Nota: 5,5
Con el mejor estreno para una serie dramática no emitida en prime-time desde 2009 (lo que ya nos da pistas de su carácter familiar) y con los mejores demográficos de la temporada, es decir, batiendo récords como su hermana mayor, que llegaba el pasado martes a la parrilla de ABC Agents of S.H.I.E.L.D., el spin off de Los Vengadores que se ha sacado Marvel de la manga para extender aún más los tentáculos del salto de su universo a la imagen real. Y es que, a la luz del episodio piloto, la única razón para la existencia de una serie como esta, protagonizada por personajes inéditos y sin la presencia de los héroes, pasa por los 5.000 millones de dólares que han recaudado las películas de la compañía desde Iron Man. Sin duda, un colchón que permite el derroche de medios del que hace gala AOS, cuya única función real es la de engordar aún más el fenómeno sin atreverse a aportar nada nuevo a un género tan trillado como es el de los equipos de espías tan complementados como acomodados en el cliché.
Lo primero que se nota en la serie, desde un atropellado prólogo narrado por la voz de María Hill (Cobie Smulders a.k.a Robin), es una necesidad desesperada por justificar su propia existencia a la sombra de las películas. Nadie había pedido esta serie, tampoco había razones para hacerla, pero Disney la iba a llevar a cabo de todas formas, de ahí que recurrieran al principal ideólogo de esta fiebre superheróica, Joss Whedon, para intentar, por lo menos, no caer en el ridículo en el intento. Por éso, más allá de algún gag aislado, la principal función del guionista y director de Los Vengadores es la de explotar el nexo con la franquicia. Por ejemplo, haciendo varias alusiones a un nuevo mundo posterior a la batalla en Nueva York, en el que la humanidad es consciente de la existencia de superhombes; o fabricando un suero que mezcla todos los poderes de los héroes, e incluso el virus Extremis, para que los villanos den algo de juego. La de Whedon es, en definitiva, una misión contextual. Y da el pego.
Los problemas de la serie son mucho menos profundos y pasan primero por una fórmula que no contiene ningún elemento mínimamente original, limitándose a incrustar con un calzador de oro en el universo de la compañía a un equipo de super espías del montón, con su pirata informático listilla, los científicos nerds de turno y a dos aguerridos y pétreos operativos de campo, una mujer y un hombre (por eso de la igualdad de sexos). Para colmo, al frente de todos ellos está el agente Coulson (Clark Gregg), perfectamente funcional como secundario pero todo un desastre como protagonista. Y es que a pesar de que Whedon intenta fabricar una especie de Maxwell Smart del siglo XXI, con el talante cómico de Mortadelo y la eficacia de James Bond, un esbozo del personaje a lo largo de los años a través de reducidas apariciones en diferentes películas han plastificado la personalidad del rol, al que necesitan encasquetarle para la ocasión un misterio en torno a su regreso de la muerte para que resulte interesante.
Puede que, en realidad, el cineasta haya estado liado con la promoción de su última película, la independiente Mucho Ruido y Pocas Nueces, absorbido por la preproducción y el proceso de casting de The Avengers: Age of Ultron, o liado echándole un cable a Alan Taylor en el set de Thor: El Mundo Oscuro, y no le haya dedicado a la propuesta todo el mimo que merecía, pero mucho me temo que la respuesta para planteamientos de guión tan trillados como el rescate en un incencio, o directamente absurdos como el acuerdo del primer villano con sus creadores, que incluye un artefacto que otorga superpoderes pero no una asignación mensual para evitar que el tipo no tenga con qué dar de comer a su hijo -protagonizando En Busca de la Felicidad 2: Back and Super por el camino-, se deban a que Whedon, tan profesional como decimos, ha sido el primero en vislumbrar un destino en el canal hermano ABC Family para la serie
El tono blandurrio y simplista, con ases de la manga sacados de la bata de científicos y espías ultrasecretos que recitan latiguillos ingeniosos con la misma naturalidad con la que Wyoming lee el telepronter, escuece especialmente después del giro que estaba marcando la compañía para la fase 2 de su salto al celuloide, tras el cachondeo y desmantelamiento de la fórmula de Iron Man 3 y los prometedores planes que incluyen a un thriller de la Guerra Fría protagonizado por Chris Evans y Robert Redford (El Capitán América: El Regreso del Primer Vengador), la cinta de orígenes de un héroe tan característico como El Hombre Hormiga a manos del director de Zombies Party o la ya de por sí marciana Guardians of the Galaxy. De todas formas, lo que es innegable es el potencial de AOS ya no sólo para presentar a personajes y arcos argumentales susceptibles de dar el salto al cine, sino para complementar y expandir a otros, como es el caso de Maria Hill o el mismísimo Nick Furia (porque Samuel L. Jackson terminará haciendo cameos seguro). De momento, a pesar de varios millones de dólares en medio, el resultado tampoco difiere demasiado de ésto: