decir que sea positivo cuando lo que ha fallado fundamentalmente es la forma en la que se han insertado esas novedades.
En primer lugar, uno de los cambios con el que nos topamos de entrada es una trama que, aunque fiel a la cinematográfica en lo que respecta al desarrollo contextual de la mayor parte de la acción (transcurrida en la célebre tienducha de carretera), arranca ligeramente diferente, aplicando nuevos elementos místicos -y a una sensualísima y cuasidesconocida Eiza González- que nos advierten de su relevancia en los acontecimientos del presente, en el que se intercalan atropellados flashbacks de los personajes, que, como segunda novedad, no sólo se empeñan en dotar de protagonismo a los delincuentes, sino también a los agentes de policía que tienen la desgracia de cruzarse en el camino de los criminales. Esta diferenciada profundización en los caracteres, especialmente la que implica a los Gecko y, más especialmente aún, al psicopático Richie, no hubiera sido una mala jugada por parte de Rodríguez para impulsar el serial y distanciarse de la película si no fuera porque la intención de desmenuzar a cada uno de los interventores se ve ensombrecida por la banalidad que suponen algunos de los recuerdos de los mismos, que no aportan más que cierto regustillo cutre y sentimentalismo desprendido, basicamente, de los relacionados con los representantes de la ley, cuyo único fin es proporcionar una excusa barata que explique el comportamiento de los agentes. No obstante, lejos de añadir coherencia, el recurso del tejano acaba resultando hasta paródico, si bien es cierto que realmente desconocemos, en este primer vistazo, si el objetivo era precisamente otorgar a la acción esos aires de telefilm mexicano low-cost.
En esa línea de orígenes y misticismo que parece querer conducirnos a la función de la todavía no alcanzada "La Teta Enroscada" se mueven las recurrentes y extrañas alucinaciones de Richie, un rol que desde este piloto se nos presenta como una pieza que juega un papel clave en los planes del mal, aunque todavía no sabemos exactamente de qué manera. Las chapuceras visiones del Gecko más desequilibrado atenúan ese sabor a metraje barato antes mencionado, a las que se añade la suma de determinadas intervenciones que resultan bastante prescindibles, además de asonantes, como la de la desdichada pareja de amigas presentes en el comercio.
Lo que desde luego era imprescindible era contar desde el principio con unos intérpretes capaces de defender, dentro de las limitadas posibilidades, los carismáticos e incombustibles roles de los Gecko originales, ya de antemano vistos como inalcanzables por cualquier espectador conocedor del clásico, una intuición que queda confirmada en el trabajo demostrado por los elegidos. El guapo de D.J Cotrona (G.I. Joe: La Venganza, Windfall) se coloca en el traje del personaje de Clooney, quien, como su predecesor, lleva consigo la voz cantante y el sentido común del dueto.A la vez que tiene que lidiar con los arrebatos esquizos de su hermano, que tiene el rostro de un Zane Holtz (Las Ventajas de Ser un Marginado, Percy Jackson y el Ladrón del Rayo) trastornado que actúa guiado por unas visiones que aún no comprende. Lo cierto es que los chicos están simple y llanamente correctos, con alguna salida de tono, pero sin olvidar que están lidiando con unos referentes tan tremendos. Del mismo modo que sus antepasados, en Cotrona y Holtz recae prácticamente todo el peso de los diálogos que, al menos, se acercan mínimamente al nivel de las hilarantes y fulminantes conversaciones que tintaban el script de Tarantino; y ello, junto a una acertada fotografía, sirve al menos de poso de esperanza para escépticos.
Como de costumbre, resulta más que osado extraer conclusiones precipitadas de una propuesta que acaba de arrancar, con más defectos que virtudes y con una losa enorme colgada de sus pelotas que funciona como constante referencia y recordatorio para la audiencia, quien tenderá inevitablemente a una comparación odiosa de ambas producciones en la que la perdedora parece que siempre va a ser la pequeña producción; sobre todo desde la perspectiva de unos fans que se acercan desconfiados a un remake televisivo que, en realidad, no tiene sentido si no es para relatar nada nuevo y mucho menos para desmejorarlo. Pero quién sabe, quizá tras el ocaso de este primer episodio, las tinieblas dominen las futuras entregas para producir un necesario cambio en nuestra percepción. Porque no debéis olvidar que la noche siempre es más oscura justo antes del amanecer.