Nota: 8,5
Temblad, Los Soprano y The Wire. No cabe duda de que HBO está logrando con Boardwalk Empire una de sus series más redondas tras una entrega que ha sabido mantener el nivel después de un segundo año que, como ya comentamos hace 12 meses, entraba de lleno en la genialidad con un golpe final soberbio en una de las mejores escenas de cierre que hayamos podido degustar en la pequeña pantalla. La delicatessen producida por Martin Scorsese y Mark Wahlberg ha sabido construir con paciencia unos cimientos sólidos cuyo resultado se refleja en la actualidad, ya que recordemos que su primera temporada fue de un ritmo pausado en la que básicamente nos introdujeron en la Atlantic City de Nucky Thompson. De hecho, ¿Cómo hubiera sido posible la genialidad de la segunda temporada sin el anterior proceso que llevo a James Darmody a los acontecimientos que presenciamos al final?. Durante esta tercera tanda hemos visto que para Nucky Thompson ya no hay vuelta atrás. Después de todo lo que se ha ensuciado las manos ya no puede renunciar a su faceta de gangster en contraposición de su cara más política. Una tragedia que recuerda a la vivida por Michael Corleone, incapaz de salir de un mundo que él mismo ha ayudado a construir.
Muchos de los seguidores de Boardwalk Empire lamentaron e incluso criticaron la pérdida de Michael Pitt como James Darmody, mientras que otros (entre los que yo me incluyo) alabaron la valentía de los guionistas por saber poner punto y final a uno de los mayores alicientes de la serie del canal de pago. Pero la duda que cabía en esta tercera entrega se centraba en si los creadores de esta obra serían capaces de llegar el enorme hueco que había dejado el personaje de Michael Pitt. Y vaya si lo han conseguido. No sólo Buscemi ha brillado con luz propia marcando carisma en cada una de sus apariciones y frases lapidarias, sino también -y sobre todo- Bobby Cannavale en su papel de Gyp Rosetti. Cannavale, a pesar de contar con un Emmy como actor de comedia por la serie Will y Grace y de participaciones en prestigiosas series como Louie, A Dos Metros Bajo Tierra, Oz o Nurse Jackie, no había conseguido un papel con el que sacar a relucir su enorme talento hasta ahora. El intérprete estadounidense -aunque de descendencia Italiana por parte de padre- se ha marcado un auténtico papelón susceptible de arrasar en la temporada de premios, siendo una constante bomba de relojería en cada una de sus apariciones, no sin dejar de construir un rol verosímil que se pierde en su propia perversión y mal genio. Un personaje que puede llegar a recordar a otros grandes de la gran pantalla como Nicky Santoro (Joe Pesci) de Casino o Sonny Corleone (James Caan), demasiado nublados por su genio como para volar recto.
La tercera temporada arrancaba prácticamente donde nos dejó la anterior. Nucky seguía siendo el mandamás de Atlantic City, aunque sus intenciones de dejar a un lado el negocio del alcohol en beneficio de mayores empresas traen consigo a un imprevisible enemigo que le pondrá al borde de la picota como hasta entonces no habíamos visto al antiguo tesorero de Atlantic City. Ese es el gran Rosseti, un personaje que es en sí mismo un olla a presión, cuya adrenalina es inversamente proporcional a su capacidad de autocontrol, y cuyo magnetismo en pantalla es equiparable a la brutalidad de sus acciones.
Quizás en este año hayamos encontrado un exceso 'telenovelesco' con los romances extraconyugales, primero de Nucky y luego de Margaret. Unas historias donde el final del trayecto constata lo perdidos que están ambos, cada uno por sus propias razones; Nucky con su incansable afán de ayudar a damas atractivas en apuros (de ahí que su irresistible cabaretista le descoloque radicalmente al no someterse), o Margaret y su ambición por seguir creciendo y obtener la pasión que tanto ansia, sin olvidarnos de Owen y su sentido del romanticismo y fidelidad que finalmente le llevarán a la caja. Por supuesto, no podemos olvidar a Richard Harrow y sus ansias de encontrar lo que la guerra le arrebató: una familia como la que poseía su colega de trincheras Darmody y que nunca supo apreciar.
Con la desaparición de Jimmy del mapa de Boardwalk Empire, había que constatar si la presencia de Harrow como la de Gillian Darmody podían sostenerse. Harrow (un espectacular Jack Huston) se ha convertido por méritos propios en un personaje que sobresale sin necesidad de hacer esfuerzos dantescos. Su voz ronca y sus silencios estruendosos hace que las apariciones de Harrow sean un deleite, sin olvidar su obra de arte final en rescate del pequeño Darmody, lo poco que quedaba de su venerada Ángela. En cambio, las apariciones de Gillian quizás hayan sido para constatar una vez más que estamos ante una auténtica zorrupia, un agujero negro que arrastra a todos los que se acercan a su radio. Su cuestionable moral queda evidenciada al verse abocada a la quiebra tras el vacío legal que ha dejado Darmody tras su “desaparición” y la necesidad de ésta de obtener un cadáver, dando lugar al "momento Mantis Religiosa" que no hace sino encoger el corazón.
Boardwalk Empire, como la mayoría de las series de la HBO tal que Oz o Theme, es una serie capaz de crear un microcosmos plagado de personajes fascinantes, esperando su momento para relucir todo su potencial. Es el caso por ejemplo del agente Van Alden (un desconcertante Michael Shannon) en un camino donde fruto de sus torpezas y golpes del destino le sigue reservando un final de trayecto del que poco podríamos haber augurado en los primeros compases de la serie. Otros ejemplos son personajes de la talla de Chalky White, cuyas apariciones siempre son estelares y cuyos principios van más halla del poder o el dinero, o un Eli Thompson (sensacional Shea Whigham) que ha tenido que remangarse desde el lodazal para volver a ganarse la confianza de su receloso hermano. Por otro lado, desde el comienzo del piloto de Boardwalk Empire, hemos disfrutado de las primeras gateadas de Capone y Luciano y como definitivamente están ya encaminados a ocupar el puesto que la historia les depara.
En conclusión, tenemos ante nosotros otra perla de la HBO que nos regala una temporada sensacional, quizás no tan redonda como la del pasado año por culpa de unos primeros compases más pausados, pero sí igualmente cargada de personajes y momentos para el recuerdo. Además, no hay que olvidar que si todas las tramas funcionan es gracias al gran titiritero que mueve todas las piezas a su voluntad, un extraordinario Steve Buscemi, eje absoluto de la función, que se encuentra en el momento más dulce de su carrera disfrutando de un papel estelar que hasta ahora se le había negado, siempre agazapando su talento en secundarios a la sombra. Nucky Thompson ha comprobado la veracidad con la que HBO promocionaba este año Boardwalk Empire -You can be half a gangster (no puedes ser un gangster a medias)- , y es que Nucky ya es consciente de con cuánto mal puede vivir y qué cantidad está destinada a sabandijas como Rothstein (un siempre inmaculado Michael Stuhlbarg), Joe Masseria y a todos los que vengan tras él. Porque Thompson se ha olvidado de las medias tintas. Pasea por el muelle y arroja la flor del ojal. Vuelve el rey que nunca se fue y ya no volverá a renegar de su condición.